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Así atrapa el extremismo a los jóvenes africanos

Pobreza, falta de confianza en el Estado, analfabetismo y escaso conocimiento de la religión son los rasgos de quienes deciden alistarse en los grupos terroristas que operan en África

Dada, de 15 años, fue secuestrada cuando tenía 12 por el grupo terrorista Boko Haram. Consiguió escapar y ahora vive con sus dos hijos en un refugio de Maiduguri, en el norte de Nigeria.
Dada, de 15 años, fue secuestrada cuando tenía 12 por el grupo terrorista Boko Haram. Consiguió escapar y ahora vive con sus dos hijos en un refugio de Maiduguri, en el norte de Nigeria.Gilbertson (Unicef)
Lola Hierro
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¿Qué le pasa por la cabeza a un individuo para unirse a un grupo dedicado a provocar el terror? Miles de chicos y chicas —sobre todo ellos, y sobre todo jóvenes— engrosan cada año las filas de organizaciones terroristas en África. Averiguar qué les empujó a dejar su vida y abandonarse a la violencia es el objetivo de una ambiciosa investigación, la primera de este tipo, realizada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) durante los dos últimos años. El resultado ha sido Viaje hacia el extremismo en África, un informe publicado este jueves, que analiza los factores que influyen en el proceso de reclutamiento.

El PNUD estima que unas 33.300 personas fueron asesinadas en el mundo en ataques violentos entre 2011 y 2016. En 2015, cuatro grupos terroristas —Boko Haram, Daesh, Al Qaeda y la guerrilla talibán— fueron responsables de tres de cada cuatro muertes por atentados terroristas. Y África subsahariana fue, tras el norte del continente, la segunda región donde se registró mayor número de asesinatos.

El turismo y las inversiones extranjeras se han visto afectadas por las acciones de Al Shabab en Kenia y Boko Haram en Nigeria. Solo este último grupo ha segado 17.000 vidas y desplazado a 2,8 millones de personas en la cuenca del lago Chad. Las fronteras de países como Camerún o el propio Chad se cierran de manera intermitente debido a la inseguridad. Y los mercados, lugares de rezo e intercambiadores de transporte público se han convertido en objeto de ataques imprevistos, creando una sensación permanente de miedo e inseguridad.

El 71% de los reclutados aseguran que dieron el paso después de haber vivido un suceso traumático como la muerte o detención de un ser querido

"Con este trabajo intentamos responder a la falta de pistas de por qué se une la gente a grupos terroristas", explica Mohamed Yahya, coordinador regional del PNUD en África y principal autor de la investigación. El estudio describe a individuos frustrados, marginalizados y desatendidos a lo largo de su vida desde la infancia. Con pocas perspectivas económicas y, posiblemente, víctimas de un abuso de poder por parte del Estado. “No solo se puede decir que sean malas personas y ya; la pregunta es por qué tanta gente joven se une ahora, por qué atacan a sus propias comunidades”, reflexiona Yahya.

Sin embargo, aunque buena parte de la población de la región vive experiencias como las señaladas, solo una pequeña fracción simpatiza con la violencia. ¿Qué es entonces lo que enciende la chispa en la mente de estos individuos? El estudio explora empíricamente los perfiles biográficos y perspectivas personales de africanos que han sido radicalizados y fichados por grupos extremistas. “No podemos conocer qué empujó a cada individuo a dar un paso así, pero sí se puede saber mucho más y, eso puede contribuir a diseñar intervenciones más efectivas a la hora de prevenirlo”, apunta el informe.

Además, el terrorismo está poniendo en peligro los avances logrados en el ámbito del desarrollo económico y social de la zona, y amenaza con atrofiar durante décadas las perspectivas previstas para 2030 en los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Para los autores del estudio, es crucial buscar soluciones a este fenómeno, y más en un continente como África, donde 330 millones de personas viven sumidas en la pobreza.

Los investigadores realizaron entrevistas en seis países con problemas de violencia terrorista: Kenia, Nigeria, Somalia y Sudán, Camerún y Níger. Dividieron a los entrevistados en tres grupos: 495 combatientes voluntarios, 78 que habían sido reclutados a la fuerza y una muestra de referencia formada por 145 personas no relacionadas con ningún movimiento armado pero con condiciones de vida similares a las de los que sí fueron captados.

