Los nativos digitales también aprenden mejor con los libros de papel
Dos expertas cuentan sus hallazgos tras revisar docenas de estudios que se han publicado desde 1992: la ciencia (todavía) no respalda que los colegios se pasen a las pantallas
Los estudiantes de hoy se sienten nativos digitales, pues son la primera generación que ha nacido rodeada de tecnología, como los smartphones, las tablets y los e-readers.
Profesores, padres y legisladores son conscientes de la creciente influencia de la tecnología. En consecuencia, se ha invertido una mayor cantidad de dinero en tecnología para las aulas, y los estudiantes están equipados con iPads y acceso a libros de texto digitales.
En el 2009, California decretó que todos los libros de texto de los estudiantes de bachiller deberán estar disponibles en versión digital para el 2020; una medida que Florida ya había adoptado en el 2011.
Profesores, padres, legisladores y estudiantes dan por hecho que la familiaridad y preferencia por la tecnología de esta nueva generación de estudiantes se traduce en una mejor capacidad de aprendizaje. Pero hemos descubierto que este no siempre es el caso.
Como investigadores en el terreno del aprendizaje y la compresión lectora, nuestro trabajo más reciente se ha centrado en estudiar las diferencias existentes entre la palabra escrita y digital. Si bien es cierto que las nuevas tecnologías en las aulas —como los libros de texto digitales— son más accesibles y gozan de una mayor portabilidad, es incorrecto asumir que los estudiantes estarán aprendiendo mejor con la tecnología simplemente por el hecho de que la prefieren.
Velocidad, ¿pero a qué precio?
Nuestra investigación revela una discrepancia significativa. Los estudiantes aseguraron que trabajaban mejor leyendo de una pantalla, pero los resultados reflejaron lo contrario.
Por ejemplo, la revisión de estudios que hemos llevado a cabo desde 1992 encontró que los estudiantes eran capaces de asimilar mejor la información obtenida del papel cuando el texto superaba una página escrita. Esto podría estar relacionado con el efecto perjudicial sobre la comprensión lectora que tiene el scroll.
También nos sorprendió descubrir que muy pocos investigadores habían analizado los distintos grados de comprensión lectora y el tiempo de lectura en sus estudios de textos impresos y digitales.
Para explorar esta tendencia, llevamos a cabo tres estudios que exploraron la habilidad de los estudiantes de bachiller para comprender la información que se les presentó en versión impresa y digital.
Los estudiantes indicaron su medio preferente. Después, leyeron dos pasajes, uno online y otro en papel, y completaron tres actividades que consistieron en: describir la idea principal del texto, nombrar los puntos clave de las lecturas y proporcionar cualquier otro detalle del texto que pudieran recordar. Una vez finalizada las tareas, se les pidió que auto-evaluaran su comprensión lectora.
¿Mejor impreso o digital?
Los resultados mostraron claras diferencias:
- La mayoría de los estudiantes prefirió leer online.
- Leyeron significativamente más rápido online que en papel.
- Los estudiantes consideraron que su comprensión lectora fue mejor online que en papel.
- El medio no tuvo repercusión en las preguntas generales (como para entender la idea principal del texto).
- Pero a la hora de responder preguntas específicas, la comprensión lectora fue significativamente mejor cuando los participantes leyeron textos escritos.
El papel, en perspectiva
Legisladores, profesores, padres y estudiantes deben tomar estos resultados como una lección respecto al lugar que debería ocupar la palabra escrita en un mundo cada vez más digitalizado.
1. Considerar su cometido
Leemos por muchos motivos. A veces, buscamos la respuesta a una pregunta muy concreta. Otras, queremos hacer una lectura diagonal de las noticias del día en un periódico.
A la hora de decantarnos por un formato u otro, deberíamos tener en cuenta por qué estamos leyendo, ya que es probable que uno de los dos medios se adapte mejor a nuestra intención.
En otras palabras, no existe un medio que se adapte por completo a todas las necesidades del lector.
2. Analizar la tarea
Uno de los resultados más relevantes de nuestra investigación es que, para algunas tareas, el medio no parece tener relevancia. En lo que a recordar la idea principal del texto se refiere, por ejemplo.
Pero cuando la tarea requiere una comprensión lectora más profunda y una mayor dedicación, los estudiantes podrían beneficiarse más de los libros de texto impresos. Los profesores deberían indicarle a los alumnos que sus capacidades de aprendizaje podrían verse influenciadas por el medio que escojan para estudiar. Esta concienciación podría reducir la discrepancia que se observó entre la percepción de los estudiantes en relación con su desempeño en las tareas y sus verdaderos resultados.
3. Bajar el ritmo
En nuestra tercera investigación pudimos catalogar a los estudiantes basándonos en su comprensión lectora, tanto para textos impresos como digitales.
Encontramos un grupo selecto que fue capaz de comprender la información en versión digital mejor que la impresa. Lo que distinguió a este colectivo atípico fue que leyeron más despacio en pantalla que en papel. Esto indica que se podría enseñar a los estudiantes a combatir el impulso de leer los textos digitales muy rápido.
4. Algo que no se puede medir
Puede que hayan motivos económicos y ecológicos para desechar los libros de texto. Pero queda claro que estaríamos perdiendo algo importante.
En nuestra vida académica, poseemos libros y artículos que consultamos regularmente. Las manoseadas páginas de estos textos se encuentran grabadas con nuestras preguntas y reflexiones. Pero es difícil imaginar que pueda llegar a existir un nivel similar de implicación con los textos digitales. Probablemente, debería existir siempre un hueco para la palabra impresa en la vida académica de los estudiantes, sin importar cuán hábiles con la tecnología se manifiesten.
Por supuesto, sabemos que la transición hacia un modelo de lectura digital es inevitable. Y no queremos desprestigiar las muchas ventajas de las pantallas, que incluyen la disponibilidad de una mayor selección de textos a gran velocidad de acceso.
Más bien, nuestra intención es recordar a los nativos digitales de hoy —y aquellos que moldean su experiencia educativa— que el abandono de la palabra escrita conlleva costes y consecuencias significativas para el aprendizaje y desarrollo académico.
*Autoras: Patricia A. Alexander y Lauren M. Singer, doctoras especializadas en psicología del aprendizaje en la Universidad de Maryland, (EE UU). Este artículo es una publicación original de The Conversation. Lea aquí el artículo en inglés.
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