Precariedad laboral. Mala organización de las empresas. Sobrecarga de tareas. Y todo lo que el carácter de cada cual aporta al peligroso cóctel. Vivimos estresados. Un tercio de los españoles son víctimas de este mal contemporáneo del mundo occidental. Reconocerlo es todavía un estigma en sociedades que no contemplan la debilidad ni el fracaso. Nos metemos en la piel de personas cuyas profesiones los llevan al límite de sus capacidades. Hemos medido sus pulsaciones durante una jornada. Nadie parece capaz de controlarlas.