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María Pacheco y Triana Heredia, herederas de la genialidad flamenca

Triana Heredia (derecha) y María Pacheco son hijas, respectivamente, del músico Ray Heredia y de Mario Pacheco, el productor que grabó su único disco.
Guillermo Abril

ELLAS NO SE conocían. Pero sus padres crearon mano a mano una de las obras cumbre de la música española de los noventa. Triana Heredia, hija de José Ray Heredia. Gitano madrileño, de familia de bailaores, uno de los fundadores del grupo Ketama. Su único disco en solitario, Quien no corre, vuela, suele ser considerado uno de los hitos fundacionales del nuevo flamenco; contiene himnos que aún perduran como ‘Alegría de vivir’. El álbum se editó en junio de 1991. La heroína se llevó a Ray por delante un mes después. Pero dejó una hija: Triana. Era un bebé entonces. Hoy, con 27 años, es cantaora. Y cuando cumplió la mayoría de edad comenzó a hacerse cargo del legado de su padre. Eso la obligó a ponerse en contacto con Mario Pacheco, creador del sello discográfico Nuevos Medios, que aupó, entre otros, a Ketama y Pata Negra y abrió horizontes musicales en los años de la movida; el tipo que se empeñó en grabar el único elepé en solitario de su padre. Pacheco murió años después, a los 60. Era 2010. Corrían malos tiempos para la música, pero, aun así, decidió tomar el relevo de la discográfica su única hija: María Pacheco.

Así se encontraron. Triana y María. Primero hablaron por teléfono. Les sorprendió la familiaridad en el trato. Como si se conocieran de otra vida. Luego, en 2014, se vieron por fin cara a cara. Ocurrió en Sevilla, en un rincón privado del bar de la familia de Triana. “No paramos de hablar”, le dice Heredia a Pacheco, que se encuentra a su lado, en este encuentro a los pies del tablao de Casa Patas, en Madrid. Y añade que fue casi como acudir “al psicólogo”. De aquel encuentro, y los sucesivos, nació la idea que ha vuelto a unir musicalmente el camino de estas dos sagas familiares. Con María al frente de Nuevos Medios, el sello ha editado este año Por Ray Heredia, un disco de tributo con artistas invitados. La variedad de los colaboradores dice mucho del mito: Alejandro Sanz, Vetusta Morla, Antonio Carmona, Rubén Blades, Jorge Pardo, entre otros. También canta Triana. Un tema llamado Su pelo. Lo eligió ella. Le costó grabarlo. “Cada vez que lo intentaba, me ponía a llorar”.

Ahora que se tienen delante se preguntan si quizá coincidieron en aquellos primeros años noventa, mientras sus padres trabajaban juntos. María tenía siete años cuando se grabó el disco de Ray (hoy tiene 33). Y dice que solía ir al estudio a menudo. Recuerda tardes de lío y músicos por todas partes, y también muchos críos, bebés incluso. Pero Ray era más bien nocturno. De los que empezaban a templar la voz a partir de las nueve de la noche. Su grabación, probablemente, se la perdió por eso. “Lo que sí recuerdo perfectamente es a mi padre hablando de Ray, del proyecto, escuchando las pruebas de estudio y las maquetas. Estaba alucinado con tu padre. Fue un shock cuando se enteró de su muerte. Creo que la noticia le pilló en Nueva York con Pata Negra”, le confiesa a Triana. Y esta, que hace poco se tatuó “Ray” en el brazo, el mismo nombre que le ha puesto a su hijo, le responde: “Tu padre tuvo una fuerza y una visión que otros no tuvieron. Logró sacar adelante a muchos de los revolucionarios del flamenco. Se volcó con una música por la que entonces nadie apostaba”.

Cuando conversan, parecen hermanas que llevaran años separadas. Pero con una excusa para reunirse: “Somos las dos hijas de”, dice Triana. “Y tenemos ganas de hacer cosas por ellos. Para que su legado no quede en el olvido”. Acto seguido, se sube al escenario y comienza a cantar a capela frente a María unos versos de su padre. Y al escucharla es inevitable pensar en el desenlace trágico: “Me paso la vida pensando en lo bueno y lo malo / mi mente está triste me siento algo extraño / mi cuerpo se agota mi alma lo nota”.

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Sobre la firma

Guillermo Abril
Es corresponsal en Pekín. Previamente ha estado destinado en Bruselas, donde ha seguido la actualidad europea, y ha escrito durante más de una década reportajes de gran formato en ‘El País Semanal’, lo que le ha llevado a viajar por numerosos países y zonas de conflicto, como Siria y Libia. Es autor, entre otros, del ensayo ‘Los irrelevantes’.

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