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La cotidianidad de Cézanne

Interior del estudio, 2011.
Interior del estudio, 2011. Joel Meyerowitz

EL ABRIGO DE Cézanne cuelga en la misma percha donde lo dejó hace más de 100 años, junto a su blusón y su sombrero. A través de los grandes ventanales del estudio de Aix-en-Provence, la luz del norte baña aquellos objetos mundanos que día a día, pincelada a pincelada, inmortalizó. Cuando Joel Meyerowitz (Nueva York, 1938) visitó el refugio del pintor, tuvo una revelación que consideró intrínseca al arte del gran maestro: “Cézanne pintó las paredes del estudio de color gris con una pizca de verde. Así todos los objetos parecían ser absorbidos por el color de fondo”. Quedaban eliminados los reflejos de los bordes, suprimiendo cualquier ilusión espacial. “La luz es algo que no puede ser reproducido, sino que debe ser representado utilizando algo más: el color”, decía el artista francés, enemigo del claroscuro tradicional. Así, el fotógrafo colocó los objetos uno a uno, con la pared de fondo, buscando reconocer ese rasgo poderoso que permanece oculto, a la espera de ese instante de revelación en el que el artista identifica aquello que da vida al objeto. “Creemos que un azucarero no tiene expresión, no tiene alma. Pero cambia cada día”, escribía Cézanne al poeta Joachim Gasquet. “Esos vasos, esos platos conversan entre ellos… Un azucarero nos enseña tanto sobre nosotros y nuestro arte como lo hace un chardin o un monticelli”. Cézanne’s Objects, publicado por la editorial Damiani, recoge esta serie de fotografías, así como las tomadas en distintos lugares de la casa. Un exquisito y revelador acercamiento al misterio del precursor del cubismo de la mano de uno de los grandes referentes de la fotografía de nuestro tiempo.

El sombrero de Cézanne, 2011.pulsa en la fotoEl sombrero de Cézanne, 2011.

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