El abrigo perfecto
La firma italiana Herno dio sus primeros pasos confeccionando gabardinas tras la Segunda Guerra Mundial. Hoy elaboran prendas de lujo con tejidos técnicos de alto rendimiento. Ligeros pero cálidos, impermeables y al mismo tiempo transpirables.
LA REGIÓN del lago Maggiore es una de las zonas más húmedas de Italia. Llueve al menos 100 días al año. Aquí se encuentra el único museo del mundo dedicado al paraguas. Y también el origen de una firma que dio sus primeros pasos confeccionando gabardinas hace ya 70 años. La fábrica de Herno se ubica en la pequeña localidad de Lesa, camuflada entre el follaje del bosque y junto al río Erno, que le da nombre. Claudio Marenzi, hijo menor del fundador, tomó las riendas de la empresa en 2005. Bajo su batuta, Herno ha comenzado a utilizar materiales deportivos en sus productos de lujo y se han introducido novedosas técnicas y diseños que la competencia no ha tardado en emular. A Marenzi le obsesiona que los tejidos alcancen su máximo rendimiento, lograr la prenda perfecta.
La empresa facturó 7 millones de euros en 2007. El año pasado, 96 millones
Giuseppe Marenzi fundó Herno tras la Segunda Guerra Mundial, en 1948. Él mismo había trabajado durante la contienda en una empresa de impermeables. En aquella época el tejido a prueba de agua se conseguía tratando el algodón con aceite de ricino, la misma sustancia que se utilizaba como combustible para los aviones militares. Los primeros productos comercializados por Herno fueron gabardinas. En los sesenta llegarían los abrigos de cachemir, los de doble capa y otras prendas como trajes y vestidos. También en esta época comenzaría la apertura de la compañía al mercado internacional. Herno fue una de las primeras casas italianas que abrieron una tienda en Japón en 1968. Un empresario nipón había llegado a la zona atraído por la fabricación de paraguas y descubrió el trabajo del señor Marenzi. En los ochenta alcanzaron el mercado estadounidense. Su buen hacer sedujo a grandes firmas de lujo que comenzaron a encargar a la manufactura italiana la confección de las prendas de abrigo de sus colecciones. Durante los noventa, la mayor parte de la producción de la casa italiana se elaboraba para terceros.
En 2005 Claudio Marenzi tomó las riendas de la empresa familiar y decidió dar un vuelco a la estrategia de negocio. El menor de los tres hermanos, que llevaba trabajando en la firma desde su adolescencia, apostó por potenciar la marca Herno. La decisión ha demostrado ser un éxito. En 2007 la empresa facturó 7 millones de euros. El pasado año esa cifra había crecido hasta los 96 millones de euros. “El valor de esta compañía es que somos una manufactura desde hace 70 años. Herno representa realmente el estilo italiano. Es necesario conocer esa historia para planear el futuro”, resume Marenzi, de 56 años. Las primeras innovaciones llegaron en 2008 con una línea de plumíferos realizados con tejidos muy ligeros cuyas plumas se inyectaban directamente en la prenda. Esa colección marcaría el nuevo rumbo de Herno y también uno de los mayores plagios que ha sufrido la firma.
Herno introdujo fibras que hasta entonces solo usaba la industria deportiva
En uno de sus habituales viajes a Japón, Marenzi se topó a la salida del aeropuerto con un anuncio gigante de Uniqlo en el que Orlando Bloom lucía un plumas idéntico a los confeccionados por la firma italiana. Arrastrando las maletas, tomó un taxi hasta una de las tiendas de la multinacional japonesa y allí encontró decenas de réplicas de sus plumíferos. “Estoy bastante orgulloso de que mis competidores nos copien. Significa que estamos haciendo las cosas bien”, explica el empresario.
El episodio no modificó los planes de Marenzi, que continuó con su búsqueda de la prenda perfecta. Ligera pero abrigado. Impermeable y a la vez transpirable. “La innovación está en nuestro ADN. En mi opinión, la calidad hoy día no está solo en la confección, sino también en el rendimiento de los materiales”. Por este motivo la firma introdujo en 2012 fibras que hasta entonces solo se usaban en la industria deportiva. Más tarde, para poder seguir adelgazando los tejidos introdujeron el sellado de las prendas con calor y pegamento. Cuanto más fina es una tela, más complicado es trabajar con ella. También implementaron las costuras con ultrasonidos o el corte de las telas con láser.
Beatricce, la jefa de las costureras, lleva 44 años en la empresa. Tan pronto repasa los pespuntes de una manga como maneja una termoselladora para rematar un abrigo. La sastrería tradicional y la tecnología más innovadora se encuentran en las manos de esta mujer y el medio centenar de modistas que trabajan a sus órdenes. Herno tiene otras dos factorías en Sicilia y Rumania, pero en la fábrica de Lesa es donde se diseñan las prendas y se crean los prototipos, más de 3.000 hasta la fecha. Hay un total de 180 trabajadores entre costureras, diseñadores y patronistas. El propio Claudio Marenzi tiene su despacho a escasos metros del traqueteo de las máquinas de coser. Una amplia sala con grandes ventanales por los que solo se ve bosque. Hay varios escritorios de madera de distintas épocas junto a las paredes. El de la secretaria de Marenzi, Monica, perteneció en su día al fundador de la empresa. El del propio Marenzi está custodiado por un maniquí con su uniforme de oficial del ejército y una diana. Hay plantas, papeles y cuadros por doquier.
Marenzi es un gran aficionado al arte. La fábrica de Lesa parece un gigantesco museo. La sala de costura, por ejemplo, está presidida por un cuadro de una mujer empuñando un fusil y un lema: Sisters, be strong (hermanas, sed fuertes). De esta pasión surgió una de las señas de identidad de la marca. Un gancho de acero y cuero del que cuelgan todas sus prendas en los escaparates de la firma y también en los anuncios. “Me pareció conceptual. No quiero dar a nuestro consumidor ningún mensaje de estilo de vida. Si te compras mis abrigos, serás más guapo, rico o inteligente”, explica. La intención del empresario es que la calidad de sus productos hable por sí misma. Otra de las obsesiones de Marenzi es la sostenibilidad. Todos los tejidos de sus modelos se pueden reciclar y sus fábricas producen toda la energía que consumen con placas solares. No podría ser de otra manera. Marenzi explica que toda su vida gira en torno al río Erno, el bosque y el lago Maggiore. “La mayor inspiración para mí es mi territorio”.
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