Objetivos de Desarrollo Sostenible: manos a la obra
El Secretario General de la ONU y unas amistades montando el puzzle de los ODS. Foto: UN.
[Este texto forma parte del diálogo promovido por el Real Instituto Elcano acerca deEspaña en la agenda del desarrollo 2030, en el que estamos participando como ISGlobal y cuyas conclusiones principales están siendo publicadas en Planeta Futuro.]
El pasado mes de septiembre los países miembros de la ONU aprobaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) 2030, una agenda para promover el desarrollo global a lo largo de la próxima década y media. Se trata de un menú de acciones comprehensivo y relevante, que obliga a los países ricos mucho más allá de sus compromisos de cooperación con el mundo en desarrollo (pueden ver los detalles en este magnífico especial que publicó Planeta Futuro). Una agenda que, sin embargo, podría acabar en un desaguisado de acciones arbitrarias y desordenadas si los países no establecen planes eficaces para llevarla a término, lo que incluye mecanismos para el seguimiento y control de los objetivos.
En los próximosdías –siete meses después de que los ODS fuesen aprobados- se hará pública la recomendación del grupo de expertos de la ONU con respecto a los indicadores que deben dar contenido a cada una de las 169 metas incluidas en los objetivos. La versión final de esta herramienta fundamental de seguimiento debe ser aprobada ahora por el Secretario Generaly trasladada al conjunto de los países para conformar los planes nacionales de trabajo. Aunque el proceso de concreción de los planes de trabajo resulta exasperantemente lento, no pongo en duda que estos indicadores ayudarán mucho a materializar los compromisos adquiridos. Pero es inevitable la sensación de que esperar a los indicadores es casi empezar la casa por el tejado. Cada uno de los países debería tener decidido ya un esquema de trabajo que incluya las prioridades nacionales con respecto a la agenda (las opciones son de tal magnitud que solo programas parciales serán creíbles) y los mecanismos políticos e institucionales para llevarlos a cabo.
A estas alturas, es dudoso que Mariano Rajoy distinga las siglas ‘ODS’ de una marca de bicicletas. Tampoco el asunto fue siquiera mencionado por nuestros flamantes líderes parlamentarios durante el debate de investidura. El desprecio de nuestros representantes por este asunto contrasta con el caso de otros gobernantes europeos, como David Cameron, que han incorporado este temaa su discurso de forma natural. Si la agenda global del desarrollo vale para España algo más que el papel en el que está escrita, los partidos políticos deberían contestar cuanto antes (incluso en estas negociaciones para formar gobierno) algunas preguntas fundamentales:
· ¿Qué prioridades conformarán la agenda de España? Necesitamos un plan de acción que sea al mismo tiempo relevante, ambicioso y creíble. Esto implica definir con finura –y con el horizonte de 2030- las prioridades nacionales en tres ámbitos: la agenda propia (por ejemplo, abrir un debate sobre el avance de la desigualdad o poner fin a la emergencia de la pobreza infantil y juvenil), la agenda externa (reconsiderar las prioridades de España en materia de cooperación, participación en organismos internacionales o iniciativas de paz) y los ámbitos en las que estas se solapan (la agenda del clima o la de la movilidad internacional de personas son dos buenos ejemplo). Aunque no existe una ‘plantilla’ común que permita realizar el seguimiento a los gobiernos por parte de organismos internacionales, sociedad civil y sus propios pares, podemos aprovechar la experiencia de otros procesos como los Planes Nacionales de Adaptación al cambio climático.
· ¿Qué organismos asumirán el liderazgo en este asunto? Los ODS superan con mucho el ámbito de influencia de la cooperación. Precisamente por eso sería deseable que su estructura no esté sujeta a la miopía y las miserias del Ministerio de Asuntos Exteriores, sino que cuente con un armazón institucional transversal y muy cercano a la Presidencia del Gobierno. Sin llegar a alguna de propuestas ‘flower-power’ que hemos escuchado en estas semanas, la idea de una oficina (¿incluso una vicepresidencia?) de sostenibilidad y equidad equivalente a la actual Oficina Económica del Gobierno no es ninguna exageración. Nuestra flamante OSE debe estar dotada del aparataje estadístico que sea necesario, lo que implica retoques urgentes en el sistema nacional de estadística (para incluir, por ejemplo, información detallada sobre desigualdades por edad o residencia). El panorama debe completarse con una comisión parlamentaria al más alto nivel (esta vez sí, referenciada explícitamente a los ODS) y mecanismos serios y relevantes de participación de la sociedad civil, lo que significa estudiar en profundidad el modelo del Consejo de Cooperación y hacer casi lo contrario.
· ¿Cuánto costarán los ODS y de dónde saldrá el dinero? El plan nacional de cumplimiento de los ODS debe incorporar una memoria económica detallada tanto en la especificidades del gasto previsto como en los mecanismos que garantizarán los recursos (incluyendo planes explícitos en materia de fiscalidad internacional y nuevos mecanismos de financiación, asuntos que son al mismo tiempo medio y fin de los ODS). Sería interesante considerar aquí algunas ideas estrambóticas como por ejemplo la posibilidad de establecer una condicionalidad mutua entre los objetivos de déficit y los ODS, de modo que el primero no aplaste sistemáticamente a los segundos. No hay modo de hacer esto sin el consenso europeo, pero tal vez sea una buena idea a promover para el conjunto de la UE.
Comentarios
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.