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Cada vez más ciberactivistas africanos en lucha contra los dictadores

El movimiento Africtivistes se reúne en Burkina Faso para ofrecer su cooperación con la sociedad civil y las administraciones públicas y ofrecer propuestas para la mejora de la democracia

El primer encuentro de Africtivistes, celebrado en Dakar en 2015.
El primer encuentro de Africtivistes, celebrado en Dakar en 2015. Carlos Bajo Erro
Carlos Bajo Erro
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“Queremos demostrar que no somos simplemente opositores, que no solo luchamos contra los dictadores, sino que además proponemos soluciones. Nuestra labor tiene que ver con la contestación responsable, con la observación, con la vigilancia, pero, al mismo tiempo, también con la proposición”. Así resume el senegalés Cheikh Fall, uno de los principales impulsores de la organización de ciberactivistas africanos Africtivistes, el nuevo rumbo que busca tomar este movimiento panafricano. Después del debate y la definición interna, los miembros de esta amplia red pretenden buscar complicidades, tanto con las autoridades, cuando sea posible, como con otras organizaciones de la sociedad civil, sin hacer ninguna concesión a aquellos Gobiernos que no respetan los derechos humanos o ponen trabas a la democracia. Los días 22 y 23 de junio terminarán de perfilar esta nueva estrategia en un encuentro que reunirá a cerca de dos centenares de participantes en Ouagadougou, la capital de Burkina Faso. Alrededor de 150 serán ciberactivistas llegados de una cuarentena de países africanos, los otros 50 son personas de diferentes sectores de la sociedad burkinesa invitadas acercarse.

Se trata de la segunda reunión de esta organización que se autodenomina “liga de ciberactivistas africanos” y que se constituyó formalmente en Dakar en noviembre de 2015, a pesar de que los lazos que unen a algunos de sus miembros funcionaban extraoficialmente desde hacía años. Aquel primer encuentro celebrado en la capital senegalesa pretendía institucionalizar esos vínculos y dar a la amplia red de contactos una existencia más consistente. Ese es el cambio fundamental en relación con este segundo encuentro. Como explica Fall, la reunión de 2015 tenía un carácter más interno. “Esa primera cumbre era un encuentro entre nosotros mismos para reflexionar sobre cómo trabajar y organizarnos, sobre lo que queríamos ser. No aceptamos a actores externos. Pero entre 2015 y 2018 han pasado muchas cosas y estamos en un proceso de co-construcción. Por eso ahora buscamos explicar lo que hacemos y encontrar la forma de relacionarnos con el resto de actores”.

Para Fall, la evolución en estos dos años y medio tiene más que ver con el proyecto que con la estructura. “Seguimos siendo una red ramificada, una organización panafricana”, precisa. Sin embargo, durante este tiempo la organización se ha preocupado más del refuerzo de capacidades en relación con “cuestiones relacionadas con los derechos, con la rendición de cuentas o con las reivindicaciones”, y paralelamente han puesto el acento en las cuestiones de ciberseguridad de los activistas y también de la sensibilización en relación con el compromiso político en contextos de falta de derechos. A modo de ejemplo, el activista recuerda el compromiso de militantes vinculados a Africtivistes durante las últimas elecciones en Gambia que desembocaron en la caída del dictador Yahya Jammeh. “Llevábamos años trabajando en Gambia. No se trata de decir que Jammeh ha desaparecido gracias a nosotros, pero nuestro trabajo ha sido una aportación más y ha recogido sus frutos”. La red se ha implicado, igualmente, en otros contextos complicados como Chad, Camerún o Togo, además de otras iniciativas de formación en países menos calientes de la región.

Ser activista no es necesariamente ser un disidente que rechaza el diálogo o el debate. En estos días queremos presentar a las administraciones lo que hacemos y lo que somos, para que no nos tomen por adversarios Cheikh Fall,  Africtivistes

