La economía del dónut
Un nuevo libro ofrece alternativas radicales y esperanzadoras a un modelo fallido de desarrollo
Hace un par de semanas me entretuve revisando el libro de Economía de mi hija de primero de bachillerato. Les aseguro que fue un ejercicio poco edificante. Comencé leyendo un desolador mini capítulo sobre migraciones en el que se repiten todos los prejuicios mal fundamentados sobre los riesgos económicos de la movilidad humana, para darme cuenta después de que el resto del libro no era mucho mejor. Los futuros economistas del curso de mi hija (y otros muchos, me temo) perderán un año empapándose de forma acrítica del mismo mantra del progreso extractivista, desregulado y antropocéntrico que nos ha llegado a colocar al borde del abismo social y ambiental. La economía como una búsqueda ciega del crecimiento en la que la equidad y la sostenibilidad actúan más como consideraciones posteriores que como presupuestos fundamentales.
Estoy seguro de que mi interpretación hubiese sido menos alarmista de no haber leído durante este verano el libro La economía del dónut (Doughnut Economics), de la economista Kate Raworth. Conozco y aprecio a la autora desde hace años, cuando trabajábamos juntos en el servicio de estudios de Oxfam. Fue allí donde comenzó a pergeñar una propuesta que ahora ha tomado forma en este libro y que realiza una contribución incalculable al debate sobre los modelos de desarrollo.
El dónut es definido como un “compás radicalmente nuevo para guiar a la humanidad en este siglo”. Dicho de forma simple, ningún modelo económico del siglo XXI que quiera responder al reto del progreso con equidad y sostenibilidad puede operar más allá de dos límites fundamentales: el primero es el techo ecológico que establece la capacidad del planeta, definido en forma de cambio climático, pérdida de biodiversidad, acidificación de los océanos, contaminación del aire y así hasta nueve procesos en los que nos acercamos de manera alarmante a puntos de no retorno y de consecuencias imprevisibles. (Ya hemos hablado en este blog del marco original del argumento de los “límites planetarios”, que proviene del Centro de Resiliencia de Estocolmo).
La línea interior del dónut es la que establecen los fundamentos de una sociedad justa: el derecho de todos a la alimentación, educación, sanidad, vivienda, igualdad de género, libertades civiles o agua, entre otros. Este “suelo” por debajo del cuál ningún ser humano debería ser obligado a vivir constituye en realidad la columna vertebral de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, una agenda hacia 2030 que busca reducir los insoportables niveles de desigualdad, pobreza y deterioro ambiental que sufre el planeta.
A partir de este concepto, la autora despliega otros seis cambios estructurales en nuestro pensamiento económico que permitirían alcanzar un progreso inclusivo y sostenible. La lista (ver imagen) es un órdago a la grande de dogmas de fe contemporáneos como la eficiencia incontestable del mercado; la racionalidad egoísta del individuo; la simplicidad mecánica de la oferta y la demanda; la inevitabilidad de la desigualdad y el crecimiento “sucio” como fases del desarrollo; y, claro, la santificación del crecimiento del PIB como indicador de referencia.
El resultado es un libro radical y sólidamente argumentado, pero también plausible y divulgativo. Su verdadero valor añadido, en mi opinión, no es la capacidad de sustituir unas certezas por otras, sino de reconsiderar los presupuestos con los que hemos aceptado convivir hasta ahora. Este es un libro sobre alternativas, precisamente cuando las necesitamos de forma desesperada y cuando la combinación histórica de riesgos nos hace más proclives a las nuevas ideas. Por eso es imperativo que -si no lo han hecho ya- alguna editorial de prestigio edite una versión en español de este volumen.
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