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El Banco Africano de Desarrollo se pone las pilas

Suministro eléctrico, comercio regional y tecnificación de la agricultura están entre sus prioridades para transformar las economías del continente

Pescadores en el Jamestown Fishing Village de Acra (Ghana).
Pescadores en el Jamestown Fishing Village de Acra (Ghana).Dominic Chavez/Banco Mundial
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Falta de oportunidades económicas, conflictos y condiciones extremas favorecidas por el cambio climático. Este es el triángulo del desastre que alimenta altercados y movimientos masivos de población en África, según el presidente del Banco Africano de Desarrollo (BAD), Akinwumi Adesina. Como respuesta, la institución está acelerando el despliegue de sus cinco prioridades estratégicas hasta 2025: electrificar, industrializar, integrar y alimentar África, además de fomentar la formación y el empleo. Todo ello, con vistas a promover cambios económicos estructurales que permitan avanzar hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU y la Agenda 2063 de la Unión Africana.

“Para prosperar, África necesita un esfuerzo masivo, concertado y ambicioso para transformar sus economías”, afirma el líder de la principal institución financiera del continente. “Necesitamos un crecimiento que beneficie a todo el mundo, y estas cinco prioridades nos acercarán más rápido a esta meta”. Detrás de este plan y de la reestructuración del BAD —del que España es un miembro no regional desde 1984— está el propio Adesina, economista del desarrollo formado en EE UU y ministro de agricultura de Nigeria entre 2010 y 2015.

El desafío de la energía

Iluminar y Electrificar África es el primero de los cinco ejes estratégicos del BAD, con sede en Costa de Marfil. Para hacerse una idea: según el Banco Mundial, los 48 países de África subsahariana generan la misma energía que España. En otras palabras, un territorio con unos 800 millones de habitantes produce, aproximadamente, los mismos kilovatios que uno con 46 millones. Hoy en día, 635 millones de africanos viven sin suministro eléctrico, precisa el BAD.

Al asumir el cargo en 2015, Adesina estimó que el producto interior bruto del continente podría crecer a un ritmo anual de dos dígitos si se solucionase la cuestión de la energía. Mejorar la producción y distribución de electricidad no es solo una forma de combatir la pobreza energética, sino que es clave para la industrialización. Un prerrequisito para pasar de economías basadas en la producción de materias primas —y por lo tanto, sujetas a la volatilidad de los precios— a la manufactura de productos con valor añadido.

Los 48 países de África subsahariana generan la misma energía que España, según el Banco Mundial

Para avanzar hacia el acceso universal a la electricidad, la entidad se ha propuesto conectar 130 millones de personas a redes eléctricas y 75 millones a suministros autónomos, además de facilitar el acceso de 150 millones de hogares a estufas eficientes. Con este fin, apoya a los Gobiernos nacionales en el diseño de políticas energéticas, y en la ampliación y gestión sostenible de redes eléctricas.

Para abordar el desafío de la energía, el BAD también está explorando alianzas con socios internacionales (y no solo chinos). Este año, la entidad celebró su primera conferencia anual en India, un gesto altamente simbólico que ha abierto la puerta a colaboraciones en materia de agricultura y de energías renovables —por ejemplo, a través de la Alianza Solar Internacional, con sede en Delhi—.

Aunque queda un largo camino por recorrer, la apuesta del BAD por las energías limpias ha quedado patente este año, en el que el 100% de sus inversiones en proyectos energéticos fueron en renovables, frente a un 14% hace seis años.

Mercados fragmentados

Otro caballo de batalla es la integración regional, entendida como el movimiento de bienes y servicios, pero también de personas e inversiones. El continente africano tiene el nivel de comercio interior más bajo del mundo, con cifras del 15% frente al 70% en la Unión Europea. Además, “viajar dentro de África es complicado y caro”, empezando por la tramitación de visados, afirma Pierre Guislain, vicepresidente de Sector Privado, Infraestructura e Industrialización del BAD. “Un vuelo de dos horas y media entre Lilongwe (Malaui) y Johannesburgo (Sudáfrica) cuesta el triple que un vuelo similar entre Londres y Roma”, señaló este noviembre durante un foro de aviación de la ONU en Nigeria.

El continente africano tiene el nivel de comercio interior más bajo del mundo

Tender puentes entre los 54 mercados africanos para promover un desarrollo autónomo es uno de los empeños de la entidad. El pasado mes de diciembre, por ejemplo, Mozambique ha puesto en marcha uno de los mayores proyectos de infraestructuras ferroviarias y portuarias del continente, dirigido a abrir mercados regionales y globales para productos como los agrícolas. El plan, valorado en 5.000 millones de dólares, tenderá 912 kilómetros de raíles entre Mozambique, Malaui y, en un futuro, Zambia.

Autosuficiencia alimentaria

Esta integración se impulsa en paralelo a planes de desarrollo agro-industrial y de tecnificación del sector agrícola, que ahora resulta poco atractivo para los jóvenes. Hoy en día, más del 70% de los africanos depende de la agricultura para sobrevivir, pero el acceso a mercados, tecnología e infraestructuras sigue siendo un reto. Como resultado, el continente sigue importando alimentos por valor de 35.000 millones de dólares anuales y, al ritmo actual, el BAD estima que alcanzará los 110.000 millones en 2025.

El continente importa alimentos por valor de 35.000 millones de dólares anuales y, al ritmo actual, el BAD estima que alcanzará los 110.000 millones en 2025

La estrategia Alimentar África, que aspira a poner las bases de la autosuficiencia alimentaria y el desarrollo agro-industrial, promueve un cambio de paradigma: la agricultura con enfoque de negocio, no solo de subsistencia, y el ascenso de África en las cadenas de valor agrícolas. La visión de Adesina es la de un sector moderno que transforme África en un “actor relevante de la alimentación mundial”. Su nueva iniciativa de tecnificación agrícola, por ejemplo, busca facilitar la producción de 513 millones de toneladas adicionales de alimentos en 2025. Un ambicioso programa apoyado por agencias de la ONU, la Fundación Bill y Melinda Gates y el Banco Mundial, entre otros.

La trasformación estructural de las economías requiere capacitación e inversiones, pero también una buena gobernanza —no solo para acelerar el crecimiento, sino para que los beneficios del desarrollo sean equitativos—. En un continente que acumula 6 de los 10 países con más desigualdad del mundo, los retos son grandes, pero Adesina se muestra confiado en que, paso a paso, África sembrará su propio desarrollo.

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