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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Vudú contra el salario mínimo

En el modo neoliberal de concebir la sociedad, la pobreza es un mal incurable que, además, es responsabilidad del propio enfermo

Jesús Mota
Magdalena Valerio, ministra de Trabajo
Magdalena Valerio, ministra de TrabajoJAIME VILLANUEVA

Una de las causas pendientes de la historia es explicar la economía en términos psiquiátricos. Solo desde la psiquiatría pueden entenderse animadversiones tan feroces como las que suscitan los impuestos o la subida del salario mínimo (SMI) en algunos partidos políticos y en concentraciones de pensamiento económico liberal, hoy capturado por el neoliberalismo, de acampada permanente los salarios y el gasto social. Desde que el Gobierno anunció un acuerdo para subir el salario mínimo a 900 euros en el Presupuesto de 2019 se han disparado los análisis exquisitos de costes para concluir con la misma premisa de partida: la subida del salario mínimo encarecerá el factor trabajo, causará un gran daño a las empresas pequeñas y medianas y desincentivará la creación de empleo.

El vudú contra el salario mínimo parte de una premisa analítica. En términos sencillos, el trabajo está sometido a la ley de la oferta y la demanda; su encarecimiento desincentiva la contratación. Sin entrar en más consideraciones sobre esta tesis, después se complica al mezclarse con el paradigma neoliberal: los parados lo son porque quieren serlo. Podrían trabajar siempre que aceptaran el precio “del mercado”. Cualquier subida del SMI eleva el precio umbral a partir del cual los trabajadores, esos que están parados “porque quieren”, deciden que no trabajan. En el modo neoliberal de concebir la sociedad, la pobreza es un mal incurable que, además, es responsabilidad del propio enfermo. La psicosis paranoide llega cuando el ajuste salarial permanente se convierte o pretende convertirse en la única política de rentas posible.

Ahora bien, las instituciones más responsables defienden algo tan razonable como que el salario mínimo tiene que procurar algo más que la subsistencia; debe perseguir una vida decorosa. Así lo dice la Carta Social Europea. Ese nivel de vida puede cuantificarse: un salario neto que sea como mínimo el 60% del salario neto medio anual del país. En España, el salario mínimo es del 38% del salario medio anual.

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Posdata. Sindicatos, patronal y Gobierno decidieron a finales de 2017 situar el SMI en 850 euros mensuales en 2020. Ahora, Gobierno y Podemos pactan 900 euros en 2019. Aceptando que la subida del salario mínimo es correcta, sea a 850 o a 900 euros, la pregunta es ¿por qué esta propuesta no se hizo en el marco del pacto social?

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