La casa que se puede transportar en un camión
UNA CASA QUE pudiera transportarse en un camión normal. Una vivienda sostenible capaz de conectarnos con un entorno natural. Que tuviera un diseño sencillo que se mimetizara en cada paisaje. Un hogar sin fronteras. Un sueño de libertad. Con estas ideas rondándole en la cabeza, la arquitecta Camino Alonso se dispuso a crear hace unos años la ÁPH80, un refugio de apenas 27 metros cuadrados que puede instalarse en casi cualquier sitio y que demuestra que vivir a pequeña escala es posible. El espacio se divide en un dormitorio, un salón con cocina incorporada y un baño. “¿Para qué queremos más?”, dice Alonso, de 52 años. Los elevados precios de la vivienda, la necesidad de estar cerca del campo y una mayor conciencia medioambiental están reformulando nuestro estilo de vida. “Hay una vuelta a la esencia, a lo natural, y los arquitectos tenemos que dar respuesta a estas inquietudes”, explica la directora creativa del estudio de arquitectura Ábaton.
“Hay una vuelta a la esencia, a lo natural, y los arquitectos tenemos que dar respuesta a estas inquietudes”.
En Estados Unidos, donde las construcciones prefabricadas son abundantes y el sueño americano se materializa con la posesión de una casa, se lleva consolidando desde hace años un movimiento a favor de las tiny houses (o viviendas minúsculas), que creció después de la crisis hipotecaria de 2008. El desastre del huracán Katrina en 2005 también fomentó este tipo de edificaciones. Entonces la arquitecta Marianne Cusato desarrolló unas cabañas móviles para aquellos que habían perdido su hogar, que contaban con todas las comodidades en el menor espacio. “Este modelo puede ser muy útil en el caso de sufrir desastres naturales, aunque con reservas. Al final no deja de ser muy pequeño”, explica. “Pero sí que son más eficientes, los costes son más bajos y pueden servir de vivienda accesoria”, añade. Para Alonso, lo más básico es la filosofía que lleva esta casa a cuestas: “Demuestra que podemos y debemos cuidar el planeta”. La primera que ella diseñó se encuentra a las afueras de Pozuelo de Alarcón (Madrid), cerca de su oficina, en una parcela rodeada de pinos y asentada en un suelo pedregoso. A las siete de la tarde caen los últimos rayos de sol sobre el tejado y el exterior de la vivienda, revestidos por paneles de virutas de madera con cemento en color gris, un material muy fácil de adecuar y que la protege del sol.
“Teníamos claro que la primera pared no podía tocar la casa. Después, para el aislamiento —que tiene de 10 a 22 centímetros de anchura— hemos utilizado lana de roca, muy resistente al fuego”, detalla Alonso, que en 2015 figuraba en la lista de los mejores arquitectos y diseñadores del mundo menores de 50 años. Los muros son de madera de abeto maciza y la estructura es como un mecano. “No hay molduras ni rodapiés. En este tipo de construcciones no puedes necesitar a un albañil y las paredes tienen que caber en un camión. Por eso el diseño requiere un análisis muy exhaustivo. Todo tiene que encajar”, explica la diseñadora, que tardó dos años en desarrollar el proyecto. “Este trabajo precisa de muchas horas. Lo más difícil fue darle escala humana”. Conseguir esa sensación de amplitud y bienestar en pocos metros cuadrados no es sencillo. “La vivienda mínima es el reto de cualquier arquitecto”, dice.
“En este tipo de construcciones no puedes necesitar a un albañil y las paredes tienen que caber en un camión”.
Alonso reconoce que al principio la idea no contó con muchos apoyos del equipo de Ábaton, un estudio que ella misma fundó en 1998 con el arquitecto Ignacio Lechón y con su hermano Carlos Alonso (ingeniero industrial) y que cuenta con su propia constructora. Pero ella siguió en su empeño. Después de esos 24 meses esbozando el diseño de la primera casa móvil, su fabricación e instalación necesitó solo ocho semanas. Tardaron un día en montarla.
Desde 2013, Ábaton ha vendido más de una veintena de la serie ÁPH80 (que responde a las siglas Ábaton Portable Home; el número hace referencia a los metros cúbicos de la casa). Sus principales clientes están en el norte de Europa. En España han vendido sobre todo en Cataluña y Galicia. Su precio oscila entre 21.900 y 42.800 euros. Alonso cuenta orgullosa que este modelo de vivienda mínima, autosuficiente y transportable ya se estudia en las escuelas de arquitectura y ha cosechado varios premios internacionales. “A esta primera casita le tengo muchísimo cariño. De vez en cuando me vengo aquí a desconectar del estudio”, confiesa Alonso, de 52 años, sentada en el flamante sillón turquesa de Batavia, la firma de interiorismo con la que Ábaton trabaja.
Hasta este rincón llega el olor a romero y pino de los alrededores. La puerta está abierta. La fachada es un gran ventanal que desdibuja la frontera entre el salón y el exterior como si, al mirar al frente, tu espacio vital no tuviera fin. A un lado, la pared de madera camufla una cocina con lo básico: un frigorífico, una vitrocerámica, el fregadero y varios recovecos para guardar los utensilios. El techo a dos aguas, de 3,5 metros de altura en su punto más alto, magnifica el espacio. En el dormitorio descansa una cama de 1,50. “Hay clientes que nos han pedido fijar un entrepiso para colocar unas literas para dos niños”.
Este aprovechamiento del metro cuadrado demuestra que los interesados lo suelen ver como una segunda vivienda o una especie de cabaña que te acompaña en vacaciones. “Aunque también se puede concebir como un taller de trabajo o la habitación de un hospital, como nos han pedido desde Reino Unido”, cuenta Alonso. “Su inquilino es una persona a la que le gusta el diseño y que está preocupado por el medio ambiente”. La vivienda, que lleva incorporada una placa solar, tiene un consumo energético acorde con su tamaño, es decir, minúsculo, si lo comparamos con el de un hogar de una familia normal. “El único plástico que hemos utilizado es para la fosa séptica porque no nos ha quedado más remedio”, dice esta arquitecta que se ha propuesto cuidar el planeta con su casa errante.
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