¿Maltratador yo?
La concepción de la mujer como ser inferior no sólo produce muertes, también genera abusos, violaciones y agresiones diarias
Comienzo a escribir esta columna pocas horas después de que se haya descubierto el cuerpo sin vida de Laura Luelmo, con todos los indicios de muerte violenta que se van confirmando durante las 48 horas en las que vuelvo a este texto, incapaz de sacudir la rabia. No sólo por el asesinato brutal de Laura, esa chica que con las horas y según se publica más información se va constituyendo en mi imaginación como una mujer de carne y hueso, con su inteligencia, sus ilusiones, su militancia feminista.
La rabia crece al comprobar que, incluso antes de las expresiones de solidaridad, duelo, angustia y rabia que han plagado las redes en los últimos días, a algunos troles en Twitter les ha faltado tiempo para acosar a periodistas y feministas que expresan su dolor ante la evidencia: la muerte de Laura Luelmo es un nuevo feminicidio. Son los primeros en poner la culpa en la víctima, que si tenía miedo por qué salía sola a correr, tipos que llaman feminazis a las periodistas y las acusan de servirse de estos sucesos para recibir subvenciones. Mi rabia va in crescendo al recordar el programa electoral de Vox, queriendo derogar la Ley de Violencia de Género, y veo que aprovechan el asesinato de Laura para hacer campaña sobre otro punto del programa: la prisión permanente revisable. Castigar al criminal y desproteger a las víctimas. Llenar las cárceles de hombres que previamente habrán asesinado a mujeres desamparadas por la ley, muchas de las cuales habrán sufrido maltratos durante días, semanas, meses, años. El debate se tuerce y en vez de centrarse en el feminicidio y cómo combatirlo, los políticos discuten sobre penas de prisión.
La violencia machista, cuando se ceba en mujeres como Laura Luelmo o Diana Quer, genera reacciones sentidas como las que estamos viviendo estos días. Pero cada muerte violenta de una mujer a manos de un hombre muestra que el problema no es sólo el psicópata de turno, sino que el feminicidio, aunque responde a múltiples factores, tiene como causa principal la cultura de la violación de nuestra sociedad machista.
La concepción de la mujer como ser inferior no sólo produce muertes que nos sacuden por su excepcionalidad y brutalidad, también genera abusos, violaciones y agresiones diarias, así como la normalización del maltrato psicológico que no aparece en las estadísticas. Jorge Freudenthal, director del programa de rehabilitación de maltratadores Gakoa, señala en una entrevista para el Diario Vasco que casi ningún maltratador cree que lo es, a pesar de que han sido condenados por agredir a sus parejas o a otras mujeres. Freudenthal afirma que el problema no es sólo el individuo que ejerce la violencia, que muchos de ellos no son “enfermos”, sino que la enferma es la sociedad patriarcal y machista en la que viven, que ha normalizado su actitud. La terapia no consiste tanto en una cura, sino en desmontar la justificación del maltrato y hacer que el agresor asuma su responsabilidad.
Como el maltratador que no cree que lo es, quien responsabiliza a las mujeres por la violencia que se ejerce contra ellas, quien ataca a las y los feministas por exigir cambios fundamentales en la educación y la justicia, quien defiende que el machismo no existe, tiene su propio grado de responsabilidad en cada abuso, cada agresión, cada violación, y cada asesinato. Por mucho que lo niegue.
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