Ante este segundo capítulo llega el momento de hacer balance de las tareas que se propusieron durante su reunión fundacional. En 2015, estos apasionados de la tecnología se plantearon como objetivo “construir una red dinámica de actores comprometidos alrededor de un ideal de consolidación de la democracia”. “Voilà”, dice Fall de manera simbólica y con mucha satisfacción. Un segundo objetivo había sido que Africtivistes se convirtiese en uno de los principales actores de influencia en África. A pesar de lo extenso (y lo ambiguo) de este segundo objetivo, algunos de los resultados obtenidos en sus campañas les hacen darse por satisfechos. También consideran que han cumplido el tercer objetivo, que consistía en ampliar la red a comunidades de otros países. “En esta edición tendremos asistentes de países que no estuvieron presentes en nuestra primera reunión como Guinea-Bissau, Mozambique, Malaui o Seychelles, y de otro que comparte valores africanos pero que no está en el continente, como Haití”, comenta Fall. Pero dentro del balance también hay tiempo para la autocrítica. “Nos propusimos alcanzar la condición de observadores de la Unión Africana, pero no lo hemos conseguido, aunque sí que somos sus colaboradores en algunas actividades”, señala el activista senegalés.

Durante estos dos días, los activistas tienen el compromiso de debatir sobre diferentes cuestiones relacionadas con el triángulo formado por la democracia, la ciudadanía y la tecnología. Con el telón de fondo de la democracia digital, el encuentro pretende buscar las fórmulas de colaboración entre sociedad civil, ciberactivistas y actores políticos. En el programa hay espacio para la participación social y política, el papel de la sociedad civil, el uso de las herramientas digitales y de los medios sociales para construir una nueva ciudadanía y espacios de mayor democracia, las particularidades de la sociedad de la información en África, la protección de quienes denuncian irregularidades o violaciones de los derechos humanos, el papel de las mujeres en este contexto innovador y de transformación social, además de la exploración de realidades como el Open Data, la Civic Tech o herramientas digitales concretas. Y de la misma manera están muy presentes los debates entre diferentes actores para explorar las fórmulas de relación tanto con las autoridades como con otras organizaciones de la sociedad civil. En todo caso, el punto de partida es la existencia de contextos bien diferentes entre los participantes: “En países como Burkina Faso o Senegal, hay proyectos impulsados por el Estado que implican a activistas, pero también hay otros países donde se desarrollan conjuntamente entre la administración y la sociedad civil iniciativas de gobierno abierto. En todo caso, hay situaciones en las que la sociedad civil lanza proyectos que el Estado desconoce y otros en los que el Estado no cuenta con la sociedad civil. Por eso es importante intentar establecer un espacio de intercambio”.

Fall se plantea algunos retos: “Hay que fomentar un activismo responsable, pero las autoridades tienen que aceptar nuestro compromiso”. Es consciente de la dificultad para “imponer” un compromiso con la democracia a Gobiernos que no respetan los derechos fundamentales, pero eso no le hace desistir. Parece que la realidad le muestra la necesidad de mantener esta línea de trabajo y tiene un recuerdo para la reciente muerte en circunstancias sospechosas de Luc Nkulula, uno de los fundadores del movimiento congoleño Lutte pour le Changement (Luche). En esa misma línea, reclama “la fuerza de choque de Africtivistes”, pero no en un tono belicoso, sino tratando de ser constructivo: “Es una red que impulsa causas diversas en favor de la democracia en África”.

Este encuentro pretende poner de manifiesto una forma de funcionar muy particular que tiene que ver con esa voluntad de transformación desde posiciones de colaboración, pero sin olvidar cuáles son los límites de esta actitud conciliadora. “Ser activista no es necesariamente ser un disidente que rechaza el diálogo o el debate. En estos días queremos presentar a las administraciones lo que hacemos y lo que somos, para que no nos tomen por adversarios. Tienen que entender que es esta juventud la que tendrá en sus manos el destino y las decisiones del continente dentro de una década”, señala el fundador de la red de ciberactivistas. Sin embargo, a partir de la experiencia de todos estos militantes, la organización no puede perder de vista las situaciones de violaciones de los derechos más básicos. “Vamos a llamar la atención sobre todos esos enemigos de la libertad de expresión, sobre todos esos presidentes que combaten a los activistas, que les meten en la cárcel o les asesinan, que bloquean las redes sociales o censuran la comunicación. Queremos hacer entender que esa no es la solución, pero también que no nos rendiremos, ni dejaremos de combatirlos, que comprendan que no si continúan así nos van a tener delante”.

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Sobre la firma

Carlos Bajo Erro
Licenciado en Periodismo (UN), máster en Culturas y Desarrollo en África (URV) y realizando un doctorando en Comunicación y Relaciones Internacionales (URLl). Se dedica al periodismo, a la investigación social, a la docencia y a la consultoría en comunicación para organizaciones sociales.

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