Os echaremos de menos
MIS QUERIDOS HOMBRES de negro: Sé que estáis pasando una mala racha. Al principio no erais más que un grupo de oscuros tecnócratas discretamente aplicados a la tarea ingrata y amarga, aunque necesaria, de levantar una barrera de pedestre contabilidad que nos protegiera de nuestras propias miserias y avaricias europeas, que la globalización financiera ha convertido en una marabunta ingobernable de fuegos cruzados. Pero cuando la crisis económica llamó la atención sobre vuestra existencia, el gracejo popular os bautizó con el título de este cómic americano que Barry Sonnenfeld llevó a la gran pantalla con tanto éxito.
Y eso no fue nada comparado con lo que ocurrió cuando llegasteis a Atenas en 2010, porque aquel día, a los ojos del público, perdisteis vuestros títulos universitarios y vuestros avales profesionales para adoptar el aire de unos siniestros enviados de Mr. Nada encargados de destruir todo lo que en Grecia pudiera aún quedar del viejo, luminoso y orondo Ser de Parménides.
A partir de ese momento vuestra sombra empezó a merodear por el sur de Europa como un nubarrón invernal, como un escalofrío, como un soplo de viento helado que quita el aliento. Una presencia fantasmal en la que se envolvían no solamente las figuras de los inspectores del Banco Central Europeo, de los peritos del Fondo Monetario Internacional y de los expertos de la Comisión Europea, sino también la funesta silueta de Lorne Malvo, el despiadado sicario de la serie Fargo a su paso por Duluth, Minnesota, un lugar del que uno de sus nativos, ganador del Premio Nobel de Literatura en 2016, decía que es tan remoto que hay que ir hasta allí para hacerse una idea.
Vuestra sombra empezó a merodear por el sur de Europa como un nubarrón invernal, como un escalofrío, como un soplo de viento helado que quita el aliento.
Pero algún día alguien reconocerá vuestros méritos: vinisteis, como ahora se dice, a llenar un hueco que desde hacía años pedía a gritos satisfacción. Os vimos sólo de espaldas, pero vuestras gabardinas oscuras nos recordaron a las de los agentes de la Pinkerton (los que nunca duermen), y adivinamos tras sus anchas solapas los rostros encubiertos de grandes banqueros, expresidentes de Gobierno, exministros, magnates de la comunicación y hombres de negocios corruptos cuya depravación se presentaba tan sistemática y pura que, de un único y mágico golpe de mano, nos exoneraba a todos los demás habitantes de la Tierra de cualquier responsabilidad: asumisteis en bloque y por exigencias del guion la culpa de todas las desventuras del universo, incluyendo la depredación industrial del medio ambiente, el desempleo de larga duración, el racismo, el machismo, la pobreza del Tercer Mundo, las guerras, la precariedad laboral, las dictaduras, la opresión de los pueblos indígenas, las vocaciones frustradas y las virtudes corrompidas, las afrentas a la identidad, la insatisfacción sexual, el asesinato de Kennedy y el sacrificio del toro de la Vega. Llevábamos mucho tiempo esperando un chivo expiatorio de espaldas tan amplias.
Y, aunque ahora os parezca imposible, veréis cómo en los próximos meses, en cuanto vayamos dejando atrás el capitalismo, la democracia representativa y la globalización, empezaremos a echaros de menos por falta de un trumpantojo al que culpar de nuestros males, y hasta os añoraremos con ternura. Aunque quizá, como decía el poeta, entonces ya sea tarde para vosotros.
Vuestro deudor.
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