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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Mentira y odio matan la democracia

Si queremos regenerar nuestro sistema hay que empezar por combatir la creciente incitación al odio del contricante

El candidato del PSC a la presidencia de la Generalitat, Miquel Iceta, durante su intervención en un acto municipalista, acompañado de diferentes líderes locales de los socialistas catalanes.
El candidato del PSC a la presidencia de la Generalitat, Miquel Iceta, durante su intervención en un acto municipalista, acompañado de diferentes líderes locales de los socialistas catalanes.Andreu Dalmau (EFE)

Mientras se nos llena la boca hablando de la necesaria regeneración democrática (imprescindible, qué duda cabe), la cuestión catalana está destapando lo peor de muchos políticos y ciudadanos de a pie. El odio y la mentira se están convirtiendo en auténticas armas de destrucción masiva de la democracia en Cataluña; más incluso que la corrupción que ha ocupado casi todos los espacios políticos en el conjunto de España durante largos años. Si queremos regenerar nuestro sistema político, hay que empezar por combatir la creciente incitación al odio del contricante (que no enemigo) y la utilización de mentiras y falacias como herramientas electorales.

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El último episodio ha ocurrido esta misma semana: un ataque homófobo al candidato del PSC Miquel Iceta, mediante un tuit de un científico independentista. En un tono agresivo rayando el matonismo, el tal Jordi Borrell acababa sus descalificaciones hacia Iceta afirmando que “tiene los esfínteres dilatados”. La fiscalía lo investiga por delito de odio y el tuitero ha dimitido de su cargo después de pedir disculpas.

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El problema es pensar que la disculpa y la dimisión cierran el capítulo de la agresión. Ni mucho menos. Nos encontramos ante una escalada de odio y violencia verbal a la que llevamos meses asistiendo sin que haya una respuesta unánime de una sociedad que supuestamente se encuentra entre las más liberales de Europa. Es como si lo que se nos estuviera dilatando es la tolerancia ante las incitaciones al odio; a cualquier tipo de odio.

Lo mismo sucede con la mentira. Los ciudadanos, los medios de comunicación, los líderes de opinión y hasta los políticos parecemos anestesiados ante las falsedades que llevamos meses (años) escuchando del bando independentista. Este periódico ha denunciando con vigor la sarta de mentiras que han conformado el relato separatista, pero al día siguiente aparecen nuevas falacias y nos olvidamos de resaltarlas.

En esta mezcla diabólica de odios y mentiras, la última idea fuerza del secesionismo consiste en desacreditar las elecciones del 21D; unos comicios que califican de ilegítimos y que si los pierden dirán que están trucados (si los ganan, no, por supuesto). El mensaje está claro: “El enemigo español vuelve a agredir al pueblo catalán, sometido, humillado y con sus líderes políticos en la cárcel o el exilio”. Si creemos en la democracia, tenemos que seguir combatiendo las mentiras y denunciando sin pudor las amenazas y la inicitación al odio y a la violencia.

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