La vida a través de una cristalera
A PRIMERA vista podría parecer una pintura, aunque se trate de una foto. Tiene los grises deslavazados de algunos cuadros de Bacon, los destellos de luz irrenunciables en la producción de Estes, la obsesión por las formas cuadriláteras de los trabajos de Mondrian. Sin embargo, todo lo que abarca la imagen es real y, en cierto modo, prosaico: se trata de un bloque de oficinas de Londres, en cuyas ventanas se reflejan las formas de otro edificio. En ellas se intuyen arquitecturas, personajes e incluso un tiempo desapacible, revelado por el cielo plomizo de enero. Por detrás se esconden, como en las mejores obras de arte, los misterios de las vidas que, de 9.00 a 17.00, ven pasar el mundo por esas cristaleras.
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