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Tribuna
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Segunda oportunidad

El Gobierno de Pedro Sánchez debe recapacitar y escuchar lo que piden sus aliados

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno
Pedro Sánchez, presidente del GobiernoALVARO GARCÍA

En política, como en la vida, rara vez tenemos una segunda oportunidad para hacer las cosas bien. En algunas ocasiones, sin embargo, las circunstancias nos ponen nuevamente ante la misma tesitura.

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Este es precisamente el caso del techo de gasto elaborado por el Gobierno. El Congreso lo rechazó a finales de julio, con la abstención de todo el bloque que apoyó la moción de censura, salvo el PNV. Sin embargo, la Ley de Estabilidad Presupuestaria establece que el Gobierno debe remitir a las Cortes una nueva propuesta en el plazo de un mes. Debemos aprovechar esta segunda oportunidad y hacer un esfuerzo para llevar el barco a buen puerto. Pero clarifiquemos antes la situación.

Unidos Podemos se abstuvo en la votación del techo de gasto por dos motivos. En primer lugar, porque la propuesta del Gobierno es excesivamente continuista con la política fiscal del Partido Popular. Curar las heridas que los recortes han dejado en nuestra sociedad exige una iniciativa más ambiciosa en materia de gasto e inversión. Exige además romper el candado con el que la Ley de Estabilidad asegura la pervivencia de la austeridad fiscal —el veto del Senado—, así como reformar profundamente la Regla de Gasto para permitir que los Ayuntamientos dispongan de sus propios superávit. La coalición que sacó a Rajoy de La Moncloa tiene sentido si sirve para cambiar las cosas, también en lo económico.

La abstención de Unidos Podemos en la votación del techo de gasto no fue un “no”, sino una invitación honesta pero firme para hacer las cosas bien

Pero hay un segundo motivo que explica nuestra abstención. Este Gobierno, en el poco tiempo que lleva en La Moncloa, ha dado claras muestras de no saber y, quizá, no querer escuchar a sus socios parlamentarios. De ahí su soledad actual en el Parlamento.

Construir apoyos sólidos para llevar la acción de gobierno a un terreno inequívocamente progresista, que demuestre que efectivamente son posibles nuevos avances democráticos para este país, exige hilado fino y no brocha gorda. Hacer política con y desde el Parlamento, dado que el Gobierno cuenta solo con 84 diputados, significa tener que hablar mucho, negociar mucho y acordar mucho.

¿Qué cambios tributarios contempla el Gobierno para fortalecer los servicios públicos fundamentales, y para terminar con los privilegios fiscales de los que disfrutan las élites económicas? ¿Cuál es su detalle, más allá de los grandes titulares? ¿Qué recaudación adicional se deriva de dichos ingresos y en qué medida se incluyen estos en el techo de gasto remitido a las Cortes? Ni la prensa ni la ciudadanía saben hoy responder a estas preguntas. Pero tampoco el equipo económico de Podemos.

Es normal que, en estas circunstancias, ningún potencial aliado quiera dar un cheque en blanco a este Gobierno. Se acabó la época de los trágalas en la política española: los acuerdos han de negociarse.

A Pedro Sánchez le gusta hablar de Portugal, donde gobierna el Partido Socialista apoyado por el Bloco de Esquerda y la Coalición Democrática Unitaria. Este acuerdo es algo inédito, dado que estas tres fuerzas de la izquierda han mantenido una histórica rivalidad. Haciendo de la necesidad virtud, los tres partidos han logrado articular un Gobierno estable —la geringonça— capaz de revertir algunos de los recortes más lesivos que la troika le impuso al país. Pero este acuerdo ha exigido una nueva forma de relacionarse entre los actores, leal y sin imposiciones. Trasladar el ejemplo a España exige trasladar los métodos y no pensar que se tiene mayoría absoluta cuando no es así.

Pedro Sánchez cometería un error si olvida que no ha llegado a La Moncloa por méritos propios, sino por acuerdos plurales con diversas fuerzas políticas y sectores sociales. Para no defraudar las expectativas que la ciudadanía progresista ha puesto en la moción de censura, y en el anunciado cambio de rumbo, el Gobierno debe recapacitar y escuchar lo que piden sus aliados. Especialmente en este momento, cuando el diálogo en torno al techo de gasto anticipa otro de mayor calado, sobre el que todos tenemos una enorme responsabilidad: los Presupuestos Generales del Estado.

El Gobierno tiene otra alternativa. Puede no negociar, plegarse y adoptar directamente la senda de reducción del déficit que Rajoy dejó pactada en su día con Bruselas, muy restrictiva. Para el PSOE quizá sería lo más fácil, pero para nuestro país sería un tremendo lastre. La abstención de Unidos Podemos en la votación del techo de gasto no fue un no, sino una invitación honesta pero firme para hacer las cosas bien. Esta vez sí tenemos una segunda oportunidad. Aprovechémosla.

Nacho Álvarez es secretario de Economía de Podemos y profesor en la Universidad Autónoma de Madrid.

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