Estas mujeres tienen un plan y piensan llevarlo a cabo
Natalie Tingo, Taffan Ako y Shwetal Shah han sido seleccionadas por la Unión Europea como algunas de las líderes más influyentes de 2018. La ablación, la digitalización y la esclavitud son sus objetivos
A una edad a la que normalmente uno está decidiendo qué hacer con su vida Natalie Tingo (Kenia, 1993) estaba fundando una organización que aspira a acabar con la mutilación genital femenina en solo una generación. "Si yo tengo una hija y no le transmito esa tradición, ya estoy acabando con ella. Esto es lo que pasará si formamos a los niños y jóvenes de hoy", afirma con rotundidad. A eso se dedica Msichana Empowerment Kuria, a luchar contra los abusos y agresiones a las niñas y el matrimonio infantil. Tingo ha sido elegida como una de las 16 jóvenes más influyentes del año por la Comisión Europea. Líderes globales destinados a encabezar los cambios sociales del mañana.
A principios de junio, Bruselas se convirtió en el punto de encuentro de estas figuras relevantes en el campo del activismo y la lucha por los derechos humanos. La mayor parte de los líderes son mujeres con un plan y una determinación por llevarlo a cabo. La organización de Tingo, por ejemplo, realiza cursos extraescolares para niños en pequeñas comunidades del sur del país y charlas con jóvenes y adultos para eliminar mitos sobre la ablación y fomentar valores de igualdad en un país en el que el 21% de las niñas sufren la ablación. "Mi padre era activista contra la mutilación y mi madre pertenecía a otra comunidad que no la practicaba, por eso yo me libré, pero aún así no me sentía segura en mi pueblo donde a los 10 años las niñas ya están normalmente casadas, han abandonado el colegio y están preparadas para empezar a tener hijos".
La defensa de la igualdad también es la lucha de Taffan Ako (Irak, 1994). Ella abandonó su pueblo natal en 1997, con solo tres años, huyendo de la represión de Sadam Hussein a los kurdos. "La situación se volvió muy peligrosa, varios familiares murieron y mi padre vio cómo ejecutaban a su propia madre". Su familia se instaló en Suecia donde ella creció como una europea más. Con 11 años pudieron volver por primera vez a su pueblo y su sorpresa llegó cuando su padre y su abuelo le prohibieron bañarse en el lago junto al que hacían picnic en bikini. "Es la cultura aquí, tienes que ponerte el traje que te cubre todo para poder ir al agua", le dijeron. Ella escenifica la contrariedad que le supuso encontrarse con esa restricción: "Eso no es lo que me han enseñado, nunca me he cubierto para bañarme", replicó.
Cada verano regresaban al Kurdistán iraquí y se repetían escenas de este tipo y con los años se fue haciendo más consciente de las diferencias entre hombres y mujeres en su país de origen. "No me producía enfado, si no más bien curiosidad". Una curiosidad que le llevó a trasladarse en su país natal con 18 años y a instalarse con su tío abuelo, con el que mantuvo numerosas conversaciones. "Yo no digo que la cultura sea correcta, digo que es la que tenemos", le respondía él. La respuesta a muchos de sus interrogantes la encontró cuando fundó en 2015 su organización EmpowHERment, dedicada a apoyar a las mujeres víctimas de trata y a aquellas que han sufrido la esclavitud en manos del Daesh.
Desde su fundación da talleres a estas mujeres para proporcionarles educación sobre asuntos cotidianos como higiene o formación en derechos humanos. También organiza terapias de grupos para ayudarles a superar los traumas causados por la explotación a la que han sido sometidas. "Sigo buscando respuestas, pero una de ellas es que algunos hombres se sienten intimidados por la libertad de las mujeres".
"Yo no digo que la cultura sea correcta, digo que es la que tenemos". Es lo que le respondía su tío abuelo a Taffan Ako cuando le preguntaba por qué ella tenía que taparse para bañarse
Ni su familia ni los profesores fueron capaces de solventar las dudas de Shwetal Shah (India, 1994). Su destino no estaba en el mundo de la programación, sino en las oficinas de un banco, como querían sus padres. Sin embargo, decidió marcharse a Reino Unido donde estudió informática y consiguió trabajo en una compañía tecnológica. Al poco tiempo, comenzó a organizar charlas mensuales con mujeres en el mundo de la ciencia y la tecnología. Con estos talleres dio forma a un documental para fomentar la presencia femenina en este campo. "Todos conocemos a Steve Jobs y Marck Zuckerberg, pero en lo que se refiere a mujeres en el mundo de la ciencia nos quedamos en Marie Curie. Cuando empecé a trabajar en mi empresa, era una de las pocas mujeres y eso me hacía sentirme aislada, por eso puse en marcha esta iniciativa", apunta.
Su modo de cambiar el mundo es conseguir que cuando otra chica acceda a un puesto como el suyo, no se sienta sola. Ahora se dedica a diseñar videojuegos que enseñan a los niños a programar a base de superar pruebas y niveles. Su foco está puesto en las niñas.
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