Atlético de Madrid - Real Madrid: su presión arterial puede llevarle al infarto
Aunque usted no se mueva del sofá, su cerebro vive a tope toda la intensidad del encuentro
Sedentarismo y deporte son enemigos irreconciliables, algo así como el agua y el aceite. Por esta regla de tres ver un partido en la tele, bien repantigado en el sofá o tieso como una escarpia y sufriendo junto a la barra del bar con los colegas, tendría que ser pura tranquilidad. Pero usted sabe que no es así. Póngase ante una tanda de penalties (o un gol en el minuto 93) y sufrirá taquicardia, sudores y tensión arterial.
Ahora imagine que en vez de observar la retransmisión como de costumbre, lo hiciera en primera persona. En plano subjetivo, que dirían los expertos en técnica audiovisual. En otras palabras, en vez de presenciar la panorámica del campo de fútbol con el ruido de fondo del estadio en segundo plano y la voz del comentarista dominando la escena, usted vería solo su pequeña parcela de campo, divisaría cómo avanza el balón hacia usted, escucharía su respiración y oiría claramente al resto de jugadores. En ese caso, ¿cree usted que se alteraría igual?
Infartos en el Mundial de Alemania
Esta duda ha iluminado a un grupo de investigadores australianos. Como poner una cámara a un futbolista durante un partido aún no está autorizado por la FIFA, reclutaron a nueve sujetos y les proyectaron la grabación de una persona corriendo.
“Observamos un aumento en la frecuencia cardíaca y en la respiratoria, así como una reducción de la circulación cutánea y algunas variaciones en la respuesta del sistema nervioso simpático. Sin embargo, no hubo alteraciones en la presión arterial, ni en la profundidad respiratoria ni en la sudoración”, apunta la doctora Rachael Brown, de la Universidad de Medicina de Western Sydney.
“Esto puede deberse al hecho de tener solo una imagen parcial y no competitiva. Con una imagen en tercera persona se activa una mayor carga emocional. Esto eleva también la presión arterial del espectador que puede conducir incluso a un fatal desenlace cardíaco”. Hablando en plata: acabar en infarto.
No es para tomarlo a broma. Lo de sufrir con los colores de su equipo a muerte puede llevarle a la tumba. Aunque usted no se mueva, su cerebro vive a tope toda la intensidad del encuentro. Hasta sus últimas consecuencias. Bien lo saben los alemanes.
Aprovechando el Mundial de Fútbol celebrado en ese país en 2006, estudiaron la correlación entre el estrés de los hinchas y la incidencia de los episodios cardíacos. Los resultados fueron demoledores: los días que jugaba la selección teutona se duplicaban los infartos de miocardio y las arritmias. Y, ojo, que tomaron muestras de espectadores con alguna patología cardíaca previa y a otros muchos completamente sanos.
Ponerse la camiseta de 'Naranjito' no influye en los goles
¿Es usted de los que siempre ve el partido en el mismo sitio, se pone la misma ropa y picotea lo mismo que cuando la última victoria de su equipo? ¿Le pone de los nervios que eso se altere, por ejemplo, que un amigo traiga a su cuñado, a su esposa o que no lleve aquella camiseta del Naranjito que tantas alegrías les ha dado en cada derby?
O peor aún, ¿es capaz de no ir al estadio ni encender la tele solo porque la última vez que lo hizo los suyos perdieron, estableciendo usted una relación causa-efecto entre la derrota de su equipo y su condición de espectador? ¿Cree que es gafe? No está solo.
La psicóloga Susan Krauss habla del efecto Skinner o la superstición de la paloma: usted está convencido de que siempre que se den los mismos condicionantes, las cosas sucederán igual. Si la última vez que los suyos marcaron, usted comía panchitos, tómelos de nuevo si así lo desea. Si perdieron y eso le hace sentirse culpable, elimínelos de la mesa. Pero es una nutritiva superstición que poco tiene que ver con los goles.
Ir al campo a animar, según la doctrina del Cholo Simeone, hace que el equipo se venga arriba. El psicólogo Roy F. Baumeister advierte de lo contrario. Lo llama el shock del equipo local: los jugadores tienen tanta presión por dar gusto a la grada que la presión puede jugarles una mala pasada.
La resaca del 'derby'
Y una vez que termine el encuentro, ¿qué? La euforia –buena o mala– emborronará su mente en los días posteriores. Un clásico estudio publicado en el Journal of Personality and Social Psychology diferencia dos efectos opuestos según su equipo gane o tenga que mascar la derrota.
En el primer caso, habla del BIRG (Bask In Reflected Glory). Es ese subidón del día después que le impulsa a llevar la camiseta de su equipo y a hablar de la victoria desde un nosotros. Si la cosa acabó en desastre y usted no es un hincha de tomo y lomo experimentará el CORF (Cut Off Reflected Failure). No solo esconderá los colores de su equipo cual cuerpo del delito, sino que se referirá al asunto desde la lejanía del ellos.
En caso de ser usted un aficionado de tomo y lomo, sacará pecho y aguantará el chaparrón. Es entonces cuando pronunciará el socorrido el fútbol es así. Y a esperar la revancha en los próximos 90 minutos.
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