Déjense de historias
Rajoy camina mucho para que no se note que está quieto. Como el hámster en su rueda, se mueve y se mueve sin llevarnos a ningún lugar. Mientras usted y yo lo observamos hipnotizados, los presidentes de los grandes grupos económicos, a quienes nunca hemos visto andar, planifican nuestras vidas. Amancio Ortega, por ejemplo, casi siempre sale sentado, y Juan Roig, el dueño de Mercadona, aunque aparezca de pie, permanece estático enumerándonos las tiendas que piensa abrir o confesando que su web de compra “es una mierda”. Jamás hemos oído a Rajoy hablar de iniciativas gubernamentales que nos afecten tanto como la instalación de un Mercadona en nuestro barrio. Por supuesto, tampoco ha tachado de mierda la reforma laboral, ni siquiera las declaraciones habituales de Rafael Hernando.
Las personas que controlan el mundo, en fin, se retratan sentadas o de pie. Si de pie, delante de un atril, para lanzar un poco de doctrina. Rajoy, que no mueve nada, se empeña en que lo veamos en chándal, acompañado de dos o tres amigos que aparentan no ser capaces de seguirle el paso. A veces, se exhibe mojado, con el pelo pegado a la frente, fingiendo una heroicidad que debería reservar para poner orden en las fuerzas económicas supuestamente ciegas que dirigen nuestras vidas. Para movimientos que no van a ningún lado, como decíamos, tenemos al hámster de nuestros hijos o nietos, que quizá han comenzado a ver en ese animal una metáfora de la vida que les espera. Señores responsables de la imagen del presidente, déjense de historias. El movimiento ya no se demuestra andando.
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