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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Cordura en la redes

Trabajadores de Facebook.
Trabajadores de Facebook. ©Noah Berger (AP PHOTO)

Haces lo que haces y lo subes a tu red social. Dices lo que dices, a veces pensándolo y a veces sin pensar, y utilizas tu cuenta para comunicarlo. Poco a poco, conscientemente o sin darte cuenta, vas volcando tu vida y haciéndola pública. Otros se dedican a sacar provecho de ello y a base de ver lo que haces, cuándo, cómo y con quién lo haces; y a base de ver lo que dices, terminan por saber lo que piensas. Así que sin que tú seas consciente de ello, seleccionan o tergiversan la información que recibes para que sigas haciendo lo que haces o diciendo lo que dices, o bien para que vayas cambiando tu percepción del mundo.Así que, cuando he conocido el escándalo de la filtración de los datos de los 50 millones de cuentas de Facebook con fines manipulativos, lo único que he pensado es: ¿solo 50 millones? Bueno, por algo se empieza.— Sebastián Fernández Izquierdo.Petrer (Alicante).

La opacidad radical de los sistemas big data es intrínseca a la tecnología algorítmica. El caso Cambridge Analytica no es más que la punta del iceberg de lo que Facebook hace cada día con sus algoritmos secretos de perfilado comportamental. Casi todas las empresas tecnológicas hacen lo mismo según sus posibilidades. Los Gobiernos dependen de ellas para usos más expresamente coercitivos, como China con su sistema big data de crédito social, pero la centralización y opacidad es la misma. Ellas no dependen de los Gobiernos. Ante el avance del gobierno algorítmico hace falta una crítica ontológica de la tecnología algorítmica, no solo de su uso.— Jaime del Val Higueras. Madrid.

¿En qué momento hemos dejado de disfrutar la vida para publicarla íntegramente en las redes sociales? No hay cosa que hagamos que no se publique; con la permanente sensación de que si el mundo no lo ve, no ha ocurrido. La obsesión por los likes y los seguidores va en aumento, el creciente temor al “qué dirán” o al aspecto físico han promovido el descontento por uno mismo. Ahora una imagen no solamente vale más que mil palabras, sino que es lo único importante. A las generaciones anteriores se las educó a no hablar con los desconocidos. El problema no son las redes sociales, sino el uso que se hace de ellas. Por eso es imprescindible que los padres aprendan a educar a sus hijos en este nuevo mundo digital para que aprendan a no ir a la deriva entre los chats, comentarios y likes.— Cassandra Mallofré Margarit. Vilafranca del Penedès (Barcelona).

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