Todo lo que cae en la red es pecado
Una parte de la sociedad se está dejando llevar por el arrastre de la política de Cuaresma, un retroceso velado a un conservadurismo nacionalcatólico.
TODOS SOMOS Charlie!”, ese fue el lema que de forma casi unánime recorrió Europa en la campaña de solidaridad con el semanario satírico francés Charlie Hebdo después del criminal atentado de 2015 por parte de fanáticos islámicos. No iban a amedrentarnos, no iban a sustraernos el derecho a reír. Por eso, porque ya me cuesta reír, confieso mi estupor ante esta especie de política de Cuaresma represiva que estamos viviendo en España. James Joyce decía que él era abstemio, “entre trago y trago”. A veces, demasiadas veces en los últimos tiempos, parece que todos defendemos los derechos civiles y la fundamental libertad de expresión, “entre condena y condena”.
La última condena, la del joven aceitunero de Jaén, se me quedó clavada como una espina. Después de un acuerdo judicial, el joven fue condenado a una multa de 480 euros por escarnio religioso. Soy un apasionado de la iconografía religiosa, y muy en especial del Ecce homo. La causa de la condena fue un fotomontaje en el que El Castigado, vamos a llamarle así, “puso” su rostro a El Despojado, que es como se conoce popularmente al Cristo de la Amargura que sale en procesión en la Semana Santa de Jaén. Llevo días mirando, intentando también detectar el pecado-delito, la razón por la que un fiscal y un juez dan trámite a semejante denuncia. No entiendo nada. No veo el pecado y la ofensa por ninguna parte. ¿Y el delito? Creo que ahí fue cuando se me clavó la espina. El delito es haberlo condenado. Lo que hizo el muchacho, y que subió a Instagram, es un trabajo hecho con decoro, con sentimiento. Ha tomado como modelo para el retrato a lo más auténtico que tenía a mano: a sí mismo. Con su piercing, esa espina de metal. Y dedicado a Makaveli, también conocido como Tupac Amaru Shakur, un rapero de Manhattan fallecido a los 25 años, la edad que tiene nuestro Castigado.
Con un sencillo lapsus, podemos definir lo que sería hoy la política de Cuaresma: ¡Todo lo que cae en la red es pecado!
En la mayoría de los casos, los grandes maestros de la pintura utilizaron gente marginal como modelo para sus obras de motivo religioso. Gente, digamos, no “bien vista”. Y de ahí, por ejemplo, la fuerza expresiva, el verismo, la emoción perturbadora que transmiten las pinturas de Caravaggio o las imágenes escultóricas del brasileño Antônio Francisco Lisboa, O Aleijadinho (El Lisiadito). Al igual que la elocuencia está en quien oye y no en quien habla, también la ofensa puede estar en quien mira y no en quien es mirado. Lo sorprendente de este, y otros casos, es que, desde una perspectiva de justicia democrática, el fiscal, que pedía mayor pena, lo que debería defender es el valor supremo de la libertad de expresión. ¿Dónde está la ofensa o menosprecio a la religión? ¿Es el supuesto ofendido el que define lo que es o no ofensa?
Tengo la impresión de que una parte considerable de la sociedad se está dejando llevar por el arrastre de eso que denominamos política de Cuaresma, un retroceso velado a un conservadurismo nacionalcatólico.
Hay una historia verídica de Carnaval y Cuaresma que puede venir a cuento. Ocurrió en el otro tiempo poderosísimo monasterio de Oseira. Después de ponerse el mundo patas arriba en Carnaval, en el que el cerdo era el rey comestible del festín, llegaba la extrema austeridad de Cuaresma, con la prohibición de la carne. Pero un paisano entró un día en el refectorio y vio que los monjes seguían comiendo cerdo. Lo que hacían era echar puercos al río y recogerlos con la red. Fue una comitiva popular a protestar al abad y este proclamó: “Todo o que vén na rede é peixe!”. ¡Todo lo que cae en la red es pescado!
Con un sencillo lapsus, podemos definir lo que sería hoy la política de Cuaresma: ¡Todo lo que cae en la red es pecado!
Y en esa red de política de Cuaresma podría incluir decenas de juicios derivados de la “jurisprudencia mordaza”, algunos realmente llamativos como los que se saldaron con las condenas a César Strawberry, cantante de Def Con Dos, y a la tuitera Cassandra, sentenciados a un año de prisión cada uno de ellos. En ambos casos la causa penal se abrió por chistes o ironías sobre la muerte de Carrero. El magnicidio ocurrió el 20 de noviembre de 1973. ¡Hace 45 años! El primero en hacer un chiste fue Franco, que declaró: “¡No hay mal que por bien no venga!”. Si nadie se atrevió a encausarlo por tirano, podrían al menos meterle un puro por chistoso.
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