Se abre la veda de las patrañas políticas
Cuando se acercan elecciones, los mensajes políticos tienden a traspasar todas las líneas rojas
El último informe de la consultora estadounidense Gartner sobre predicciones tecnológicas sostiene que en 2022 la mitad de las noticias que circulen por la Red serán falsas. Un panorama desolador que se agrava aún más si se tiene en cuenta que los instrumentos para combatirlas serán insuficientes. No habrá medios técnicos ni humanos disponibles para detectarlas, primero, y eliminarlas, después. Crear noticias falsas es mucho más fácil y barato que producir noticias verdaderas: no exige verificar las fuentes, ni contrastar los datos ni contextualizarlos. Pero para que una noticia falsa tenga éxito ha de estar revestida de una pátina de credibilidad. Su fabricación requiere tomar una parte de la realidad para luego modificarla en función de los objetivos. De su expansión ya se encargarán las redes sociales.
Cuando se acercan elecciones, los mensajes políticos tienden a traspasar todas las líneas rojas. La secretaria general de ERC, Marta Rovira, ha abierto la veda al acusar al Gobierno de Mariano Rajoy de amenazar con enviar el Ejército a Cataluña y con “muertos en las calles” si se mantenían los planes independentistas tras la ilegal proclamación de la república. Rápidamente, estas declaraciones han sido tildadas de “absolutamente falsas”, “mentira miserable” y “burda patraña” tanto por parte del Ejecutivo como de los líderes de los partidos constitucionalistas.
Que un mensaje sea impostado no impide su propagación por las redes sociales. Y al final terminará calando en la audiencia, como demuestran la elección de Donald Trump o el éxito del Brexit. El público tiende a comprar aquellas informaciones que se adaptan a su ideología, sus creencias o sus prejuicios. Lo advertía la semana pasada el profesor de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense Rafael Díaz Arias durante la presentación de su libro La Información periodística en televisión: “Lo importante es el enfrentamiento, no el argumento. La gente no quiere mensajes centrados sino incendiarios. Prefiere información parcial en vez de información equilibrada y neutral”. Así se explicaría el fulgurante éxito de algunos programas de tertulia política durante la crisis catalana.
Lo que vale para la televisión sirve también para las redes sociales. Aunque retuitear noticias falsas no siempre es gratuito. Lo recordó la periodista Alicia Gómez Montano al evocar el caso del columnista del diario británico The Guardian George Monbiot, condenado por haber replicado un tuit en el que se denigraba al político conservador lord McAlpine. El juez le sentenció en 2013 a tres años de trabajo social al considerar que el periodista, por entonces contaba con 55.000 seguidores en Twitter, tenía la suficiente formación como para no reenviar un tuit difamatorio. Un aviso para todos aquellos que sientan la tentación de redifundir los abyectos comentarios sobre la muerte repentina del fiscal general del Estado, José Manuel Maza, que desde el sábado inundan el ciberespacio.
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