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Columna
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La biblioteca de todo bicho viviente

La principal idea no proviene de un científico, sino del empresario peruano Juan Carlos Castilla Rubio, que quiere aplicarla inicialmente a la cuenca del Amazonas

Javier Sampedro
Especímenes de plantas preservados en alcohol se exhiben en la Colección Spirit en The Royal Botanic Gardens, Kew on en Londres.
Especímenes de plantas preservados en alcohol se exhiben en la Colección Spirit en The Royal Botanic Gardens, Kew on en Londres. PETER MACDIARMID / GETTY IMAGES

La mareante diversidad de la naturaleza no marea a todo el mundo. Hay gente que mantiene la cabeza fría y piensa en la mejor forma de aprehenderla, de clasificarla y de entenderla. A cambio de explotarla, desde luego, pero de formas sutiles, deferentes y sostenibles. Y de alguna parte hay que sacar el dinero. Esta gente ya tiene un proyecto para secuenciar el genoma del millón y medio de especies avanzadas (eucariotas, en la jerga) que poblamos el planeta. Eso nos incluye a todos los animales, pero también a las plantas, los hongos y los protistas (como la ameba y el paramecio). Si al genoma humano se le suele llamar el libro de la vida, lo de ahora es la biblioteca de todo bicho viviente, la bioteca,por así decir.

La principal idea no proviene de un científico, sino del empresario peruano Juan Carlos Castilla Rubio, que quiere aplicarla inicialmente a la cuenca del Amazonas. Y está basada, curiosamente, en la blockchain, la “cadena de bloques” que subyace al funcionamiento del bitcoin y las demás monedas virtuales, o criptodivisas. La propiedad clave de la blockchain es que toda transacción deja automáticamente su huella en la cadena y se aplicaría así en el caso amazónico: la biblioteca de genomas de todas las especies amazónicas sería de libre acceso en la red, como ya lo es el genoma humano y los demás que se han secuenciado. Pero la blockchain registrará cualquier uso que se haga de esos datos y, cuando ese uso conduzca a un beneficio económico, transferirá automáticamente parte de ese dinero al país de origen de la especie biológica en cuestión. Castilla lo llama ABC (Amazon Bank of Codes, o banco de códigos del Amazonas).

Otro proyecto más ambicioso por su amplitud, pero menos desarrollado en sus detalles, se llama EBP (Earth Biogenome Project, o proyecto biogenoma de la Tierra), y se gestó en una reunión de la élite de la biología en el Instituto Smithsonian de Washington. Este no se limita al Amazonas, sino que abarca todas las especies del mundo. Los dos proyectos han acordado apoyo mutuo en el reciente foro de Davos y —lo que es aún más importante en ese marco incomparable— se han puesto a buscar dinero para financiarlo. No dice poco de las billeteras que se concentran allí que el EBP ha conseguido ya 100 millones de los 500 que costará su primera fase. Eso es aprovechar el tiempo.

La idea de fondo es que la información genómica no solo es un tesoro científico, pues permitirá entender la evolución con una profundidad sin precedentes, sino también un tesoro en sentido literal.

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