Respuesta contundente a Putin

Más que por su alcance, lo más relevante de la respuesta de las democracias occidentales al Gobierno ruso por su presunta participación en el intento de asesinato del espía Serguéi Skripal con gas nervioso en Reino Unido ha sido haberlo hecho de manera conjunta, y coordinada. La expulsión de más de un centenar de diplomáticos rusos de Estados Unidos y de cerca de veinte países europeos —entre ellos, España—, Canadá y Australia, en un gesto que recuerda al clima de tensión propio de la Guerra Fría, confirma que las explicaciones dadas por Moscú sobre el oscuro episodio de Salisbury han sido insuficientes. El modus operandi —la utilización de agentes químicos altamente tóxicos—, la falta de escrúpulos por la envergadura de los daños colaterales que podría producir el ataque y ese estilo sibilino que recuerda a los peores modos de los antiguos servicios secretos soviéticos muestran el rostro más inquietante de la Rusia de Putin.

Es por eso una buena noticia que la respuesta contra Moscú por el uso de armas químicas militares en territorio aliado se haya producido simultáneamente a ambos lados del Atlántico. El presidente Donald Trump ha tardado mucho en emitir señales contra la deriva autoritaria de Putin y eso ha permitido dar mayor credibilidad a cuantos acusan a Rusia de haber influido en la elección del magnate. La respuesta al envenenamiento de Skripal todavía dista mucho, en ese sentido, de las medidas que una gran potencia debería poner en marcha ante la intervención de un país extraño en sus procesos electorales. Por no hablar de la participación de Rusia en las guerras de Siria y Ucrania o la anexión de Crimea.

Las políticas expansionistas del Kremlin y su afán de desestabilizar a las democracias occidentales merecen desde hace tiempo respuestas firmes. El gesto contundente del lunes es solo un primer paso. Y que España haya actuado junto a sus aliados, una buena señal.