En Navidad regala ESS
REAS te propone apostar por un consumo responsable y consciente
Si hay una fiesta consumista por excelencia, ésa es sin duda la Navidad, una cita que además trasciende con creces a la festividad cristiana, celebrándose en lugares no cristianos y por personas no cristianas. Porque, si hay algo que ha conseguido unir y homogeneizar como nunca antes es, sin lugar a duda, el dinero. El dinero, bajo este sistema capitalista, se ha convertido en una auténtica religión civil, como bien señala Yayo Herrero; de tal modo que tener dinero (en gran parte para destinarlo al consumo) es el principal objetivo de nuestro tiempo, en lugar de satisfacer las necesidades básicas para la subsistencia (para lo cual el dinero podría ser en todo caso una herramienta, un satisfactor que diría Max Neef, pero nunca un fin en sí mismo).
Más allá de cuestiones estratégicas, de si realmente estamos enfocando bien para la satisfacción real de nuestras necesidades, el gran problema es que el estrabismo producto de estos mantras consumistas está, como Atila, arrasando con todo, bajo una máxima depredadora que encuentra en el crecimiento por el crecimiento (sustentado en un continúa rueda de producción y consumo) la vía para satisfacer sus ansias de acumulación. Frente a esta lógica irracional y contra natura, la Economía Social y Solidaria (ESS) busca recuperar el sentido etimológico de la palabra Economía, y conectar con esa gestión del hogar primigenia que pone la satisfacción de necesidades en el centro de la actividad económica, y que lo hace de manera justa para con las personas y respetuosa con la naturaleza (nuestro hogar, no olvidemos).
Al comprar y regalar responsablemente, estamos también regalando empleos estables y condiciones laborales dignas
Esta vuelta a los orígenes cobra especial sentido en estas fechas, donde el consumismo está acabando con la esencia de unas fiestas que, más allá de manifestaciones religiosas concretas, invitan al encuentro y a la celebración, la solidaridad y la ayuda mutua, valores que rezan las luces de neón de los escaparates y que predican los catálogos de compra, pero cuyo contenido está realmente vacío y es enormemente tenebroso. Porque, si miráramos esta otra cara de nuestros consumos tan en detalle como a veces miramos los precios, seguramente se nos atragantarían, cual presta uva de fin de año, impidiéndonos cantar a pleno gañote el villancico de feliz Navidad.
La Economía Solidaria lista
Por fortuna, cada día somos más conscientes de cómo, tras esos coloridos y brillantes envoltorios que rodean nuestros regalos, se esconden prácticas de explotación laboral y deterioro del medio ambiente, ante lo cual son ya muchas las personas y organizaciones que interpelan, especialmente en estas fechas, al consumo responsable. Y para que esto sea posible, para que podamos tener alternativas desde las que ejercer un consumo consciente, hace décadas que se viene desarrollando otra economía, una economía con valores, en sectores tan amplios y diversos como: la alimentación ecológica, la artesanía y el comercio justo, el textil y la decoración, el ocio y la cultura, la movilidad sostenible, todo tipo de insumos y proveedores básicos…, en definitiva una gran variedad de iniciativas que incluso se están articulando en los últimos años en redes como la del Mercado Social.
La ESS está, por tanto, lista para que la regales, permitiéndonos actuar en consonancia con los valores que predicamos. De este modo, además, estamos extendiendo el impacto de nuestro regalo, porque al comprar y regalar responsablemente, estamos también regalando de algún modo empleos estables y condiciones laborales dignas, fortaleciendo así el empleo local y reinvirtiendo en nuestros territorios. Estamos, así mismo, apostando por empresas democráticas y equitativas, contribuyendo a generar estructuras inclusivas y transparentes en nuestro entorno. Estamos promoviendo sistemas de producción y consumo sostenibles, respetando el medio ambiente y sus ciclos y procesos. Estamos favoreciendo relaciones de cooperación, promoviendo lógicas y prácticas solidarias y justas y un largo etcétera de impactos sociales y medioambientales beneficiosos que se derivan de unas buenas prácticas en materia de consumo.
De este modo, ante la pertinente pregunta de si es posible superar la contradicción que supone regalar (un hecho que ha de estar relacionado con el amor, el cariño o el respecto) con los efectos colaterales que tienen muchas de nuestras compras, la respuesta, la alternativa, no tiene por qué ser la enmienda a la totalidad; el rechazo a la generalidad de las fiestas, a encontrarnos, a celebrar y a regalar si nos apetece. Podemos, por el contrario, resistirnos a abandonar la festividad (ésta como cualquier otra) por el mero hecho de haber sido coptada, como casi cualquier momento y resquicio de nuestras vidas, por el capitalismo, y reconceptualizarla como nos plazca, dotándola del significado que realmente creamos (y queramos) que deba tener.
Ello supone, en cierta forma, virar del boicot más clásico al consumo responsable, términos en los que ya reflexionaba el año pasado Toni Lodeiro con motivo del Black Friday, otra cita de nueva cuña del consumismo más impulsivo y desmedido. Aquí también podemos apreciar cómo en los últimos años la respuesta de muchas organizaciones sociales ha ido reemplazando el boicot del día sin compras”, promovido de las formas más creativas durante años por Ecologistas en Acción, por otro tipo de actividades que buscan redirigir hacia alternativas éticas y sostenibles los hábitos de consumo, como hemos visto en la fiesta de consumo alternativo de Greenpeace de este año o el GreenFriday que promueven diversas organizaciones en varios países.
Porque cuando hablamos de consumo responsable, hablamos en primer término de cuestionarnos el propio acto de consumo, si necesitamos o no aquello que vamos a comprar, procurando poner en práctica también las múltiples opciones que nos brinda la reutilización o el reciclaje, así como incluso el "háztelo tú misma" que nos remite directamente a fórmulas de autoproducción. Se trata de partir de esta premisa básica de reducir el consumo a lo justo para, en caso de hacerlo, hacerlo de la manera más justa posible, dándole al dinero el verdadero poder que tiene: el de poder hacer, es decir, permitir a quienes se lo cedemos (con nuestro acto de compra en este caso) que desarrollen estructuras y realidades que redunden en el bien común y en la mejora de nuestras sociedades.
Hablamos, en definitiva, de hackear al capitalismo desde el capitalismo mismo, y vaciarle de contenido, como tantas veces él ha hecho con las luchas y movimientos sociales o con esas fiestas y prácticas sociales nuestras que no han podido escapar a la lógica de la acumulación y de la mercantilización extrema. Introducirnos, pues, cual caballo de Troya en las tripas del sistema, ese consumismo que lo alimenta y hace posible, queriendo superarlo, aunque pueda resultar paradójico, a través del consumo mismo; porque no es lo mismo consumir sin atender a criterios éticos y morales que hacerlo desde una conciencia responsable, sostenible y transformadora.
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