Pobres y ricos
El peronismo lo mismo es de izquierdas que de derechas, bebe del nacionalismo como de la revolución
Cuando V. S. Naipaul llegó a Argentina en 1972, quiso entender lo que era el peronismo, así que se puso a preguntar. Le recomendaron que visitara al padre Mujica, que se ocupaba de los fieles de un barrio de chabolas en la zona de Palermo. El sacerdote lo recibió con malas pulgas y medio enfadado le dijo: “Solo un argentino puede entender el peronismo. Podría hablarle del peronismo durante cinco años y usted seguiría sin entenderlo”. Al padre Mujica lo asesinaron en 1974 cuando Perón, de regreso a Buenos Aires, inició una durísima represión contra los guerrilleros peronistas que lo habían devuelto al poder. Naipaul explica que seguramente Mujica estaba en alguna lista, y los pistoleros procedieron cuando le llegó su turno.
Perón empezó a hacerse célebre en 1943 cuando era un coronel del Ejército que predicaba “un furibundo nacionalismo”. Ganó dos veces las elecciones, y gobernó “como dictador” —observa Naipaul— entre 1946 y 1955. Fue derrocado en septiembre de ese año, y salió al exilio. Su esposa, Eva —Evita—, que se convirtió en un gran icono del peronismo, había muerto en 1952. Fue embalsamada y su cadáver estaba en 1972, cuando Naipaul empieza su crónica, en la casa que el militar argentino tenía en el selecto barrio de Puerta de Hierro, en Madrid. Franco lo trató con todos los honores durante su estancia en España, era una manera de agradecerle el apoyo político y económico que Perón le facilitó entre 1946 y 1949, unos años difíciles para la dictadura.
Argentina y el fantasma de Eva Perón, 1972-1991 es un largo trabajo de más de 100 páginas recogido en El escritor y el mundo, donde se han reunido una serie de ensayos de Naipaul, fallecido a mediados de agosto. Se inicia durante una época en la que, en Argentina, todo el mundo estaba descontento y de repente casi todos se hicieron peronistas. Las guerrillas actuaban con contundencia, y fueron asesinados docenas de policías. Muchos de los guerrilleros eran peronistas, los montoneros, y reclamaban el regreso de Perón. Volvió, ganó las elecciones en octubre de 1973, pero no pudo gobernar demasiado tiempo ya que murió unos meses después.
El ensayo de Naipaul es una fascinante exploración sobre una manera de hacer política que no solo ha regresado con fuerza en las últimas décadas a Latinoamérica, sino que se está exportando con bastante éxito fuera de sus fronteras. El peronismo lo mismo es de izquierdas que de derechas, bebe del nacionalismo como de la revolución; tenía razón Mujica: es difícil de entender. Naipaul da algunas claves. “Perón y el peronismo ofrecen fe”, apunta. Escribe que Perón decía que “en manos del pueblo, la violencia no es violencia; es justicia”. Y un peronista le explica que esos enemigos del pueblo son el imperialismo americano, sus aliados autóctonos, la oligarquía, la burguesía subordinada, el sionismo y la izquierda cipaya (el Partido Comunista y el socialismo en general).
Cuando aborda el caso de Evita, Naipaul observa alarmado que “en Argentina no hay historia”: reina la leyenda. Y cuenta que en su autobiografía, Eva Perón dice que descubrió la pobreza cuando tenía 11 años. Luego copia una frase de Evita: “Y lo extraño es que no me doliese tanto la existencia de los pobres como el saber que al mismo tiempo había ricos”. Puro resentimiento. Y es ese resquemor el que, para Naipaul, explica el peronismo. La capacidad de ofrecer “el odio como esperanza”.
En marzo de este año, durante una visita a Argentina, Pablo Iglesias reivindicó las raíces peronistas de Podemos. ¿A qué se refería exactamente?
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