Noa y Pasión Vega, polifonía del Mediterráneo
CUANDO PASIÓN Vega marcó el número, no las tenía todas consigo. “Llamé más que nada para ver si caía esa breva”, confiesa divertida. Al otro lado del hilo respondió Noa, “alguien a quien conozco desde siempre, que para mí ha sido una referencia”. A la propuesta de la madrileña de colaborar en un tema, ‘Sonata de la luna de Marrakech’, incluido hace un año y medio en una edición especial del disco Pasión por Cano, la israelí no tuvo que pensárselo demasiado. “Hay algo en su manera de expresarse, en el hermoso sonido de su voz, que enseguida me tocó el corazón”, dice la cantautora, cuyo verdadero nombre es Achinoam Nini. Cayó, pues, la breva. Y nació así una amistad que llevó a Noa a invitar a Pasión Vega a una serie de conciertos en su país natal: una minigira que se prolongará este verano en España con el nombre de Mediterráneas.
Viéndolas juntas, cualquiera diría que su unión estaba escrita como una simetría perfecta de opuestos. Un yin y yang en toda regla. Una es rubia con pelo corto, y la otra, morena de larga melena. Cada cual, enraizada en un extremo contrario del Mediterráneo. La española, extrovertida y risueña. La israelí, más seria y directa. Ambas, con voces soberbias. “Tenemos mucho en común, pero también somos diferentes de muchas maneras”, certifica Noa. “Cuando cantamos, las dos somos muy intensas. No obstante, yo soy compositora, así que muchas veces mi foco de atención es ese, mientras que Pasión sobre todo interpreta. En cualquier caso, las dos somos muy líricas, nos fijamos mucho en cada palabra pronunciada, en su significado y su esencia”.
Nacida en Tel Aviv y asentada en Haifa, judía de ascendencia yemení y criada en Nueva York, Noa —ejemplo en carne de la mezcla de culturas— acumula experiencia a la hora de llevar a músicos extranjeros a conocer su tierra. “Cuando invito a alguien a Israel pasamos mucho tiempo juntos: comemos, hablamos, viajamos… Y es así como estos artistas pueden hacerse una idea de la complejidad de la situación: aprenden más de la historia, de los problemas, y se encuentran a gente como yo, volcada en traer la paz a nuestro país”. De ahí que, a pesar de las protestas y boicoteos que suelen acompañar a estas visitas por parte de activistas propalestinos, Vega viajó a ese rincón del mundo sin dudarlo: “Noa es alguien que siempre ha apostado por la paz, la fraternidad y la humanidad, por abrirse al mundo y por que el mundo también se abra a la cultura hebrea y la yemení”.
“El tema de los inmigrantes, de los que luchan por cruzar el mar para mejorar sus vidas” es, dice Noa, uno de los problemas que más quieren destacar en sus concierto.
El mismo Mediterráneo que las une y las separa, piélago de héroes y leyendas, es también hoy símbolo del naufragio de la sociedad. “El tema de los inmigrantes, de los que luchan por cruzar el mar para mejorar sus vidas” es, dice Noa, uno de los problemas que más quieren destacar en sus conciertos. “También es muy importante para nosotras reivindicar el papel de la mujer. Es muy común fijarse en los hombres: los hombres que pescan, los hombres que parten al mar, los hombres, los hombres, los hombres…”.
Para declamar sus poesías musicadas, cada una lo hace en su propia lengua, aunque con incursiones en el otro campo de juego: en Israel, Vega hizo sus pinitos en hebreo, mientras que en España, Noa hará lo propio en castellano. Un babel sobre el escenario que, aseguran, no coarta en absoluto la comprensión de los sentimientos que expresan. “Incluso cuando no entienden lo que digo, pienso que la gente tiene una habilidad innata para captar la profundidad que hay en una canción”, cree Noa. “En Internet, puedes encontrar cientos de traducciones de mis letras: del inglés, hebreo y yemení al español, italiano, francés…, y eso es porque la gente siente curiosidad por lo que dices”. “A través de tu cuerpo, de tu manera de interpretar, de tus manos, tu mirada…”, concluye Vega, “puedes hacer que el espectador entienda perfectamente todo lo que tú estás sintiendo y queriendo transmitir”.
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