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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sí, es verdad, la Constitución solo tiene madres. ¿Y?

Solo un cambio social real terminará por imponer de manera natural un lenguaje distinto

Gabriela Cañas
Panorámica del salón del plenos de la Real Academia de la Lengua Española, RAE.
Panorámica del salón del plenos de la Real Academia de la Lengua Española, RAE.Gorka Lejarcegi

El debate sobre el lenguaje inclusivo empieza a ser cansino. La iniciativa del Gobierno de pedir a la Real Academia Española una revisión del texto constitucional no refleja tanto el interés por fomentar la igualdad como la voluntad de sumarse al carro de lo políticamente correcto. Reputadas expertas vienen señalando que culpar a la gramática de sexismo es desviar el tiro y, de paso, romper las reglas básicas del lenguaje, que, por definición, tiene por principal misión el fácil entendimiento entre hablantes. Está bien perseguir la igualdad entre mujeres y hombres, pero en este contexto solo un cambio social real terminará por imponer de manera natural un lenguaje distinto.

Los ejemplos de esa evolución son numerosos. Hace tiempo que en España, como en otros países, los derechos de la mujer han sido sustituidos por los derechos humanos. Y son ya muy pocas las escritoras y articulistas que achacan problemas o soluciones a “la mano de la mujer”, una fórmula que antes englobaba —y así lo entendía todo el mundo— a mujeres y hombres. Hoy, ciertamente, este tipo de fórmulas suenan excluyentes y es mejor evitarlas. Ahí está todavía la exposición de arte sacro bautizada como Las edades de la mujer, que es imperativo cambiar. La lengua española es poco sexista y, de hecho, el sistema ha admitido duplicaciones a medida que los hombres se han ido incorporando a la esfera laboral y han ocupado cargos de poder. La capitana tiene su correspondencia con el capitán, de la misma manera que la directora la tiene con director, mientras otras categorías más neutras han permanecido sin problemas sin su doble: corresponsal, edil, juez o teniente.

El problema es forzar duplicidades artificiosas y tediosas y confundir el género gramatical con el sexo, lo que induce a pensar que el genérico femenino responde también a esa discriminación sexual. Porque lo cierto es que cuando se habla de ciudadanas todo el mundo comprende que en ese concepto están incluidos los hombres y es absurdo hablar de Consejo de Ministras y Ministros porque la institución siempre ha sido Consejo de Ministras. “Las lenguas se rigen por un principio de economía”, ha explicado la directora de la RAE. “El uso sistemático de los dobletes, como miembra y miembro, acaba destruyendo esa esencia económica. Las falsas soluciones me parecen absurdas y ridículas”. Sí. Es ridículo y el ejemplo que cita la directora de la RAE no puede ser más ilustrativo, dado que una de las acepciones del término miembro hace referencia al aparato genital masculino. También es impensable que un varón se irrite por preguntarle sobre sus madres, porque entenderá que quien lo hace se está interesando por su madre, pero también por su padre.

Se alega que la Constitución solo tiene madres. Es cierto. En 1978 no participaron oficialmente varones en su redacción. Es muy dudoso, sin embargo, que tal circunstancia exija una revisión de sus principios —más allá de la herencia de la Corona y otros asuntos— y de sus fórmulas lingüísticas. Lo importante es reconocer que con esta Constitución las políticas que abandera el vicepresidente del Gobierno y ministro de Igualdad se aceleren y que instituciones como la Academia de la Lengua abran las puertas a más señores. Que solo haya ocho frente a 36 académicas es insultante.

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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