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3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez
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Luz de agua

La aldea hondureña de Las Quebradas construye la primera hidroeléctrica comunitaria de la región

Especificaciones técnicas de la hidroeléctrica indicadas en el exterior de la sala de la turbina.
Especificaciones técnicas de la hidroeléctrica indicadas en el exterior de la sala de la turbina.Anaclara Padilla

La hidroeléctrica comunitaria de Las Quebradas fue la primera en el municipio de Tela, en el departamento de Atlántida (Honduras). “Cuando empezamos a plantear la idea de conseguir electricidad del río pensaron que estábamos locos. Incluso una vecina se metió al agua para buscar la luz”, recuerda Isabel Gámez, una de las líderes de la aldea. En Honduras, según el Banco Interamericano de Desarrollo, más de un millón y medio de habitantes todavía no tiene acceso a la electricidad.

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Aunque la hidroeléctrica cumple seis años este mes de noviembre, su historia se remonta a más atrás. Prácticamente desde sus orígenes, Las Quebradas- situada en la zona de amortiguamiento del Jardín Botánico Lancetilla, rodeada de bosque y ríos-, ha sido un gran ejemplo de organización comunitaria. Gámez recuerda cómo trabajaron sin descanso para conseguir un camino que les facilitara la entrada y salida.

Tras este camino, se apostaron por otras necesidades, entre ellas la de electricidad. Hasta 2012, la comunidad de Las Quebradas dormía a las siete de la tarde con la caída del sol y disfrutar de un ventilador o cargar el teléfono móvil era imposible. Pero que la electricidad llegara a Las Quebradas en ningún momento pareció una prioridad ni para el Gobierno hondureño ni para la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (ENEE) del país.

Cuando empezamos a plantear la idea de conseguir electricidad del río pensaron que estábamos locos

“Por mi trabajo comunitario, empecé a ir a reuniones a Tegucigalpa, San Pedro Sula… con organizaciones que ayudaban a comunidades rurales como la nuestra”, explica Gámez. “Se nos encendió la bombilla: aprovechar nuestro río para construir una pequeña hidroeléctrica comunitaria que diese luz a la comunidad”. Fue entonces cuando la comunidad empezó a tocar todas las puertas posibles. Estaban ilusionados con la idea y la pendiente y ubicación del río que atraviesa la comunidad parecía la idónea para este tipo de proyectos. Pero les faltaban los técnicos y lo más importante: la financiación. Así, entraron en contacto con el Programa Pequeñas Donaciones de las Naciones Unidas en Tegucigalpa y una institución alemana: GiZ.

Desde que se realizó el primer contacto, la construcción de la hidroeléctrica fue rápida. La cooperación germana y el fondo de Naciones Unidas se encargaron de financiar la turbina, la casa de máquinas, los postes y al ingeniero que diseñó el sistema. Mientras, la comunidad aportó su mano de obra y, sobre todo, su capacidad de trabajar en equipo. Pero cuando la electricidad parecía estar más cerca que nunca en Las Quebradas, apareció una gran piedra en el camino: el lugar señalado por el ingeniero para construir la represa y comenzar el sistema de tuberías resultó no ser el más adecuado y una crecida del río se lo llevó todo. “Nosotros, que conocíamos el río desde hace muchos años, le habíamos indicado otro lugar, pero no quiso hacernos caso”, reconoce Gámez.

En Honduras más de un millón y medio de habitantes todavía no tiene acceso a la electricidad

Los habitantes de Las Quebradas sabían que no se podían rendir cuando quedaba tan poco y reconstruyeron la presa, esta vez, en el lugar señalado por la comunidad. Desde entonces- y gracias a una turbina que genera casi 5 kilovatios y que prácticamente no modifica el curso del río y la fauna que en él habita-, 22 casas de la comunidad han visto cómo su vida se alarga hasta que ellos decidan. Incluso han conseguido que el agua salga de la tubería ya filtrada. “En Honduras somos muchos los que estamos en contra de las grandes hidroeléctricas que solo benefician a los ricos. Pero esta es una hidroeléctrica para pobres y que tiene muy en cuenta el medioambiente”, explica Gámez. Gracias a esta pequeña infraestructura disfrutan de la luz a la vez que ellos mismos deciden los precios en función de la electricidad que gasta cada casa. "Las turbinas se encienden a las cinco de la tarde y se apagan a la una del mediodía. En el periodo de tiempo en el que está apagada, se realizan las tareas de mantenimiento cuando son necesarias", explica Gámez quien recuerda que son los propios miembros de la comunidad quienes se encargan de todo el mantenimiento y limpieza de las instalaciones.

Un modelo muy diferente de lo que ocurre en las 105 concesiones de ríos hondureños otorgadas a grandes empresas, en su mayoría extranjeras, para la instalación de represas hidroeléctricas, según una investigación del Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación (ERIC-SJ). Y a los ríos se suman también las montañas. De hecho, organizaciones ambientalistas estiman que el 35 % del territorio hondureño ya ha sido entregado a la empresa privada para su explotación.

En Las Quebradas son conscientes de que su comunidad es inspiración para otras muchas. Algo que les anima a seguir trabajando y ya piensan en otro proyecto que vaya asegurando su soberanía: huertos de hortalizas comunitarios. Todo con el objetivo de demostrar, otra vez, que otra forma de desarrollo es posible.

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