¿Puede un libro desbancar a una obra de arte?
El volumen podría en un futuro no muy lejano equipararse a la obra de arte como pieza codiciada por el coleccionismo.
El arte contemporáneo, ese universo plano rodeado por un océano de ferias, bienales y agentes provocadores, ha perdido su sinrazón de ser. Ha dejado de ser un enigma para convertirse en lo previsible, un bulbo truncado, el tulipán que satisface constantemente los deseos. Frente a la flor del turbante, la rosa es el laberinto, el libro que posee el gran secreto del mundo. Museos contra bibliotecas. Así la describió Borges en El golem: “El nombre es arquetipo de la cosa y en las letras de rosa está la rosa”.
No está lejos el día en que el libro, con su tallo/lomo y sus pétalos/hojas, sustituya a la obra de arte como lugar de los deseos de todo coleccionista. En 1994, Bill Gates pagó 25,9 millones de euros (50 millones de hoy) por el Código Leicester de Leonardo (también conocido como Códex Hammer, 1506-1508) en la subasta de Christie’ s Nueva York. Hacía tiempo que el dueño de Microsoft buscaba poseer esa joya de 72 páginas donde el genio florentino explica e ilustra las constantes de nuestro planeta como si fuera una fábula para niños: ¿Por qué el cielo es azul y la luna luminosa?, ¿cuáles son las propiedades del agua?, ¿por qué se encuentran fósiles en las montañas? Para preservar su enigma, Leonardo escribió su enciclopedia al revés, de derecha a izquierda, con ayuda de un espejo. Más Borges.
El Código Leicester viajará el próximo otoño a los Ufizzi de Florencia, en una de las muchas exposiciones del Año Leonardo que servirán para enmarcar el quinto centenario de la muerte del polímata renacentista, el 2 de mayo de 1519. Por primera vez, un libro brillará más que la Mona Lisa, el cuadro más famoso y fotografiado del mundo. ¿Es eso posible? ¿Se puede desprogramar la obsolescencia en el galopante negocio del arte y los museos, donde muy pronto una réplica perfecta de la pintura, la Gioconda.2, sustituirá a la original en las salas del Louvre?
El pasado mes de marzo, la Feria del Libro Antiguo de Nueva York, una de las más importantes del mundo en su especialidad, llegó a su 59ª edición en esa peculiar fortaleza militar del Upper Manhattan que es el Armory. Tras sus pequeños despachos de relojero se veía a los libreros excitar el entusiasmo y la curiosidad de los coleccionistas con ejemplares genuinos: poemas ilustrados, tratados de medicina, libros-esculturas, cartas manuscritas, fotografías, incunables, cartografías. Personajes del mundo de la moda, actores, escritores, incluso artistas plásticos, merodeaban por los stands en busca de rarezas: los poemas de Liberté de Paul Éluard ilustrados por Fernand Léger, la traducción de Mallarmé para El cuervo, de Poe, con dibujos de Manet, los 10 libros de Arquitectura de Vitrubio con diseños de Palladio (1550) y la joya de la corona, la primera edición del libro de Copérnico donde argumenta que es el Sol, y no la Tierra, el centro del universo. Su precio: dos millones de dólares.
Otros ejemplares parecían más fetiches que libros: la primera edición americana de Las Aventuras de Oliver Twist que perteneció a Charles Chaplin, o el original mecanografiado y anotado de la primera versión de Tristana de Buñuel (una versión censurada por el gobierno francés en 1963) con su pluma Cartier de oro. Y rarezas sobre rarezas, el maravilloso tratado sobre las deformidades de animales y plantas (Historia Natural de los Monstruos) de Ulisse Aldrovandi (S. XVI), las cartas y textos manuscritos del Marqués de Sade a su esposa o las hoy muy oportunas primera ediciones de los textos fundacionales del feminismo, de Anne Bradstreet, Mary Wollstonecraft, Jane Marcet y Ednah Dow Cheney. Entre las “piezas de museo”, un documento fuente para los estudiosos del Holocausto, la carta autografiada y firmada por Martin Lutero al preboste de San Nicolás en Berlín, Georg Buchholzer (1543), donde le anima a seguir predicando contra los judíos a los que califica de “pueblo diabólico”. El precio de este escrito fundacional del antisemitismo en Alemania es de 450.000 dólares, pero su valor es incalculable para entender la dimensión histórica de la peor y más ignominiosa catástrofe humana de los últimos siglos. Belleza no es sólo verdad, también la búsqueda de ella.
Cinco siglos después, ya sabemos por qué sonríe la Mona Lisa. Rosas vencen a tulipanes.
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