La colección del boticario
Un cooperante reúne en Sevilla 500 instrumentos musicales centenarios del África subsahariana recogidos en 30 años
Un arco de caza de madera y un solo hilo de fibra vegetal surge como uno de los más antiguos instrumentos musicales de cuerda fabricado por el hombre. Cuando no se utilizaba con flechas contra los animales, servía para crear sonidos y ritmos recurriendo a la boca como caja de resonancia. Este, que pertenece a los pigmeos del Congo, es uno de los cerca de 500 objetos musicales del África subsahariana de la exposición permanente ¿Te suena África?, ubicada por el momento en una nave habilitada como sala en el polígono Calonge, en la periferia de Sevilla.
Tambores, arpas, flautas y sonajas se disponen discretos en una valiosa colección que comenzó hace más de 30 años el farmacéutico y cooperante gaditano Javier Ballesteros y que un conservador del Metropolitan Museum de Nueva York ya valoró hace una década como un "bello y cuidadosamente escogido grupo de instrumentos". "Los más antiguos pueden llegar a tener hasta un siglo, pero datarlos es muy complicado. Lo que es seguro es que su uso es milenario, son los primeros”, asegura el boticario, que ha viajado a una decena de países africanos en cerca de 30 ocasiones desde que terminó su carrera en 1981.
Como cooperante, a la vez que asesora al personal de los centros de salud y hace análisis clínicos, se las ingenia para recopilar las joyas que hoy conforman esta colección completada con envíos de sus compañeros y otras compras. El objetivo de Ballesteros, que ha cedido el tesoro a la asociación El Gulmu, es trasladarlo al centro de Sevilla para que sea más visible. “Requerimos apoyos institucionales para difundir este maravilloso punto de encuentro. Tan necesario", sostiene entre instrumentos de cuernos, pieles de serpiente, de iguana y caparazones de tortuga como amplificadores.
“El Metropolitan mostró interés en adquirirla, pero le dejamos claro que no", dice convencido Ballesteros, que es promotor junto al cantautor Javier Ruibal, de una iniciativa registrada en el Forum Unesco para que la música tradicional africana sea declarada Patrimonio Inmaterial Mundial.
“Como la humanidad, la música surge de África y aquí se observa a la perfección”, indica Manuel Jiménez, músico multinstrumentista y guía de la muestra, quien maneja con destreza lo que considera “los orígenes del piano”. Es un piano de pulgar, una mbira o sanza de Zimbabue que se compone de teclas de metal sobre una madera en una especie de pandereta ancha que desprende un sonido limpio y brillante. Pasa después a interpretar otros ritmos en los balafones de la etnia mandinga, similares a las marimbas o al xilófono. Están ahí, se vislumbran en ellos los ancestros de las baterías, los clarinetes o las guitarras, con palometas para afinar las notas incluidas, base de lo que se extenderá al mundo.
“Es un bello y cuidadosamente escogido grupo de instrumentos”, declaró el conservador del Metropolitan Museum
Son riquezas que conforman las culturas del vasto continente, que se conserva en su mayoría a través de la oralidad, de los griots, como los trovadores. “Siempre se dice que cuando muere un anciano en África, es como si ardiera una biblioteca”, señala el cooperante, que colabora en la construcciónd de una casa de la Música en Burkina Faso y resalta cómo estas piezas asumen cada vez más valor por la pérdida de su historia, las mezclas con las corrientes contemporáneas o el devenir de la realidad.
“Siempre se dice que cuando muere un anciano en África, es como si ardiera una biblioteca”, señala Ballesteros
Quedan resguardados así los orígenes de instrumentos como los morteros, que provienen de los golpes de los mazos de las mujeres para moler cereales; o las sonajas, de sacudir pulseras, tobilleras y cinturones de huesos, piedras y conchas para invocar deidades u otras costumbres. También lo que Jiménez denomina el teléfono fijo: un tambor llamado parlante compuesto por un tronco de casi dos metros vaciado y con dos aperturas que sirve para mandar mensajes codificados a poblaciones vecinas. “Anuncian con ellos nacimientos, bodas, defunciones... cada evento tiene sus ritmos”, dice el músico frente a un ejemplar de Camerún.
Y como si hablara un griot, por la exposición se leen letreros titulados "Cuenta la leyenda..." donde se narran historias como la del primer sonido musical jamás escuchado, que provocó que el sol arrancara su primer rayo de luz. “La siguiente nota creó al hombre (...) Aún hoy, en el momento que una nueva nota salga de un sanza, un nuevo niño nacerá en cualquier parte del mundo”, se lee.
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