Responder al desafío y al discurso

El Gobierno catalán dio ayer un nuevo paso, y más grave, en el desafío que está planteando a sus ciudadanos, a todos los españoles y a la legalidad. Después del golpe a la Constitución y al Estatuto de Cataluña de los días 6 y 7 pasados, los máximos responsables de la Generalitat se instalaron ayer, con ostentación, en la desobediencia ante las más altas instituciones de un Estado al que legalmente representan.

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Llegados a este punto, hay que aplicar con rotundidad y rapidez todos los resortes que permita el Estado de derecho. Nos encontramos en una lucha de poderes (el constitucional contra el rebelde), que requiere decisiones políticas de primer orden en defensa de un marco de convivencia aprobado por la inmensa mayoría de los ciudadanos en 1978.

La buena noticia es que tres partidos que representan a una amplísima mayoría en el Parlamento (PP, PSOE y Ciudadanos) han declarado estar dispuestos a defender la Constitución. Y, la mala, que los líderes independentistas avanzan sin control hacia la sedición, mientras la tercera fuerza política de España, Podemos, quiere aprovechar la crisis para atacar frontalmente lo que llaman el régimen del 78 y echar gasolina al fuego sin pudor, después de meses de disimulo.

El enfrentamiento actual pone en peligro la propia esencia del Estado, que se convertiría casi en fallido si no es capaz de actuar con eficacia ante el desafío secesionista. El referéndum para la independencia de Cataluña, suspendido por el Tribunal Constitucional, no se puede celebrar de ninguna manera. Tampoco se puede consentir la declaración de independencia que ya tiene preparada la Generalitat para los primeros días de octubre. Hay que actuar con la misma proporcionalidad como la que plantea un desafío tan desproporcionado.

Y no solo basta con vencer. Una vez ganado el pulso, hay que convencer. Para ello, es necesario desmontar el discurso independentista, plagado de mentiras y falacias y apoyado por élites intelectuales apalancadas en las instituciones catalanas, con un relato político sólido sobre el futuro de una España que necesita a Cataluña, y viceversa. Ese discurso debería incluir una reforma del encaje de las autonomías en el Estado y, lo que es más importante, estar respaldado por todas las fuerzas constitucionalistas. ¿Para cuándo la foto de Mariano Rajoy, Pedro Sánchez y Albert Rivera poniendo pie en pared contra el proceso y haciendo una propuesta de futuro? Queda poco tiempo.