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MIRADOR
Columna
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Escobilla

Donde los japoneses se hacen el harakiri los españoles aceptan el orujo de la casa

David Trueba
Mariano Rajoy en el Congreso en la moción de censura presentada contra el PP.
Mariano Rajoy en el Congreso en la moción de censura presentada contra el PP.ULY MARTÍN

Si la moción de censura que terminó con el Gobierno hubiera sido fraguada por Mariano Rajoy, aún hoy estaríamos escuchando los elogios a su temple de estratega y la sabiduría gallega del que juega sus cartas sin mover un músculo de la cara. Pero la audacia de Pedro Sánchez no parecía corresponder con el que en el reparto de papeles le había correspondido, el de maniquí. A Sánchez no se le acabó la gasolina tan rápido como presagiaban los veteranos socialistas, sino que ha sabido poner sus urgencias personales al servicio de las urgencias de los demás. Ahora veremos si aprovecha el año de gobierno, porque si nadie lo remedia conocemos el porvenir. Así como la fallida separación de Escocia condenó al Parlamento del Reino Unido a ser por una década de dominio conservador, también el movimiento secesionista catalán, como anuncian las encuestas, propiciará una década de Gobiernos en España bajo el entendimiento enfurruñado de Ciudadanos con lo que sobreviva del PP.

Rajoy era el mejor nadador en nuestra turbia piscina política. Pero llevaba una mochila de piedras a la espalda. Cuando ordenó poner una querella a este periódico por publicar los papeles de Bárcenas se pensó invencible. Cuando la retiró unas semanas después, torcido por la realidad, se imaginó impune. Durante la moción de censura se descubrió humano y, como todo humano, solo encontró refugio en la larga sobremesa entre amigos que precedió a su destitución. Donde los japoneses se hacen el harakiri, los españoles aceptan el orujo de la casa. Fue curioso que en los días en que Sánchez armó la contabilidad para su acceso a la presidencia hallaran en Turquía una pierna de alguno de los bravos soldados españoles que murieron en el Yak-42. Federico Trillo aún mantiene sueldo oficial, tras el exilio dorado en Londres con el que le premió Rajoy por dejarle atado el frente judicial. Pero siempre acaba por haber alguien que hace su trabajo con empeño y honestidad y arruina el plan.

A estas alturas de la tertulia televisada, Pedro Sánchez ya debe ser culpable de poner las bombas de Atocha, después de romper España, pactar con terroristas y arreglarse con el PNV. Si Sánchez rompió las defensas numantinas del PP fue por su lealtad durante los meses anteriores de crisis nacional. Se labró ahí un perfil maduro, optó por el cuajo en lugar de la frivolidad. Algunos niegan al diseño de su moción de censura el valor de obra de arte. Puede ser. Pero con la escobilla del váter no se pintan Las meninas. Sirve para otras cosas.

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