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Navegar al desvío
Columna
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¿Qué se puede envolver en una bandera?

Manuel Rivas

El abanderado, sobre todo si es un político en campaña, debería llevar un código de barras. Saber qué se envuelve cuando alguien se envuelve en la bandera

YA NO HAY UNA BANDERA en el mundo con la que se pueda envolver y abrigar a los náufragos. El Aquarius, el barco fletado por Médicos sin Fronteras para la ayuda humanitaria en el Mediterráneo, no puede hacerse a la mar. Esa nave ha salvado cientos de vidas sin pedir papeles a los que se ahogaban. Era una presencia mítica en la línea del horizonte. Cada día rescataba del hundimiento a la esperanza, que en estos tiempos flota sin rumbo como una muerta pensativa.

Se vuelve a hablar mucho de patria. El Aquarius era, en sí mismo, una patria hospitalaria. También se habla mucho de nación. El Aquarius era una nación portátil donde muchos seres abandonados volvían a nacer. Pero la nave de Médicos sin Fronteras ha sido obligada al amarre. Era un mal ejemplo. Una pequeña patria en vilo, una nación frágil y balanceante, donde se ejercía el derecho humanitario internacional y la ley del mar, con el principio moral y legal inviolable de asistir a quien se encuentra en peligro. Desde 2016, el Aquarius, con el único apoyo económico de la ciudadanía, prestó asistencia a unas 30.000 personas. El Mediterráneo continúa siendo la ruta migratoria más letal del mundo. En este año 2018 han muerto más de 2.100 personas, la mayoría procedentes de las costas libias. Otras muchas han sido devueltas, contra su voluntad, a ese país de pesadilla.

Cuando se desatiende la mínima moral en el mar, ¿qué no podrá pasar en tierra? Pues una maldición. Esa carcoma de inhumanidad que corroe Europa. Un ­hackeo de las conciencias que se activa con la invención de un enemigo. ¿Y qué mejor enemigo imaginario que los inmigrantes? Sin voz y sin voto. Funcionó con Trump, funcionó con el Brexit. Y ese mercadeo macabro, el peso del odio en votos, aumenta en cada elección. No es la inmigración lo que “descristianiza” a Europa. Son los partidos del odio los que la desalman.

El barco hospitalario de Médicos sin Fronteras es ahora una nación marítima prohibida. No puede hacerse a la mar porque carece de bandera. En los últimos tiempos navegaba con el pabellón de Panamá. Esa bandera de conveniencia es utilizada por miles de buques en los mares del mundo, y no siempre para transportes convenientes, pero los políticos de la descivilización en marcha solo la consideraron inconveniente como pabellón de un buque en misión de asistencia médica y salvamento. Presionaron a Panamá. Y ya no se encontró ninguna otra bandera estatal disponible.

No hay banderas para salvar a los náufragos.

Hay, sin embargo, gente que se envuelve en las banderas para conseguir votos. Siempre se ha hecho, pero parece que el paño va a más. Con banderas de partido o banderas nacionales. Hay quien ve como una apropiación indebida el utilizar una bandera nacional como bandera partidaria. Al contrario, hay quienes consideran que al envolverse en una bandera se expresa la voluntad de gobernar sin sectarismo. A mí las banderas que más me interesan son las del Código Internacional de Señales Marítimas. Son un alfabeto de colores. Transmiten mensajes o información. Cuando alguien enarbola una bandera nacional o de partido, es interesante fijarse en su rostro. Intentar interpretar lo que quiere decir o hacer con la bandera.

El abanderado, sobre todo si es un político en campaña, debería llevar un código de barras. Es fundamental saber qué se envuelve cuando alguien se envuelve en una bandera. Puede envolver un fardo de odio o el orgullo solidario de ser un país de asilo y acogida. Puede envolver desconfianza hacia el extranjero o la mano tendida a quien elige habitar un viejo país que se vacía. En una bandera puede envolverse el daño de un retroceso machista o el deseo de disfrutar un país que sea vanguardia en igualdad. Ya no podemos equivocarnos en saber lo que envuelve una bandera: ¿un lugar de miedo e intimidación para la mujer o un hábitat de libertad? En la bandera puede envolverse la libertad de expresión como un bien máximo a respetar o el propósito de silenciar la palabra contraria. Una bandera puede envolver la llave de una biblioteca o un martillo de herejes. Puede envolver memoria fértil o amnesia retrógrada, pluralidad o monocultivo. Puede envolver, en fin, un Estado de bienestar o una maquinaria de hacer daño.

De ser náufrago en mar o tierra, me gustaría encontrarme con la bandera de Santa Pola, la de los marineros del Nuestra Señora de Loreto. Ese sí que es un código de barras. 

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