Cuando los pequeños asaltan la cima

ESTAR EN la calle Serrano de Madrid es para unos pocos. Tener algo que vender y conseguir unos metros de ese suelo es hacerte con un lugar en la cumbre. Algo que no es solo cuestión de dinero, sino más bien de no tener miedo ni prejuicios. Todo esto lo conoce bien Ana Carrasco, la creadora junto con su pareja, Jaime Lara, de Malababa, un firma 100% española de zapatos, bolsos y otros complementos, que empezó hace 20 años vendiendo desde su casa.

Ana habla y se mueve con una energía contagiosa. “Estudié Farmacia y venir de ciencias es muy creativo. Siempre estaba diseñando algo, bolsos de tela o transformando una sandalia muy cursi. Un día, durante un viaje en coche, con unos abalorios que me sobraban hice unos pendientes con un hilo de nailon y un mechero. Por la noche, todo el mundo me pidió unos”. Su pareja, “él es el emprendedor”, puntualiza ella, vio el filón. Empezaron a vender sin marca hasta que alguien les propuso llamarse Malababa. Y les gustó. “Nos pareció una ironía”. Desde entonces han abierto seis tiendas en España y la web. Y sus zapatos han compartido escaparate con Stella McCartney en Barneys, en Nueva York, y en Opening Ceremony.
Hasta ahora, las tiendas las montaban ellos mismos con muebles de segunda mano. Pero para esta de Serrano decidieron ponerse en otras manos. Un día Ana, desesperada porque ningún diseñador la convencía, entró en la web de Ciszak Dalmas. Este estudio, formado por Alberto Gobbino y Andrea Caruso, ya había asaltado antes la cotizada calle al diseñar la tienda de Max & Co, junto al arquitecto Matteo Ferrari. Aparte han colaborado con Inditex y Missoni, entre otras firmas notables. Ciszak, como Malababa, son pequeños en el mejor sentido, solo trabajan con artesanos españoles y utilizan materiales austeros, ecológicos. Así que el éxito llegó solo.

“Ha sido uno de los trabajos más fascinantes porque los clientes han participado mucho en el proceso”, cuenta Gobbino, que llegó desde su Italia natal en 2007 para hacer un máster en el IED, junto a su socio, y aquí se quedaron. “Nos gustó que esta marca joven apostara por ese tramo de calle un poco tabú, cerca ya del Retiro y con tiendas diferentes, como Tesla. En Madrid se necesita gente así”. En el local, antes una casa de subastas, entró estuco de arcilla de Galicia, caliza de Alicante y, para las dos magníficas celosías, ladrillos de barro de Toledo. Y las cortinas, de piel. Resultado, “todo tiene un discurso coherente y demostramos que un pequeño puede”.
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