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Así manda una de las pocas hembras dominantes del mundo animal

Las hienas no vencen porque tengan mayor fuerza física, sino por la capacidad para construir coaliciones más numerosas

Dos hienas se aproximan a un tercer ejemplar, en actitud amenazante.
Dos hienas se aproximan a un tercer ejemplar, en actitud amenazante.Oliver Hoener / Leibniz-IZW

Los humanos tenemos una especial sensibilidad para las jerarquías y, por muy opresivas que nos resulten, solemos ser reticentes a hacer algo para revertirlas. Esa intuición, que se puede atribuir al trabajo de las élites para convencer a los subordinados de que asuman su papel de gregarios, también está presente en otros animales que saben que un orden bien establecido reduce la violencia en el grupo. Salvo en situaciones puntuales de crisis, en muchas especies que viven en sociedad, los que mandan suelen imponer su ley sin necesidad de utilizar la fuerza.

Uno de estos animales son las hienas que, además, son uno de los pocos casos entre los mamíferos en los que las hembras ocupan la cima del escalafón. Hasta hace poco, se atribuía la preeminencia de este sexo a sus características masculinas. Su tamaño es igual o mayor que el de los machos y hasta su clítoris podría confundirse con un pene. Sin embargo, parece que la fuerza no es la característica determinante para alcanzar el dominio en esta especie.

Cuando hay una pelea por la hegemonía, es habitual que se mate a las crías del grupo rival

En un artículo publicado esta semana en la revista Nature Ecology & Evolution, un equipo internacional de científicos explica cómo estudió los enfrentamientos entre 748 hienas a lo largo de 21 años en el cráter del Ngorongoro, en Tanzania. Después de separar los efectos de diversos rasgos en el resultado de los enfrentamientos, concluyeron que, cuando dos individuos pelean, el número de aliados con que cada uno de los contendientes cuenta dentro del grupo es el factor decisivo en la victoria. La hiena que más apoyos tiene vence en más de un 80% de sus enfrentamientos y esto sucede sin necesidad de que sus aliados participen directamente en el conflicto.

El dominio femenino de los grupos se debe a que en esta especie son los machos los que suelen abandonar su grupo para reproducirse. Las hembras permanecen en el clan donde nacieron y los machos entran en la nueva tribu en la parte inferior del escalafón. “En los bonobos, por ejemplo, las coaliciones suelen consistir en hembras solas contra machos, pero en otras especies, como las hienas moteadas o los babuinos, las coaliciones pueden estar conformadas por ambos sexos”, explica Oliver Höner, autor principal del estudio y jefe del Proyecto de Hiena Ngorongoro del Instituto Leibniz para la Investigación de Zoológicos y Vida Silvestre, en Berlín, Alemania. “Entre las hienas, los individuos con relaciones familiares estrechas se apoyarán entre ellos independientemente del sexo y los miembros de un clan se ayudarán contra los de otro clan, independientemente del sexo”, continúa. “En hienas, las coaliciones entre hembras podrían ser ligeramente más comunes que las mixtas o las de machos, solo porque habitualmente los machos abandonan su grupo natal en algún momento de su vida. Cuando entran en la nueva jerarquía, lo hacen desde lo más bajo y los individuos de rango inferior tienen menos amigos y reciben menos apoyos de otros miembros en su nuevo grupo”, concluye.

Otro aspecto interesante sobre el afianzamiento de las jerarquías es que, una vez establecidas, los individuos de más alto rango tienen más descendientes y los lazos de sangre son los más fuertes cuando se busca apoyo en una reyerta. Por eso, cuando la habitual estabilidad de poder en un grupo de hienas se ve sacudida por un golpe violento, no solo la hembra alfa se convierte en objetivo de la familia contendiente. En muchos casos, las crías también son aniquiladas para reducir el tamaño de una futura coalición de la madre. En algunas luchas menos cruentas, los pequeños son adoptados por los ganadores y se incorporan a su clan.

El control de la familia es clave para las pocas especies de mamíferos dominadas por hembras. Un caso extremo es el de los suricatos, una especie en la que una hembra monopoliza las labores reproductivas y suele reinar sobre un grupo en el que pare al 90% de los cachorros. Si otra hembra se atreve a reproducirse, la jefa del clan y sus secuaces asesinarán a los recién nacidos para mantener su dominio. Aunque el padre de casi todas las crías legítimas es un solo macho, su papel es completamente subordinado. Si la jefa le retira su apoyo, el rey será derrocado rápidamente por algún otro macho del grupo.

Casos como estos, o como los de los bonobos, nuestros parientes animales más cercanos junto a los chimpancés, se pueden tratar de utilizar para justificar ideas sobre cómo debe ser la sociedad. Los bonobos, en los que mandan las hembras y la violencia parece rara, se han utilizado para intentar justificar que nuestra naturaleza, sin la mácula de la civilización, puede ser feminista y pacífica. Sin embargo, como saben los científicos que conocen la historia de la primatología, lo que hoy sabemos sobre una especie puede quedar refutado mañana por nuevas observaciones.

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