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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lo que las banderas ocultan

El bucle interminable del conflicto catalán deja sin respuesta asuntos que en otras circunstancias serían motivo de escándalo y tendrían sanción electoral

Milagros Pérez Oliva

Mientras el país se llena de banderas, alguien puede estar robándonos el futuro. El bucle interminable de acontecimientos, de acciones y reacciones del llamado conflicto catalán nos mantiene en vilo, pero por debajo de esa corriente que nos arrastra ocurren muchas otras cosas. Algunas de ellas graves. Y si tiramos del hilo, lo que emerge no deja en buen lugar a quienes nos gobiernan, pero mientras tengan banderas en las que envolverse, no pasa nada.

El viernes supimos, por ejemplo, que el Gobierno ha tenido que recurrir de nuevo a un préstamo para poder pagar la paga de diciembre y la extra de Navidad a los pensionistas. Si tiramos de ese hilo vemos que en seis años, el PP ha agotado la hucha que la Seguridad Social empezó a llenar en 2001 y que cuando Mariano Rajoy llegó al poder, en 2011, acumulaba 66.815 millones de ahorros.

Ahora quedan apenas 8.095 millones, lo justo para una paga, pero esa cifra es una ficción. Si el fondo no está a cero es porque la ministra Fátima Báñez, la reina de la simulación, no quiere ver ese titular en los periódicos y deja ese remanente. Pero lo cierto es que para pagar las pensiones de este año ha tenido que recurrir a los 10.200 millones del “recursos adicionales” —léase préstamo— que el Gobierno incluyó en los presupuestos generales. Pese a la recuperación económica, la Seguridad Social no tiene ingresos suficientes para hacer frente al montante de las pensiones y eso es algo de lo que el Gobierno debería responder, pero como anda envuelto en una gran bandera, no pasa nada.

Pero sigamos el hilo. Que la Seguridad Social no tenga ingresos suficientes a pesar de haber aumentado la población activa y la ocupada es porque el empleo que se crea es de tan mala calidad y con salarios tan bajos, que las cotizaciones que genera no dan para sostener las actuales pensiones. Menos aún para ahorrar.

La Encuesta de Población Activa confirma que la inmensa mayoría de los empleos que se crean son temporales. Tan inmensa que alcanza el 91,98% de los contratos firmados en 2016. Y sigue la tendencia porque temporales son también 148.000 de los 216.000 contratos suscritos en el tercer trimestre de este año. A ello hay que añadir que cuatro de cada diez empleos son a tiempo parcial, y no porque el empleado quiera, sino por fuerza en el 62% de los casos. A pesar de estos datos demoledores, Fátima Báñez se ha permitido afirmar en el Congreso que “cada día hay mejores empleos” pero como el Gobierno anda envuelto en una gran bandera, tampoco pasa nada.

Como consecuencia de todo esto, los hogares españoles son, entre todos los de la OCDE, los que han sufrido una mayor pérdida de renta disponible. Lo dice el informe sobre bienestar que acaba de presentar el Instituto Valenciano de Investigación Económica. Concretamente han perdido un 8,7% de poder adquisitivo, descontada la inflación, entre 2008 y 2015. En 2016 el salario medio bajó otro 0,8% a pesar de que los beneficios de las empresas crecieron un 13% según el Banco de España. La nómina media es ahora de 1.878 euros brutos, pero en el caso de los contratos temporales se queda en 1.312 y en el de los de tiempo parcial, en 734,2. Recuerden: euros brutos al mes. Los directivos de las empresas del Ibex 35, en cambio, aumentaron sus honorarios en un 15%, con lo que ahora cobran 207 veces más de promedio que el empleado peor pagado de su empresa. Son datos bastante escandalosos, que demuestran que la recuperación no alcanza a todos, pero como hay grandes banderas en las que envolverse, no pasa nada.

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Tanta temporalidad y tanta precariedad no permiten hacer demasiados proyectos de vida. Por eso la edad media a la que se emancipan los jóvenes españoles es de 29 años, cuando en Suecia se van de casa a los 19. Y muchos de los que se van es para compartir piso y con la ayuda de los padres, pues muy pocos pueden pagar los 870 euros en que está el alquiler medio en Cataluña. Eso explica, siguiendo el hilo de otro informe, que los jóvenes catalanes menores de 35 años que trabajan dediquen por término medio un 65% de sus ingresos al alquiler. Con esos salarios y esa inseguridad laboral, ni soñar con comprar una vivienda con la que asegurar, como hicieron sus padres, que si algo va mal cuando sean mayores, tengan al menos un techo asegurado.

Todos estos son datos de noticias publicadas los últimos días. Y es solo uno de los muchos hilos que se pueden seguir. El hilo del precariado y los sueños rotos. Pero hay otros: el de la corrupción y el descrédito de la justicia; el de la contaminación y el uso recalcitrante del carbón pese a los miles de muertes prematuras que cada año provocan; o el de la erosión de la democracia y la regresión autoritaria que permite el fraude de ley cuando conviene. Por ejemplo en el abuso del procedimiento de urgencia para eludir el debate parlamentario. Hilos que en otros países serían motivo de escándalo político. Pero aquí, mientras haya banderas en las que envolverse, no pasa nada.

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