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En una galaxia muy, muy lejana

Los primeros planetas propuestos en una galaxia ajena a la Vía Láctea suscitan un debate astronómico de altura

Javier Sampedro
El astrofísico español Eduardo Guerras, en la Universidad de Oklahoma (EE UU).
El astrofísico español Eduardo Guerras, en la Universidad de Oklahoma (EE UU).

Nuestra galaxia, la Vía Láctea, tiene un diámetro del orden de 100.000 años luz, y es ahí donde hemos descubierto todos los planetas extrasolares hasta la fecha, que ya suman un censo de 3.588. El astrofísico español Eduardo Guerras y su jefe en la Universidad de Oklahoma, Xinyu Dai, han deducido ahora la existencia de planetas en una galaxia situada a 3.800 millones de años luz de nosotros, o 38.000 veces el diámetro de la Vía Láctea. Son planetas huérfanos (no orbitan alrededor de ninguna estrella), pero de confirmarse serían los primeros descubiertos fuera de la Vía Láctea. Lee en Materia de dónde sale este descubrimiento extraordinario, todavía hipotético, y también el sano escepticismo con que ha sido recibido por otros astrónomos. Así funciona la ciencia.

Ningún sistema de detección existente, ni siquiera el más poderoso que seamos capaces de imaginar, puede observar un planeta a semejantes distancias

No es que haya nada extraño en proponer la existencia de planetas extragalácticos. Lo extraño sería proponer que no existen, pues todo lo que sabemos nos indica que el universo observable tiene las mismas propiedades, y se rige por las mismas leyes físicas, en todas partes. Lo que ocurre es que ningún sistema de detección existente, ni siquiera el más poderoso que seamos capaces de imaginar, puede observar un planeta a semejantes distancias. El descubrimiento de estos planetas extragalácticos se basa en unas observaciones y teorías que habitan en la misma frontera de la física, en el puro límite de lo desconocido.

El descubrimiento se basa en algunos de los objetos y fenómenos más asombrosos y enigmáticos de la astrofísica contemporánea: cuásares, lentes gravitatorias, materia oscura. Un cuásar (el término viene de “objeto cuasiestelar”, pero eso no ayuda mucho) es un núcleo estelar activo, es decir, un agujero negro supermasivo rodeado por un disco de gas que está cayendo hacia él. Se cree que todas las galaxias tienen un agujero negro supermasivo en su centro –desde luego es el caso de la Vía Láctea—, pero los cuásares más poderosos tienen unas luminosidades miles de veces mayores no ya que nuestro agujero negro local, sino que la Vía Láctea entera. Al menos algunos cuásares están en el centro de galaxias que están en proceso de fusión.

Para estudiar un cuásar, a veces se puede utilizar como telescopio una galaxia entera. Hay que tener un poco de suerte para que haya una galaxia entre el cuásar y la Tierra. Cuando la hay, los astrónomos pueden utilizar un efecto maravilloso, la lente gravitacional, predicho por la relatividad general de Einstein, el fundamento de la cosmología moderna. En la teoría de Einstein, no solo los objetos masivos, sino también la mismísima luz, ven su trayectoria desviada por otros objetos masivos. Einstein, en realidad, predijo que el Sol debía desviar la luz de las estrellas (como si el Sol fuera una lente) mucho antes de dar forma final a su teoría, y la confirmación de esa predicción durante un eclipse total de Sol en 1919 le convirtió en el científico más famoso del siglo XX, si no de la historia de la ciencia.

Del comportamiento de una galaxia como lente gravitatoria es de donde Guerras y Dai han inferido la presencia de una población de planetas huérfanos

En el caso que nos ocupa, la luz proviene del cuásar, y la lente no es el Sol, sino una galaxia entera. Estas magnitudes gargantuescas permiten estudiar no ya las propiedades del cuásar, sino las de la propia lente, la galaxia interpuesta entre el cuásar y nosotros. Y es del comportamiento de esa galaxia como lente gravitatoria de donde Guerras y Dai han inferido la presencia de una población de planetas huérfanos en la galaxia en cuestión. No todos sus colegas están convencidos de esa interpretación, pero Guerras y Dai sostienen que cualquier interpretación alternativa, como cierta disposición de la materia oscura, resultaría mucho más extraña aún.

Así están las cosas de momento. Lee Materia para seguir al tanto de esta historia fascinante.

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