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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Dos de Mayo sin Cifuentes

La presidenta de Madrid no tiene que renunciar a su título, sino a su cargo

Cristina Cifuentes.
Cristina Cifuentes.Claudio Alvarez/EL PAIS

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Cristina Cifuentes ha pasado de relatar detalladamente cómo defendió el trabajo de fin de máster en la Universidad Rey Juan Carlos a renunciar a su título porque no le sirve “de nada”, porque “ya” no lo quiere y porque se han detectado irregularidades con las que, dice, no tiene nada que ver. Tras los aires de actitud caprichosa por renunciar un mes después a un máster que había defendido con tanto ahínco, lo que se esconde es un intento desesperado de ganar tiempo que, a todas luces, no salvará su carrera.

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La presidenta de la Comunidad de Madrid debe irse. Y debe irse cuanto antes. A ser posible por sus propios medios y, en última instancia, por la acción de la oposición o por indicación del presidente de su partido, Mariano Rajoy. Cifuentes ha sumado mentiras, contradicciones, se ha lavado las manos culpando a la universidad de las irregularidades cuando estas se han convertido en materia de investigación judicial y no solo periodística. Pero, sobre todo, está poniendo en cuestión instituciones que no están precisamente sobradas de apoyos en este delicado momento para España.

Por todo ello, porque su situación afecta a instituciones clave, los problemas ya no solo afectan a Cifuentes, sino directamente al presidente Rajoy. En su huida ciega y contumaz hacia adelante, la política popular insiste en que ella no está investigada, ignorando el aspecto clave que figura en el acuerdo de investidura que firmó con Ciudadanos, y es la exigencia de dimisión si se falsifica el currículum.

Rajoy debe tomar conciencia de que el deterioro de la institución autonómica, de la universidad y de la posición de su partido son asuntos de suficiente envergadura como para reaccionar con rapidez. Cifuentes sigue resistiendo y pasando la pelota al presidente del Gobierno, con cuyo apoyo dice contar. Y es este, a falta de una salida más honrosa, el que debe poner fin a la situación con un plan creíble e inmediato de sucesión. Someter a los ciudadanos a la pelea pública entre la fórmula de la moción de censura —que conllevaría la pérdida del gobierno de Madrid— y la sustitución de Cifuentes por otro presidente como se hizo en Murcia —con la que el PP mantendría el gobierno— es un doble castigo: por sufrir la permanencia de una presidenta que ha engañado en su expediente y por exhibir la incapacidad de afrontar la corrupción con la rapidez que esta sociedad necesita.

Cifuentes no debe renunciar a su título del máster, o no solo, sino a su cargo. La presidenta que ha tenido que evitar la cena oficial con el presidente de Portugal o con el príncipe saudí no puede representar a la Comunidad de Madrid en su próximo Dos de Mayo. Actúen ya.

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