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Columna
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Excepcionalidad americana

EE UU defiende su política extraterritorial y coercitiva en defensa de la libertad

Juan Jesús Aznárez
El presidente Donald Trump a su llegada a la base aérea de Maryland, Estados Unidos.
El presidente Donald Trump a su llegada a la base aérea de Maryland, Estados Unidos.MANDEL NGAN (AFP)

La doctrina de la excepcionalidad de Estados Unidos asusta bastante aunque se proclame subrayando que sus políticas son extraterritoriales y coercitivas en defensa de la libertad y la igualdad de derechos, principios fundacionales de la nación americana. Barack Obama dijo que Estados Unidos es único y excepcional, y lo repite Mike Pompeo, cuyas convicciones atemorizan más por la biografía del dicente. El todavía director de la CIA pertenece a la facción más conservadora del republicanismo, y defendió las posiciones ultras del Tea Party, y el ahogamiento simulado durante el interrogatorio de sospechosos de terrorismo.

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Acotando en sus justos términos el alcance de la ríspida analogía, los nazis proclamaban que eran arios y que la raza aria era superior a las demás por ser única y excepcional. Soldados de ojos azules, pelo rubio y piel blanca; altos, esbeltos, de mandíbula cuadrada. Se engancharon al esoterismo para justificar su derecho a expandir el Tercer Reich por países con pobladores que consideraban inferiores, casi subhumanos.

A mediados de mes, el nominado secretario de Estado justificó el intervencionismo militar norteamericano aludiendo al privilegio nacional, al derecho a interactuar con el mundo sin más cortapisas que las establecidas en los mandamientos de la singularidad. Lo dijo en la audiencia de confirmación del cargo ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, tras ser preguntado por el senador Tim Kaine. Rusia también es única, pero no excepcional. En realidad, la afirmación de Pompeo no pasa de ser un derivado del destino manifiesto: la meta trascendente de EE UU es hacer valer la voluntad de Dios en la Tierra.

El encargo es creído a pies juntillas por la mayoría de los norteamericanos, demócratas y republicanos, y sobre todo por las clases dominantes. El principio establece que EE UU está destinado por la Providencia a ser la policía del mundo, o algo parecido. La frase “destino manifiesto” apareció por primera vez en un artículo del periodista John L. O’Sullivan, en 1845, en la revista Democratic Review de Nueva York, a propósito de la anexión de Texas. La doctrina del destino manifiesto tiene cierto paralelismo con la creencia judía de que Israel es el pueblo elegido por Dios. En Estados Unidos, la separación de Iglesia y Estado no impide la acendrada dimensión religiosa de su clase política; la Declaración de Independencia contiene cuatro referencias al Sumo Hacedor, y, sin citar ningún culto, el primer discurso presidencial de George Washington incide en la fe.

La excepcionalidad de Estados Unidos fue ejercida en América Latina y otras latitudes apoyando dictaduras castrenses e invadiendo países. Hace dos siglos, Simón Bolívar aventuró que el vecino del norte parecía destinado a plagar América de miseria en nombre de la libertad. El emancipador se equivocó. Las culpas del endémico atraso latinoamericano corresponden a los gobernantes criollos, incapaces de construir Estados de derecho. Todos incumplieron los preceptos constitucionales de justicia y libertad. Roguemos a Dios para que Pompeo incumpla los suyos.

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