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Columna
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Entre el 155 y el deshonor

Las elecciones son la solución incontestable y limpia a un conflicto entre catalanes

Joaquim Coll
Carles Puigdemont durante el acto de inicio de campaña para el referéndum del 1-O.
Carles Puigdemont durante el acto de inicio de campaña para el referéndum del 1-O.Albert Garcia (EL PAÍS)

Seguro que recordarán esa famosa frase de Churchill al primer ministro británico Chamberlain, “entre la guerra y el deshonor habéis elegido el deshonor, y tendréis la guerra”, como forma de reprocharle su ceguera política ante el inevitable enfrentamiento con la Alemania nazi. Algo parecido se le puede decir a Mariano Rajoy sobre su estrategia para hacer frente al golpe separatista anunciado desde hace mucho tiempo y ejecutado finalmente los días 6 y 7 de septiembre. Contrariamente a lo que muchos piensan, la realidad es que el Gobierno español ha ido aplazando el enfrentamiento, esperando a que el procés naufragase debido a las contradicciones ideológicas entre Junts pel Sí y la CUP o a los intereses electorales contrapuestos de ERC y PDeCAT. Esa intuición algo de razón tenía porque la cosa no ha andado lejos de saltar por los aires en varias ocasiones. Que Rajoy se haya esforzado en transmitir una imagen de prudencia hasta la aprobación de la ley del referéndum y la firma por parte de Carles Puigdemont de la convocatoria del 1-O ha sido acertado para cargarse de razones.

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Lo que está siendo un error, posiblemente grave, es no haber levantado a partir de ese momento la bandera de las urnas democráticas frente a un plebiscito que solo pretende ratificar la secesión unilateral. Y eso exige la aplicación del artículo 155 de la Constitución, para el que hay sobradas razones, y que permite adoptar “las medidas necesarias” para preservar el interés general. El 155 no suspende la autonomía sino que permite intervenir el Gobierno de la comunidad para que cese de atentar contra la legalidad democrática; en este caso, arrebatar la competencia electoral al president de la Generalitat con el objetivo de que sea el Gobierno español el que convoque lo antes posible nuevas elecciones en Cataluña.

Las elecciones son la solución limpia e incontestable a un conflicto principalmente entre catalanes, como muy bien se vio en los agrios debates en el Parlament. Las elecciones son un clamor de toda la oposición catalana desde hace meses y permitirían salir del bucle del 1-O, evitando que prosiga la socialización de la rebeldía institucional y la cascada de registros, requerimientos e imputaciones en torno al referéndum secesionista. Con la convocatoria de elecciones desaparece del horizonte el 1-O y el eje de la tensión se vuelve a situar dentro de Cataluña y entre partidos catalanes. Además, no nos engañemos, utilizar medidas coercitivas sobre mucha gente siempre es arriesgado para la democracia. Si el 3 de octubre hay una DUI (Declaración Unilateral de Independencia), como todo apunta que sucederá, Rajoy no tendrá más remedio entonces que recurrir al 155 sin que haya servido de mucho su deshonor político ni el coste de la erosión democrática para frenar el 1-O.

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