La mayoría de quienes se habían unido voluntariamente a grupos terroristas lo habían hecho en Al Shabab y Boko Haram, pero también en Daesh, Al-Mourabitoun, Mujao o Al Qaeda. Casi todas las entrevistas tuvieron lugar en prisiones y centros de detención. De los casi 500 voluntarios, la mitad estaba en proceso de rehabilitación o programas de amnistía; un 4% de ellos se definieron como miembros en activo y se encontraban en libertad. Hubo más hombres que mujeres, pero cabe reseñar que entre los que habían sido reclutados por Boko Haram a la fuerza, la mitad eran chicas secuestradas en Nigeria. El 73% de los entrevistados tenían 30 años o menos, y el 92% creció en un hogar musulmán.

Familia y educación

El grado de movilidad y exposición a otras etnias y grupos religiosos durante la infancia influye a la hora de decidir si entrar en un grupo terrorista. Un gran porcentaje de los entrevistados nunca había viajado fuera de su país y, de entre los voluntarios, un 33% nunca había visitado una ciudad cuando era niño. Los hallazgos sugieren que, a mayor movilidad y contacto con personas diferentes, mayor confianza en el prójimo y mayor resistencia a una futura radicalización.

La infelicidad infantil podría ser un elemento crítico en los primeros pasos hacia el extremismo, y la implicación parental es fundamental a hora de determinar cómo de feliz fue alguien en su niñez. Los combatientes voluntarios reportaron menor sensación de felicidad en la infancia, y dieron la nota más baja a la implicación de sus padres. También fueron los que más castigos físicos y psicológicos dijeron haber sufrido de niños.

En cuanto a la educación, un amplio porcentaje del grupo voluntario tenía muy poca formación secular, lo que contradice la creencia de que los ataques son perpetrados por individuos con ciertos niveles de cultura. Se reconoce que la educación de calidad puede ayudar a construir la resistencia del individuo al reclutamiento porque ofrece alternativas para buscarse la vida, fomenta el pensamiento crítico, el respeto de la diversidad y los valores ciudadanos.

Ideología religiosa

Se relaciona extremismo y religión porque se cree que esta puede ser una expresión poderosa de la identidad individual y de grupo, sobre todo en contextos donde la identidad religiosa compite con la lealtad al Estado, y/o donde un líder religioso o un individuo carismático puede explotar estas dinámicas y manejar a los individuos. Existe un consenso en que la religión se usa como catalizador del extremismo, para justificar la violencia y como respuesta a muchos agravios. Sin embargo, los hallazgos en este informe cuestionan esa confusión entre extremismo e islam, y la creencia de que en las madrasas se fomenta la radicalización. Muy al contrario, parece que una educación religiosa de calidad minimiza el riesgo de radicalización. El estudio revela que el grupo de referencia tiene de media más años de estudio que los voluntarios y forzados

A la pregunta de que por qué razón se unieron a un grupo terrorista, el 40% de los combatientes voluntarios contestó que por ideas religiosas y un 13% porque creyó en un líder religioso, pero existe una brecha entre los que leen y entienden el Corán: hasta un 57% de ellos admitieron que no lo habían leído o que no entendían lo que leían. Esto no puede interpretarse sin tener en cuenta que el Corán normalmente está disponible en árabe clásico, y que las personas con conocimientos limitados de este idioma dependen de terceros para que se lo lean y traduzcan.

Factores económicos

En las regiones de África más afectadas por el extremismo hay más pobreza y más desempleo. Y en las zonas remotas y rurales, la pobreza multidimensional es mayor que en áreas urbanas. Partiendo de que solo la pobreza no es catalizador suficiente para favorecer la radicalización, sí es aceptado que los grupos terroristas explotan este argumento y lo exageran: hablan de exclusión y precariedad por razones étnicas o religiosas, generalmente. En Viaje al extremismo en África se observa que solo el 7% del grupo de voluntarios respondió que se había unido al grupo terrorista por haber perdido el empleo. De hecho, frente a un 26% del grupo de referencia, el 42% de este colectivo estaba desempleado cuando se alistó. Y de los que sí trabajaban, la amplia mayoría tenían empleos precarios y de baja cualificación en el sector informal. Esto también va contra la idea de que los terroristas vienen del mundo profesional y cualificado.

