No se preocupe por el enorme iceberg antártico, sino por los glaciares que hay detrás de él
La fractura de la barrera Larsen C podría desencadenar unos efectos colaterales que tardarían décadas en manifestarse
Los icebergs que se desprenden de la Antártida, incluso los más voluminosos, no suelen preocupar a los glaciólogos. En cambio, el nacimiento inminente de un nuevo iceberg gigante podría ser algo fuera de lo común para el continente helado.
La barrera de hielo Larsen C, la cuarta mayor de la Antártida, ha atraído la atención mundial en vísperas del “parto” de un iceberg equivalente a la décima parte de su superficie, o lo que es lo mismo, más o menos a la mitad de la superficie del área metropolitana de Melbourne. Todavía es difícil predecir con precisión cuándo se va a soltar.
Pero lo que debería llamar la atención no es el tamaño del iceberg. Estas masas de hielo se desprenden constantemente, incluida alguna enorme de vez en cuando, sin que haya por qué preocuparse. Los icebergs solo tienen un mínimo efecto directo sobre el nivel del mar.
El “parto” en sí no supondrá más que el nacimiento de otro gran iceberg, pero entre los científicos existe el fundado temor de que toda la barrera Larsen C pueda desestabilizarse y acabar rompiéndose, provocando unos efectos colaterales que podrían tardar décadas en manifestarse.
Las barreras de hielo funcionan, básicamente, como el corcho de una botella. Los glaciares fluyen de la tierra al mar, y el hielo que transportan acaba absorbido por la barrera. La desaparición de esta hace que los glaciares fluyan más deprisa, aumentando el ritmo al cual el hielo se desplaza de la tierra al mar. Esto tiene una repercusión mucho mayor sobre el nivel marino que el desgaje de los icebergs.
Si bien la predicción de que la plataforma Larsen C puede desestabilizarse se basa en parte en la física, también se apoya en las observaciones. Utilizando imágenes aéreas y de satélite, los científicos han logrado rastrear barreras pasadas muy similares. En algunos casos se ha visto cómo retrocedían y se venían abajo.
La muerte de una barrera de hielo
El colapso más espectacular de una barrera de hielo observado hasta el momento ha sido el de la imaginativamente llamada Larsen B, vecina de la Larsen C por el norte. En el año 2002, la plataforma entera se fracturó en docenas de icebergs en el transcurso de tan solo seis semanas. De manera casi inmediata, los glaciares que la alimentaban aceleraron su desplazamiento entre dos y seis veces, y hasta hoy siguen fluyendo más deprisa.
En nuestro nuevo estudio,publicado en Earth and Planetary Science Letters, hemos atrasado el reloj todavía más para observar la barrera Wordie, en la costa oeste de la península antártica meridional, que empezó a retroceder en la década de 1960 y acabó desapareciendo en enero de 2017.
A lo largo de los últimos 20 años, las observaciones han mostrado que el principal glaciar que alimentaba la barrera Wordie, llamado glaciar Fleming, se ha acelerado, y que su espesor ha disminuido. Comparado con los que alimentan las barreras Larsen B y C, el glaciar Fleming es enorme. Mide 80 kilómetros de longitud, 12 de anchura, y 600 metros de grosor en el frente.
Utilizamos fotografías aéreas históricas desde 1966 para crear un mapa topográfico del glaciar Fleming y lo comparamos con las medidas desde 2002 hasta 2015. Entre 1966 y 2015, el glaciar perdió al menos 100 metros de espesor cerca del frente. La tasa de adelgazamiento, que es la tasa a la cual cambia la altura, aumentó rápidamente. Después de 2008 ha multiplicado por más de dos la del periodo 2002 a 2008, y ha cuadruplicado la tasa media de 1966 a 2008.
Desde 2008, la velocidad del flujo de hielo en el frente también ha aumentado más de 400 metros al año. Es el mayor cambio de velociad de los últimos años en cualquier glaciar de la Antártida. Todas estas variaciones apuntan a que la causa es el colapso de la barrera de hielo.
Calculamos que, desde 1966, el volumen total de hielo perdido por los glaciares que alimentaban la barrera Wordie es de 179 kilómetros cúbicos, es decir, 319 veces el volumen del puerto de Sydney. El peso de este hielo que se desplaza de la tierra al mar ha hecho que el lecho de roca que hay debajo de los glaciares se levante más de 50 milímetros.
Otro estudio indica que este levantamiento podría haber ralentizado la retirada del glaciar, pero está claro que la deformación del lecho de roca no ha hecho que el desplazamiento del hielo haya dejado de acelerarse. Al parecer, al glaciar Fleming le queda mucho antes de que vuelva a un nuevo estado de estabilidad (en el que las precipitaciones en forma de nieve que alimentan el glaciar igualen al hielo que se vierte en el océano).
Cincuenta años después de que empezase el colapso de la barrera Wordie, los principales glaciares que la alimentan siguen adelgazando y fluyen más deprisa que antes.
Aún no podemos predecir las consecuencias del desprendimiento del nuevo glaciar de la barrera Larsen C, pero si la plataforma empieza a retirarse o colapsa, la historia nos dice que es probable que los glaciares fluyan más deprisa, lo cual hará la subida del nivel de mar todavía más inevitable.
Chen Zhao es estudiante de doctorado de Ciencias Antárticas de la Universidad de Tasmania.
Christopher Watson es profesor de Ciencias Espaciales y Topográficas de la Escuela del Suelo y los Alimentos de la Universidad de Tasmania.
Matt Kings es catedrático de Ciencias Espaciales y Topográficas de la Escuela del Suelo y los Alimentos de la Universidad de Tasmania.
Cláusula de divulgación:
Chen Zhao es estudiante de doctorado de la Escuela del Suelo y los Alimentos de la Universidad de Tasmania. Recibe financiación del Programa de Formación de Investigadores del Gobierno Australiano.
Christopher Watson recibe financiación del Consejo Australiano de Investigación y delDepartamento de Medio Ambiente.
Matt King recibe financiación del Consejo Australiano de Investigación y del Departamento de Medio Ambiente.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en la web The Conversation.
Traducción de News Clips.
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