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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado
Entrevista

“Los niños asocian el agua y la comida a grifos y supermercados”

Erik N. Gómez-Baggethun nos habla de la 'amnesia ecológica generacional' y de la necesidad de (re)alfabetización ecológica de la ciudadanía.

Erik N. Gómez-Baggethun
Erik N. Gómez-BaggethunIsabel de Felipe
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Tradicionalmente los sectores público y privado han dado la espalda al medio ambiente urbano. La situación crítica de muchas ciudades está ayudando a un cambio de actitud, con un cambio de mentalidad social hacia la llamada naturación urbana. A ello contribuye el profesor hispano-noruego Erik N. Gómez-Baggethun, profesional con un dilatado currículo en temas relacionados con el medio ambiente y su incidencia en los programas urbanos. Erik es catedrático de la Universidad Noruega de Ciencias de la Vida e investigador en el Instituto de Cambio Medioambiental en la Universidad de Oxford, habiéndose graduado en la Autónoma de Madrid en el Departamento de Ecología y con experiencia en universidades europeas y latinoamericanas. Recientemente ha sido nombrado Socio de Honor 2017 de PRONATUR, y tuvimos la oportunidad de hablar con él sobre diferentes temas que atañen este blog

Pregunta: Desde su atalaya como profesor e investigador ¿cuáles son los retos más significativos a los que se enfrentan los estudiosos del medio ambiente urbano, qué dificultades encuentran y qué apoyo reciben de los poderes públicos y del sector privado?

P. Respuesta: Uno de los principales al que han tenido que enfrentarse los estudiosos del medio ambiente urbano es la relativa falta de interés por parte de las autoridades públicas y el sector privado. En España, los espacios verdes urbanos y periurbanos se han percibido a menudo como meros terrenos de reserva para el desarrollo urbanístico, y su extensión se ha mermado fuertemente a base de recalificaciones y pelotazos urbanísticos. El colapso de la última burbuja inmobiliaria ha dado un respiro al verde urbano. Esto ha coincidido además con un aumento del interés por la ecología urbana por parte de los poderes públicos y la sociedad civil, y con un florecimiento de movimientos sociales que velan por el medio ambiente urbano. Un ejemplo es el resurgimiento de los movimientos de agricultura urbana, que se ha extendido por Europa y que han tenido un fuerte arraigo en España tras la crisis.
P. De su vivencia en ciudades como Madrid, Barcelona y Oslo ¿qué elementos comunes y diferenciales aprecia en los servicios ecológicos urbanos y cuáles son las acciones desarrolladas por la sociedad académica y municipal?

R. Hoy como ayer, las sociedades, rurales o urbanas, dependen de los ecosistemas y la biodiversidad para poder sostener la vida y el bienestar humano. La demanda de agua, energía, materias primas y servicios ambientales nunca han sido tan altos como lo es en nuestro planeta urbanizado, y la huella ecológica de las ciudades puede ocupar entre quinientas y mil veces el tamaño de su propia superficie, lo que supone que dependen de enormes territorios más allá de sus fronteras para abastecerse de recursos y para procesar sus residuos.

Además los ciudadanos obtienen múltiples beneficios de los servicios ambientales generados por los espacios verdes urbanos y periurbanos. El arbolado urbano purifica el aire, regula el clima local generando humedad y sombreado y amortigua la contaminación acústica mediante la absorción de las ondas sonoras. Las raíces de la vegetación sujetan el suelo, reducen la erosión y previenen deslizamientos. Los bosques y áreas periurbanas captan, purifican y regulan el agua, y amortiguan las inundaciones reduciendo la escorrentía. Asimismo, nuestra interacción con la naturaleza nos genera múltiples beneficios culturales e inmateriales, como el paisaje y la aportación de espacios públicos que permiten el ejercicio físico, la relajación y la contemplación, y que refuerzan la socialización, la cohesión social y sentido de pertenencia.

P. Uno de los temas de interés en sus trabajos se relaciona con la Economía Ecológica. ¿Podría decirnos las principales tendencias y quiénes son las instituciones líderes en este campo?

R. Esta trata de reformar la economía para hacerla ecológicamente viable en el largo plazo. Va más allá del análisis monetario para poner atención en los pilares ecológicos de la economía, incluidos el papel de la naturaleza como fuente de recursos naturales y como sumidero de los residuos generados por nuestro sistema económico. Pone atención en los costes sociales y ambientales del crecimiento económico que tienden a ser ignorados por la economía convencional (por ejemplo en términos de contaminación, agotamiento de recursos y pérdida de diversidad biológica), y propone instrumentos que permitan reconvertir la economía hacia horizontes más sostenibles, tales como la fiscalidad ambiental, cambios en el sistema de subsidios, incentivos para el desarrollo de energías renovables, etc. La economía ecológica cuenta ya con un fuerte arraigo en la academia y tiene una influencia creciente en el diseño de políticas ambientales. El Instituto de Ciencia y Tecnología Ambiental (ICTA) de la UAB, es una referencia mundial de la economía ecológica.