Los incentivos económicos parecen desempeñar un papel importante a la hora de decidir unirse a un movimiento radical: el 34% de los combatientes voluntarios contestó "un empleo" cuando se les preguntó cuál era su necesidad más inmediata cuando se alistaron, aunque otro 21% dijo "educación".

Por último, se preguntó a los encuestados si cobraban. El 42% declaró que sí, y algunos contaron que recibieron salarios sustancialmente más altos que los promedios locales. Sin embargo, a un número significativo no se le pagó. Según los investigadores, es importante tener en cuenta el interés por los incentivos y por las retribuciones a la hora de elaborar programas de prevención del extremismo con actividades generadoras de ingresos, pero sin que sea el enfoque principal.

Estado y ciudadanía

Es habitual tener un sentimiento de agravio hacia el Gobierno y limitada confianza en él en las regiones donde existe mayor incidencia de reclutamientos. El descontento con el Gobierno es notablemente superior en el grupo voluntario, y la creencia de que el Gobierno solo cuida los intereses de unos pocos y la confianza en las autoridades es muy escasa en todos los casos.

Destacan las quejas contra los agentes de seguridad y la falta de confianza en el ejército y la policía especialmente. En el grupo voluntario, un 78% la califica de nula o pobre. Todos los entrevistados se fían mucho más de líderes comunitarios o religiosos. Para Yahya, es otro de los hallazgos más significativos del estudio: las respuestas militarizadas o violentas al extremismo solo han servido para crear más desconfianza y alienación. "La respuesta a la violencia desde las fuerzas de seguridad es necesaria, pero aplicada correctamente. Si no se respetan los derechos humanos, tiene un impacto negativo porque favorece el reclutamiento de estos jóvenes". Y recuerda: "el 71% nos dijo que un evento traumático, generalmente relacionado con la detención o muerte de un familiar o ser querido, les llevó a unirse al grupo terrorista".

¿Cómo se detiene la radicalización de los jóvenes en África?

"Lo más importante es dejar claro que agentes de desarrollo tienen un importante papel en la prevención de la radicalización”, destaca Yahya. El coordinador del PNUD pone de relieve que este no es un problema que se deba abordar solamente reforzando la seguridad, “sobre todo, porque un individuo no se levanta un día y se hace terrorista. Es todo un proceso, un viaje individual que hunde sus raíces en diferentes impactos que vive a lo largo de su vida y en el que hay que actuar antes de que esto ocurra”.

La falta de perspectivas de futuro, la pobreza, la exclusión… “Debemos facilitar buenas condiciones de vida que permitan que la gente viva en ambientes mejores y no se radicalice”, abunda. atoresPara Yahya, la investigación lanza un mensaje muy duro a todos los implicados en el desarrollo (Gobiernos, agencias internacionales, ONG...), especialmente en el contexto africano, debido a que posee un altísimo crecimiento demográfico y pocas oportunidades para la gente, por lo que los grupos terroristas tienen mucho terreno donde elegir.

Entre los combatientes voluntarios, un 57% reconoció no haber leído el Corán o no entenderlo, una idea que va en contra de la relación entre Islam y terrorismo

Y la premura es evidente. En Europa, el reclutamiento se produce en gran medida en la web, pero en África se hace cara a cara porque la penetración de Internet no es muy alta todavía, pero el continente está en pleno crecimiento. “Si su desarrollo económico continúa aumentando, que lo hará, cada vez habrá más personas con acceso a Internet, así que el riesgo de que los reclutamientos aumenten exponencialmente es alto. Hay que actuar ahora”, concluye el autor, y también el informe.

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Sobre la firma

Lola Hierro
Periodista de la sección de Internacional, está especializada en migraciones, derechos humanos y desarrollo. Trabaja en EL PAÍS desde 2013 y ha desempeñado la mayor parte de su trabajo en África subsahariana. Sus reportajes han recibido diversos galardones y es autora del libro ‘El tiempo detenido y otras historias de África’.

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