‘Charlie Hebdo’ denuncia el alto coste de la libertad de prensa
A tres años del ataque terrorista en su redacción, que dejó 12 muertos, el semanario satírico francés revela que gasta más de un millón de euros anuales en seguridad
La última portada de Charlie Hebdo en vísperas del tercer aniversario del ataque extremista contra su redacción que causó 12 muertos, entre ellos 8 miembros de la redacción, resume el estado físico, y de ánimo, del semanario satírico francés: como en un furgón blindado, una caja fuerte o incluso "una lata de conservas", obligado a vivir bajo fuertes medidas de seguridad que no solo tienen un alto coste personal, sino también económico. Entre uno y 1,5 millones de euros que Charlie Hebdo tiene que pagar “completamente” de su bolsillo para asegurar la redacción. Un precio “extremadamente pesado” y que lleva a preguntarse a su director, Riss, en un editorial, si la libertad de expresión no se está convirtiendo cada vez más en un producto de lujo.
“Cada semana, se deben vender al menos 15.000 ejemplares, es decir, casi 800.000 ejemplares al año, solo para pagar la seguridad de los locales de Charlie Hebdo ”, explica Laurent Sourisseau, Riss, en el editorial del número dedicado enteramente a explicar, y denunciar, las condiciones extremadamente difíciles en que el semanario satírico sigue saliendo cada semana desde la “fecha roja de sangre” del 7 de enero de 2015, el día en que los hermanos Chérif y Said Kouachi entraron en la redacción con chalecos antibalas y fusiles de asalto y emprendieron la matanza.
Desde entonces, varios de los redactores de la revista viven con escoltas pagados por el Estado —es decir, con impuestos que también recauda de Charlie, subraya Riss—. Pero la seguridad del local que alberga la redacción superviviente no está costeada por el Estado, agrega. Es la revista la que invirtió en “costosos equipos de seguridad” y la que paga cada mes el precio de la vigilancia por parte de agentes de seguridad de una sociedad privada.
Tras los atentados, Charlie Hebdo logró unas ventas récord y un gran número de abonados que le permitió llenar las arcas de una revista hasta entonces al borde de la quiebra. Según la emisora BFM TV, que en diciembre analizó las cuentas de la revista, el semanario logró en 2015 un volumen de negocios de 63,6 millones de euros, con unos beneficios netos de 14,5 millones. Un año más tarde, pese a la caída en picado de los abonados que no renovaron la suscripción realizada justo después del atentado, el volumen de negocios fue de 19,4 millones y el resultado neto de 2,4 millones. Es decir, casi 17 millones de beneficios netos de los que 15 millones han sido puestos en un “fondo de reserva obligatorio consagrado al mantenimiento o desarrollo de la empresa”. Sin llegar a comentar estas cifras, en su editorial Riss reconoce que el semanario goza de una buena reserva gracias a las “ventas excepcionales de 2015”. Pero lanza la pregunta de qué sucederá cuando estas se agoten, sobre todo si el coste de la seguridad de la revista tiene que ser mantenido por esta en el futuro.
“¿Es normal para un periódico de un país democrático que más de un ejemplar de cada dos vendidos en los quioscos financien la seguridad de los locales y de los periodistas que trabajan en él?”, insiste. “¿Qué otro medio en Francia debe invertir tanto dinero para poder usar esa libertad fundamental que es la libertad de expresión?”.
En un reportaje aledaño sobre cómo ha cambiado la vida de los redactores de Charlie estos últimos tres años, Fabrice Nicolino, que resultó herido el 7 de enero de 2015, interpela directamente al presidente francés, Emmanuel Macron, por la situación de seguridad de la revista.
“¿Qué habría pasado si Charlie no hubiera tenido dinero suficiente para pagarse a sus propios policías? ¿Qué pasará si mañana no tenemos ya los medios de los ricos?”, le pregunta.
“Lloramos por nuestra República difunta, incapaz de hablar alto y claro para que los principios sencillos de la libertad de expresión sean respetados en cualquier punto de nuestro país”, lamenta Nicolino. “Esa libertad, vital e indisociable de nuestra democracia, está en vías de convertirse en un producto de lujo como lo son los coches deportivos o los ríos de diamantes de la place Vendôme, y solo los medios adinerados podrán tener un futuro”, advierte unas páginas antes Riss.
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