P. La justicia medioambiental es otra de sus preocupaciones. Describa cuales son algunas de las lagunas más importantes y cómo pueden encontrarse soluciones.

R. La justicia medioambiental estudia las desigualdades sociales en el acceso a los beneficios de la naturaleza (recursos naturales y servicios ambientales) y analiza cómo determinados estratos sociales sufren una carga desproporcionada de exposición a la contaminación y a los residuos, con los riesgos que esto suponen para la salud y la calidad de vida. La apropiación urbana de espacios ambientales más allá de sus fronteras conlleva el desplazamiento de costes ambientales y sociales a otros territorios y a las generaciones futuras, generando deudas ecológicas. Revertir estas tendencias no solo requiere cambios en la forma que contabilizamos los costes y beneficios de nuestras decisiones sino también una revolución en la planificación urbanística. Esta puede sacar lecciones de los saberes populares tanto como en el conocimiento académico, e inspirarse en el legado de urbanistas visionarios como Lewis Mumford o Patrick Geddes, pioneros de una visón ecológica de la ciudad.

P. La resiliencia urbana ante el cambio climático es otra de las dimensiones que los ciudadanos debemos considerar. ¿Podría indicarnos algunas ciudades líderes en este campo tanto en Europa como en Latinoamérica y cuáles son sus líneas de acción?

R. Las ciudades que sufren de una escasez de ecosistemas urbanos y periurbanos son más vulnerables frente al cambio climático. Los manglares y marismas son barreras naturales que protegen a las ciudades costeras frente a los tsunamis, huracanes y tormentas, que el cambio climático está haciendo más frecuentes, intensos e impredecibles. Muchas ciudades están tomando conciencia de esto y han comenzado a proteger y restaurar espacios verdes también como una estrategia de adaptación al cambio climático.

Diferentes ciudades han liderado distintas estrategias para combatirlo:

P. Entendemos que los problemas medioambientales urbanos y la búsqueda de un modelo sostenible es una labor conjunta de toda la sociedad. No obstante, la Universidad y los centros de investigación deben jugar un papel esencial en la formación de especialistas y asesoramiento de los otros actores. En este campo, ¿cómo ve usted los programas académicos de las universidades españolas en relación con otras extrajeras?

R. Los problemas ambientales de la ciudad dentro y fuera de sus territorios son uno de los grandes desafíos del siglo XXI. Desde hace una década más de la mitad de la población mundial vive en ciudades y se estima que para el año 2030 esta proporción se haya incrementado hasta el 60%, lo que supone que en los próximos quince años la población urbana habrá aumentado en 1.500 millones. Cada vez es mayor la proporción de la población que vive desconectada de la naturaleza y sus dinámicas.

Una consecuencia de esta desconexión creciente entre los seres humanos y la naturaleza es que las nuevas generaciones han perdido la noción de la dependencia humana de la naturaleza y de los procesos ecológicos de sustento vital. Los pequeños asocian el agua y la comida a grifos y supermercados antes de que a cuencas hidrográficas o a campos de cultivo. Vivir en entornos cada vez más empobrecidos desde el punto de vista ecológico reduce, además, nuestra capacidad para apreciar la calidad ambiental. Quienes han nacido y crecido bajo la contaminación lumínica de las ciudades no pueden echar en falta las estrellas que durante milenios contemplaron sus antepasados ni las especies y paisajes que antaño enriquecían la vida de su entorno. Algunos autores describen este fenómeno en términos de una 'amnesia ecológica generacional'. La academia puede jugar un papel clave a la hora de revertir este fenómeno, impulsando y promoviendo la (re)alfabetización ecológica de la ciudadanía.

Isabel de Felipe es profesora ad honórem de la Universidad Politécnica de Madrid y miembro del Consejo de Dirección del itdUPM (Centro de Innovación en Tecnología para el Desarrollo Humano). Pertenece a la Junta Directiva de PRONATUR de la Universidad Politécnica y es evaluadora de proyectos de varias instituciones. Ha dirigido numerosos proyectos de cooperación en América, Asia y África, y ha colaborado en proyectos de investigación de la UE. También ha publicado artículos y libros sobre naturación urbana y agricultura para el desarrollo.

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