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Columna
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Héroe de la retirada

Alexis Tsipras nos recuerda de qué forma Grecia se halla en el corazón de lo que significa Europa

Máriam Martínez-Bascuñán
Diego Mir

Sucedió hace unos años: un dirigente carismático y temerario se atrevió a plantear un pulso a Bruselas, contestando las políticas económicas de austeridad que desde allí se le lanzaban como dogmas. El orgullo de Grecia parecía encarnarse en los guiños populistas de su joven presidente, un envalentonado Tsipras, con su referéndum bajo el brazo, que cuestionaba la “extraordinariamente generosa” oferta de la Troika —Merkel dixit—, en realidad, un tramposo icono de la tecnocracia comunitaria, que acabó sustituyéndolo por un nuevo plan de rescate que imponía restricciones todavía más duras.

Hace poco, Tsipras sostuvo que Europa fracasó a la hora de dar una respuesta democrática a la crisis, lo que allanaría el terreno al chovinismo y extremismo actuales. La escabrosa sonrisa del destino ha querido que quienes criticaron a Grecia por plantear una desigual batalla contra la deriva económica neoliberal se enfrenten hoy a una contienda de carácter existencial para la Unión: “Si hay alguien que amenaza a Europa, no son quienes luchan por cambiarla, sino quienes lo hacen para derrumbarla”, dijo el ya curtido presidente. Y debe ser así, pues incluso un Juncker en retirada se atrevió a confesar que no fueron “solidarios con Grecia: la insultamos”.

Aunque no se haya hablado mucho de ello, el Gobierno griego ha conseguido salir de la “tutela” de sus acreedores, calmar a una población notablemente descontenta y lograr que no sean noticia. Pero, además, sucede que nuestro dirigente se ha atrevido a abordar el contencioso histórico con Macedonia, abriendo los Balcanes occidentales a Europa. El difícil trance situaba a Tsipras ante una disyuntiva: jugar la carta interna y ponerse a la cabeza de una política que no resolviera el conflicto, pero que le diera puntos ante una población para la que el nombre de Macedonia está profundamente ligado a su identidad, o dar la cara por Europa y arreglar un contencioso que abra la puerta a la entrada de Macedonia en la Unión.

Y resulta que un Gobierno situado a priori a la izquierda de la izquierda ha querido navegar por aguas turbulentas eligiendo esa vía conocida como “sentido de Estado”, hoy tan exótica, e ignorando la moda de que el “líder siga al pueblo”. De paso, Tsipras, ese héroe de la retirada, nos recuerda de qué forma Grecia se halla en el corazón de lo que significa Europa, cómo su universalismo helénico nos impulsa a ir más allá de los discursos particularistas de cada Estado, al igual que lo hizo, con menos éxito, hace cuatro años, con aquel mensaje humanista que deberíamos recuperar: Europa tiene la obligación de no humillar a los más débiles. @MariamMartinezB

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