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COLUMNA
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La capacidad de asombro es ilimitada

La resiliencia del apoyo a Trump no se explica solo por el apoyo de los trabajadores habitantes del corazón de la América profunda

Francisco G. Basterra
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, durante un discurso en la Casa Blanca.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, durante un discurso en la Casa Blanca.CARLOS BARRIA (REUTERS)

Primero, en octubre de 2016, no lo vimos venir; luego, confiamos en que la presidencia le conferiría la gravitas que no poseía; y más tarde, en que el Partido Republicano, el representante de Wall Street, el clásico partido conservador, anti aislacionista, le reconduciría a la moderación. Y, por último, que el sistema constitucional estadounidense de checks and balances (limitaciones y equilibrios), corregiría sus ocurrencias. En el Tribunal Supremo ha logrado introducir dos jueces vitalicios que pueden blindar una mayoría conservadora por décadas. Hoy, más de dos años después de su elección como el 45 presidente de Estados Unidos ninguna de estas razonables previsiones se ha cumplido.

Donald Trump ha roto el molde clásico de la presidencia. Miente una media de nueve veces al día. Redobla su campaña contra los medios de comunicación a los que llama “enemigos del pueblo”, borrando la frontera entre la verdad y la mentira. Rompe alianzas y tratados comerciales o nucleares, como El INF, firmado por Reagan y Gorbachov en 1987, que limitaba los misiles nucleares de medio alcance. Y reitera su admiración por los líderes fuertes, Putin, Xi, Erdogan, o los dirigentes saudíes.

América, primero, y también Trump, primero, sus intereses empresariales y familiares, haciendo tabla rasa de la separación de lo público y lo privado. El presidente y su desempeño del poder confirman que la capacidad de asombro de la humanidad es ilimitada. Porque Trump puede hacer todo esto y mantener un alto nivel de fidelidad entre sus votantes, que medirán las elecciones legislativas del 6 de noviembre. Está en juego su presidencia y la posibilidad de que repita un segundo mandato, o incluso más allá la del trumpismo, la amalgama de retórica populista y nacionalismo económico, sin Trump. No olvidemos Brasil, el Brexit y la pulsión nacional populista en Europa. Los comicios del 6N para renovar las dos cámaras del Congreso son un termómetro plebiscitario para el presidente más insólito de EE UU.

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Medirán el descontento, o no, con Trump, y la salud política del descentrado partido demócrata. La buena marcha de la economía es la principal baza para los republicanos. El 78% de los posibles votantes en los distritos claves donde se jugará la suerte de la elección el 6N califica la situación económica como buena o excelente. La resiliencia del apoyo a Trump no se explica solo por el apoyo continuado de los trabajadores, especialmente varones, blancos con pocos estudios, habitantes del corazón de la América profunda. A muchos otros les chirría su estilo, pero agradecen que cumpla sus promesas electorales.

El presidente alienta la polarización, utilizando la caravana de migrantes procedente de Honduras, en la que viajan, afirma sin prueba alguna, criminales y personas dudosas procedentes de Oriente Medio. Envía 1.000 soldados para detenerla y sopesa utilizar una orden ejecutiva para sellar por completo la frontera con México en una acción sin precedentes como traca final para galvanizar a sus bases y salvar la prueba del 6 de noviembre. Todo es bueno para el convento.

fgbasterra@gmail.com

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