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MIRADOR
Columna
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Ninguna parte

Pedro Sánchez anda, como Zapatero, dando algunos tumbos con lo de la Memoria

Jorge M. Reverte
Explanada del Valle de los Caídos, en San Lorenzo de El Escorial.
Explanada del Valle de los Caídos, en San Lorenzo de El Escorial. Samuel Sánchez

Agosto se va, inevitablemente. Deja, también de forma inevitable, un cierto tufo de necesidad, cuando no la hay en absoluto, de hacer balance. Yo prefiero pensar en que ha sido un tiempo para hacer alguna reflexión, porque lo del balance me suena a trabajo. Manías.

Y he llegado a una conclusión importante, ayudado por una deliciosa relectura, la del libro Trieste, el sentido de ninguna parte (Gallo Nero, 2017), de Jan Morris, que me ha llevado a darle vueltas a lo del significado de los lugares. Algo que es más que pertinente en la Europa de hoy.

Para otro agosto dejo lo de pensar si este libro podría haberlo escrito un hombre, si Jan Morris habría sido capaz de componer este libro, que me atrevo a llamar ejemplar en el sentido cervantino del término, si hubiera conservado su identidad fundamental de hombre.

Lo del significado de los lugares lo ha traído a la actualidad Pedro Sánchez, al querer convertir el valle de Franco en un cementerio civil. Parece idea de Zapatero. Es mejor lo que dice Casado, del PP, que aboga por dárselo a la Iglesia. Se puede cambiar por la mezquita de Córdoba, aunque esta va sin muertos, que le gustan tanto a los católicos.

El problema de la Iglesia es que muy pronto va a estar en derribo, después de que, por fin, se haya demostrado que en su seno anidaba una banda de violadores de niños a la que nadie se atrevía a chistar. Un secreto a voces, que conocíamos más o menos todos los que hemos ido a colegios de curas.

¿A quién le encomendamos la custodia de los miles de muertos, entonces? No tengo ninguna idea que aportar, salvo la de que nuestro Congreso de los Diputados se diera a sí mismo la capacidad de declarar lugares como de “ninguna parte”.

Es imposible encontrar otra salida airosa para el valle de Franco. La única vía sería bombardear aquello, y siempre había protestas, o hacerlo una “ninguna parte”, porque, si no, el dictador, aunque sus huesos sean expulsados de allí, va a seguir dando significado al valle.

Pedro Sánchez anda, como Zapatero, dando algunos tumbos con lo de la Memoria. Hay que ayudarle, para que se pueda desentender de eso y mejore lo de Cataluña antes de que Joaquim Torra les monte unas jornadas sobre inmigración en Barcelona a sus correligionarios Matteo Salvini y Viktor Orban.

Sería un buen comienzo lo de darle existencia legal a lugares de “ninguna parte”, como Jan Morris ha sentido a Trieste. Valle de Ninguna Parte.

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