¿Qué fue de ‘Charlie Hebdo’?
La revista, que ha saneado sus finanzas, se ve perjudicada por los conflictos internos
Un año después del atentado que logró diezmar su redacción, Charlie Hebdo ha dejado de ser aquel pequeño semanario satírico de otra época, a ratos malquerido y algo pasado de moda, para convertirse en un icono del combate por la libertad de expresión y contra el fundamentalismo. Hace doce meses estuvo a punto de echar el cierre, pero hoy nada en la abundancia, gracias a sus ventas millonarias y a las generosas donaciones de las que ha sido beneficiario. Pese a todo, su futuro sigue pareciendo incierto, a causa de las luchas intestinas por el control de la revista y las dificultades para reinventar la publicación con un nuevo equipo, sin contar con la carga psicológica derivada de los atentados de enero de 2015.
Hace unos meses, el redactor Patrick Pelloux, superviviente de la masacre, acudió a ver un documental sobre François Cavanna, fundador del semanario en 1969. Salió del cine con una convicción: “El diario consistía en una banda de tipos reunidos en un bar, que bebían copas mientras dibujaban. Hemos perdido eso. Ahora, cuando uno se ríe en la redacción, se siente culpable”. Poco después, Pelloux decidía abandonar la revista. Lo mismo acababa de hacer un histórico del equipo, el dibujante Luz, que firmó la portada del primer Charlie Hebdo publicado después del atentado, aquel número especial “de los supervivientes” que logró vender 7,5 millones de ejemplares alrededor del mundo. Pelloux justificó su salida por la extenuación provocada por su tratamiento “a cargo de tres psiquiatras distintos”. Luz se dijo harto de dibujar a Mahoma y apuntó a “problemas de inspiración”.
Pero ambos obviaban otro tipo de problemas, relativos a la batalla que se ha librado en el interior de la revista en los últimos meses. Ya en marzo pasado, 15 miembros de la redacción —entre ellos, Pelloux y Luz— firmaron una tribuna en Le Monde donde denunciaban el funcionamiento “opaco” de la revista y exigían que se constituyera en una sociedad cooperativa, en la que los integrantes del equipo se repartieran las acciones a partes iguales. “Rechazamos que un puñado de individuos tome el control, ya sea total o parcial, con un menosprecio absoluto por quienes lo fabrican y lo apoyan”, dijeron. En la actualidad, la revista es propiedad del nuevo director, Riss (70%) y del director financiero, Éric Portheault (30%). Supervivientes del atentado, ambos se niegan a crear esa cooperativa, pero se han comprometido a reinvertir el total las ganancias de este año en la propia revista.
El título de aquella violenta tribuna sigue planeando sobre el futuro de la revista: “¿Cómo escapar al veneno de los millones?”. A los beneficios registrados por sus impresionantes ventas, que hoy se sitúan en unos 100.000 ejemplares semanales tras haber bordeado los 200.000 hasta el verano (antes de la tragedia, no eran más de 30.000), se les suman 4,3 millones de euros procedentes de 36.000 donaciones particulares llegadas de 84 países distintos, además de un millón de euros desbloqueado por el Ministerio francés de Cultura. Además, Charlie Hebdo contaría hoy con unos 200.000 suscriptores. Antes del atentado no eran más de 10.000.
“En total, el diario sumaría entre 20 y 28 millones de euros”, estima Denis Robert, periodista de investigación que destapó el caso Clearstream. Ahora publica Mohicans, un volumen sobre el pasado y el presente de Charlie Hebdo, en el que examina cómo el ideal de sus fundadores ha terminado convertido “en marca comercial”. “Pese a todo ese dinero, el futuro de Charlie Hebdo sigue siendo frágil. Sus responsables tienen que entender que ese dinero no les pertenece. Deben crear una revista abierta y generosa, pero están haciendo lo contrario. La dirección y el equipo no se dirigen la palabra. De seguir así, terminarán por desaparecer”, opina Robert. Pese a sus reproches, el autor sigue comprando la revista cada semana: “Más vale un mal Charlie Hebdo que ninguno”.
Por su parte, el cineasta Emmanuel Leconte acaba de estrenar en Francia L’humour à mort, un documental en el que los supervivientes explican cómo han sobrevivido al año trascurrido desde aquel 7 de enero. “La gran manifestación ciudadana del 11 de enero en defensa de la libertad de expresión les impulsó a seguir. Por primera vez, se dieron cuenta de que no estaban solos. Pero luego vino el descenso a los infiernos”, relata Leconte, aludiendo a quienes se negaron a proclamar aquello de Je suis Charlie. “El Papa Francisco dijo que la fe no podía ser objeto de burla, algunos escritores del PEN Club se opusieron a concederles un premio y el demógrafo Emmanuel Todd firmó un libro que trataba a sus defensores como católicos zombis. Para el equipo, el shock postraumático ha sido difícil de superar. Llevan muchos meses durmiendo mal, no tienen vida propia y se sienten al borde del ataque de nervios”, afirma Leconte.
Un número especial, un año después
Este miércoles ha llegado a los kioscos un número especial de 32 páginas y una tirada de un millón de ejemplares, con dibujos de los ilustradores fallecidos, como Charb, Honoré, Cabu, Wolinski o Tignous, y mensajes de apoyo de personalidades como Juliette Binoche, Charlotte Gainsbourg, Isabelle Adjani o la ministra de Cultura, Fleur Pellerin.
En su editorial, Riss sostiene que el futuro de la revista no corre peligro. "Nunca hemos tenido tantas ganas de romper la cara a los que soñaron con nuestra desaparición", escribe el director. "No serán unos capullos encapuchados los que echen por tierra el trabajo de nuestras vidas y los momentos formidables que vivimos con los que murieron. No serán ellos los que vean morir a Charlie. Es Charlie el que los verá morir".
Además, Francia dedicará esta semana varios homenajes a las víctimas. Tras conceder la Legión de Honor de forma póstuma a los dibujantes y periodistas fallecidos, distintas placas conmemorativas fueron destapadas este martes en varios puntos de París. El próximo domingo, una ceremonia en su memoria ha sido convocada en la Plaza de la República. La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, plantará un simbólico “árbol del recuerdo” en recuerdo de las víctimas.
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