En el país de Desde Detrás
Una de las causas del desafecto democrático es la sensación inquietante de que no elegimos a servidores públicos, sino a futuros amos
TODOS NOS HEMOS ENFADADO mucho con el político Cosidó por jactarse de que los conservadores seguirían controlando “desde detrás” el meollo de la justicia española, al margen de la apariencia del pacto para renovar el Consejo General del Poder Judicial. El mensaje que se le atribuye puede verse como el paradigma de un triunfal y entusiasta sectarismo. “Ponemos un presidente excepcional”, decía, en referencia al magistrado Marchena. En la retórica de lo redundante, siempre me ha parecido estupenda la expresión “meridianamente claro”. Pues el pleonasmo de lo meridianamente claro parece que lo inventó el señor Cosidó cuando dice en su mensaje: “Ha sido una jugada estupenda que he vivido desde la primera línea”.
Sí, con el senador Cosidó se han enfadado todos, incluso sus compañeros. Aunque por el tono de algunos reproches deducimos que el enfado no obedece al contenido de lo que dice, sino a haberlo dicho. He ahí cómo un whatsapp ha convertido el gran pacto en un fiasco. Hay gente que rompe los espejos al mirarlos. Y el señor Cosidó, un peso pesado, que fue director general de Policía (2012-2016) y ahora ejerce de portavoz de la mayoría derechista en la Cámara alta, ha hecho añicos unos cuantos espejos importantes del patrimonio estatal. Eso sí, con “jugadas estupendas”.
Pero al margen de otras estupendas hazañas, el señor Cosidó pasará a la historia gracias a su whatsapp. Nuestro personaje es licenciado en Ciencias Políticas y doctor en Historia Contemporánea. Pues bien, ha sido el primer político-intelectual español que ha conseguido condensar en un mensaje de móvil toda una teoría del poder y, a la vez, definir una época histórica. El whatsapp de Cosidó será en el futuro un documento imprescindible para entender cómo se cortaba el bacalao y se llevaba el gato al agua en España bien entrado el siglo XXI. Servirá, por ejemplo, para ilustrar el genuino funcionamiento de la separación de poderes, una entelequia similar, con perdón, a la de la Santísima Trinidad: tres personas distintas y un solo Dios verdadero. El whatsapp de Cosidó, pese a la brevedad, va mucho más allá del acto de jactancia. Podía haber, y la había, la sospecha de que eso era así, pero lo que permite el mensaje es leer la letra invisible. Equivale a un manifiesto. El manifiesto Desde Detrás. Desvela, con el desparpajo del modernismo reaccionario, el sentido patrimonial del poder. Y el método para mantenerlo, aunque se haya perdido. La estrategia del Desde Detrás.
Decía Churchill que la gente guarda muy bien los secretos que no conoce. Por suerte para la humanidad, hay gente que no sabe guardar los secretos que conoce. Hay una relación íntima entre el secretismo y el autoritarismo. En la pulsión autoritaria, el poder quiere saberlo todo sobre los ciudadanos. En la época de la caza de brujas del macartismo, un agente del FBI preguntó a un investigado qué clase de música escuchaba. “Sinfonías”, dijo él. Al agente, la respuesta le pareció incompleta: “Sinfonías, sí, pero ¿en qué idioma?”. Por una parte, tratar de controlar al máximo a los ciudadanos. Por otra, tener un poder incontrolado.
Una de las principales causas del desafecto democrático es la sensación inquietante de que uno no elige a servidores públicos, sino a futuros amos. Quien tiene voluntad de amo, si no consigue imponerse desde delante, o el activismo democrático se lo impide, buscará la “jugada maestra” para mover los hilos en el lugar panóptico, donde no te ven y lo ves todo. Ese lugar llamado Desde Detrás.
De no conocerse el whatsapp, estaríamos en pleno operativo Desde Detrás. Revelado el secreto, roto el pacto, no se sabe muy bien dónde estamos, pero Delante tampoco estamos. No ha habido ninguna autocrítica. No parece estar en cuestión el sistema de juego. Seguimos al albur de esas “jugadas estupendas” para que nada cambie. El problema es cuando la estrategia del Desde Detrás se generaliza, se apodera de la atmósfera. En la última encuesta del CIS incluían una pregunta sobre la felicidad. Soy muy escéptico sobre esas encuestas de estado de ánimo. Cuesta mucho declararse infeliz. Y hay falsas felicidades, como hay falsas noticias. Pero aun así me sorprendió el alto porcentaje de personas que se declaraban bastante felices. Quizá me sorprendió por el contraste con el empeño que el sectarismo político pone en producir infelicidad. Desde Detrás, claro.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.